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La obra que sale mal' tiene un gran voltaje. Durante un poco más de dos horas, sus actores
corren, saltan, suben, bajan, hablan, gritan… Casi nunca están quietos. Y cumplen su misión: hacer reír y mucho.Es una comedia inglesa que escribió Henry Lewis, Jonathan Sayer y Henry Shields. Se ha presentado en Reino Unido, el Broadway neoyorquino, Australia, México y Colombia.
Al Teatro Nacional La Castellana llega a su segunda temporada, tras una primera de 100 funciones llenas que dirigió el argentino Ricardo Behrens.
En este regreso la dirige Lucho Velásco y actúan
María Cecilia Sánchez, Jimmy Vásquez, Cristian Villamil, Jair Aguzado, Tatiana Torres, Juan Esteban Quintero, Ernesto Benjumea, Pacho Rueda y Viviana Bernal.Esta comedia cuenta la historia de una compañía de teatro amateur que decide estrenar la obra ‘Asesinato en la mansión Haversham’, un montaje de suspenso que quiere recordar las obras de Agatha Christie. Pero antes, en y después todo sale mal y cada vez peor. Los actores, como ellos y como sus personajes, crean una serie de enredos y situaciones tratando de salvarse de la catástrofe, que es inminente, y de no caer bajo el escenario, que se derrumba sobre ellos.
Vásquez, cucuteño, ha hecho parte de series como El Comandante, Escobar: el patrón del mal, La selección y Las muñecas de la mafia, entre otras, mientras en teatro ha estado en Noche de bodas, Los 39 escalones, El inspector, I Took Panama y Crónica de una muerte anunciada.
Sobre el montaje habló Jimmy Vásquez, que ha pasado más de la mitad de sus 44 años en las tablas, su gran lugar en el mundo.
¿Qué pasó cuando le hablaron de hacer parte de la obra? ¿Cómo la abordó?
Un día me llama Nicolás Montero y me dice: “Hermano, tenemos los derechos de una obra en la que se necesitan actores que manejen muy bien la comedia y no solo la comedia desde lo verbal sino el gac físico también, y que tengan muy buen entrenamiento porque es un espectáculo que originalmente en Inglaterra no es tan grande, pero que aquí la queremos hacer de un gran formato”. Ni siquiera lo pensé 5 segundos y le dije “Listo!”.
Hábleme de sus personajes, ¿cómo los preparó?
Como es teatro dentro del teatro hago dos personajes. Uno es Roberto, que hace parte de esta compañía de medio pelo llamada Acatesculo, con actores perratas. Roberto, además es asistente de dirección. Y ya en la obra soy Tomás Colinmur. Con las dos caracterizaciones sufro al igual que mis compañeros de tolo lo que sale mal: accidentes, problemas con el vestuario, las luces, el sonido.
Si esta obra exige algo de los actores es tener un muy buen estado físico, porque todo el tiempo corren, saltan, se caen… ¿Qué pasa cuando se acaba la función?
Sí, es muy exigente, demanda entrenamiento y concentración de energía. No solamente hay que tener entrenamiento físico para hacerla, sino una técnica para no permitir que baje la energía, que debe estar muy arriba dos horas y 15 minutos. Gracias a este montaje tengo más resistencia física y cardiovascular. El único problema es que con las funciones de noche quedo con la adrenalina a mil. Terminamos a las 10:30 p. m. y no me puedo dormir antes de la 1 a. m. Me ayudo con ejercicios de meditación y góticas para bajar la ansiedad.
¿Para usted qué significa pararse en un escenario? ¿Qué le dice este lugar?
Es el sitio más sagrado y mágico que hay, donde somos nosotros pero jugamos a no serlo. Es el lugar al que va un público que se toma el trabajo, en una ciudad como Bogotá, de salir de su casa e ir a un espacio en el que ellos van también a jugar, a comprar una mentira que nosotros les contamos. Y es que en esta gran mentira todos estamos de acuerdo para divertirnos y emocionarnos. Ahí yo no me siento trabajando realmente, sino en un canal para contar historias, despertar emociones y eso es alucinante. Y cuando uno oye un comentario en coro del público, un suspiro, un sonido de iración o una risa, eso paga absolutamente todo y ratifico por qué me dediqué a este oficio.
¿Cuando hace teatro, qué queda en su espíritu y su mente?
Partamos de que los actores de teatro no somos personas normales. Yo siempre he dicho que tenemos cierta enfermedad mental desde el momento en que escogemos una profesión en la que nos gusta mostrar el trabajo a los demás, en la que somos exhibicionistas, en la que de alguna manera necesitamos la aprobación de un público, la necesidad del aplauso de la gente para ser felices. Eso ya nos cataloga como gente fuera del común. Por eso es que el teatro es el sitio perfecto para vivir nuestras pasiones más exacerbadas, nuestros gustos, el placer de mostrar nuestro trabajo y de compartirlo con los demás.
¿Qué se siente al comenzar una obra, cuando la luz se prende y hay que actuar?
En ese momento estamos frente a uno de los miedos más grandes que hay en el mundo: hablar en público. Pero nosotros sentimos placer porque nos ven, nos aplauden
¿Cuáles son tus autores favoritos y por qué?
En teatro, me gusta Shakespeare, tiene unas obras increíbles. Pero mi favorito es Moliere. Tuvo una gran capacidad para entender la torpeza, la ciencia, la vulnerabilidad humana como él. ¡Alucinante!
¿Dónde y cuándo?
Jueves y viernes, 8 p. m. Sábados, 5 y 8:30 p. m. Domingo, 6 p. m. Teatro Nacional La Castellana. Calle 95 n.° 47-15, Bogotá. Boletas: 43.000, 55.000 y 58.000 pesos. Informes: teatronacional.co.