Medardo Arias es un escritor, cronista y periodista nacido en Buenaventura, autor de
Luces de navegación,
Jazz para difuntos,
Que es un soplo la vida y
El chachachá del diluvio, entre otros libros.
Muy activo en redes, ha manifestado su pena por la muerte de
Armando Manzanero con un
post que cambia a diario:
“Manzanero no ha muerto, recuerden que la semana tiene más de siete días y hoy apenas es viernes”, publicó el pasado primero de enero.
La razón lo acompaña, como en casi todo lo que expone, porque Armando Manzanero fue tan vital que es de esos seres que no se irá nunca. Recuerden que tuvieron que quitarle el teléfono celular e intubarlo por fatiga debido a que se la pasaba hablando con su familia y sus seguidores.
No solo eso: dejó más de 400 canciones registradas, sus éxitos fueron tantos, su sentimiento llegó a tantas generaciones, que incluso hoy los más jóvenes manifiestan que se fue un “grande”.
Su legado es el tema del
blog Café Literario del 3 de enero (http://blogs.eltiempo.com/cafeliterario), escrito por
Alejandro López-Conde Alonso, quien cuenta que lo conoció al lado de su mamá, que puso un disco del mexicano en el tocadiscos familiar.
López-Conde, por esos días más ligado a los sonidos anglo, después de oírlo dice haber entendido qué era ser un romántico. Y lo siguió como muchos en América Latina, que pese a tener distintas tendencias musicales, pueden decir que se saben, al menos, un pedazo de una canción de Manzanero.
El hijo favorito de Yucatán se fue a los 85 años, convirtiéndose en otro de los grandes e imprescindibles que el covid-19 se llevó.
Su legado queda en canciones como Esta tarde vi llover, No sé tú, Contigo aprendí, Adoro y tantas otras que está escritas para siempre en el cancionero latinoamericano.
Armando Manzanero siempre será uno de los más grandes compositores de América Latina, un continente que le ha regalado el mundo no solo muchos géneros musicales, sino canciones inolvidables y maravillosas, con todo el sentido de ser de este lado del mundo.