Una de las cosas más fascinantes del vino es que se trata de un universo en constante movimiento, donde ‘descubrir’ es una posibilidad permanente y casi infinita. Y eso, en términos de opciones para probar y disfrutar, es una absoluta bendición.
Como prueba de ello, hoy vamos a poner sobre la mesa dos variedades muy de moda en España y que hasta hace relativamente poco solo eran conocidas por expertos. Las dos han existido ‘desde siempre’, pero como sucede con muchas uvas y patrimonios vitivinícolas, estaban cubiertas por el manto del olvido, lejos de los reflectores, que apuntaban a las zonas españolas más clásicas.
Por suerte, en el mundo del vino hay unos cuantos ‘Indiana Jones’, unos personajes inquietos
y siempre listos a explorar
uvas y zonas olvidadas, que
de tiempo en tiempo descubren increíbles tesoros.
Por suerte, en este mundo del vino hay unos cuantos ‘Indiana Jones’, unos personajes inquietos y siempre listos a explorar variedades y zonas olvidadas –y también nuevas fronteras– que de tiempo en tiempo descubren fantásticos tesoros. Tesoros que, por fortuna, no van a parar a una cajilla de seguridad de un banco suizo, sino que salen a la luz para que todos los podamos disfrutar. Y este es el caso de la mencía y la godello, dos variedades (la primera tinta y la segunda blanca) de las que mucho se habla hoy dentro y fuera de España.
Traída por los romanos, duramente castigada por la filoxera y por años confundida con la cabernet franc, la mencía se ha vuelto una joya desde que Álvaro Palacios la redescubrió, vio su potencial y se la jugó por darla a conocer al mundo en los 90. De hecho, este año, y por segunda vez, una mencía, La Faraona 2018, un vino de Descendientes de J. Palacios, recibió los 100 puntos Parker: un honor que solo han tenido una veintena de vinos españoles.
La D. O. Bierzo es su paraíso (provincia de León), al igual que algunas zonas de la vecina Galicia. La sommelier colombiana Alejandra Naranjo, que trabaja para Viñedos y Bodegas Sierra Cantabria, la describe como “una uva encantadora, cuyo perfil organoléptico se acerca mucho a la pinot noir en elegancia y frescura”. Frutos rojos, buena acidez, una nariz muy floral y una gran capacidad para expresar el terroir son otras de las características de los vinos de esta variedad, “que es muy bebible” y “muy versátil en términos gastronómicos”, remata Naranjo.
La segunda invitada, y que perfectamente podría ser la primera, es la cepa blanca de moda en España: la godello. “Dueña de una mineralidad, una salinidad y una acidez únicas, supremamente elegantes, esta uva adquiere notas mágicas cuando parte o la totalidad de la botella pasa por una crianza sobre lías, lo que le da una untuosidad, una cremosidad, maravillosa”, comenta Juan Antonio Zuleta, de Clos. Su camino moderno empezó a mediados de los 80, de la mano de algunos visionarios como los hermanos Guitián, aunque fue un poco más lento, tal vez por el pesado estigma que rodea a los blancos. Pero hace ya un buen rato que es un ‘objeto de deseo’.
Valdeorras, en la provincia de Orense, Galicia, es su terroir más reputado. Y para decirlo corto, decenas de las bodegas más importantes de España sueñan con tener –o ya invierten millones para lograrlo– un godello de categoría en su portafolio.
Dos vinos ‘Atlánticos’ para que redescubra España y asuma que en esto de los vinos no hay nada escrito en piedra. ¡Salud!
Víctor Manuel Vargas Silva
Editor de la Edición Domingo de EL TIEMPO
En Instagram: @vicvar2