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Así operaba la ‘zorra de Buchenwald’: ninfómana, sádica y asesina nazi
Su prontuario criminal incluye lámparas con piel humana, innumerables asesinatos y orgías macabras.
Esta criminal alemana sometió a cientos de judíos en los campos de concentración. Foto: Policía alemana / iStock
La historia del nazismo es un relato marcado por el terror, el dolor y, sobre todo, la discriminación. Más que una ideología extremista, se convirtió en la pesadilla de millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
A su paso, todo peligraba: la vida se marchitaba y la muerte arrasaba. Uno a uno los cadáveres se acumulaban y, cada vez más, la esperanza se alejaba. No había rincón ni escondite para los judíos, el antisemitismo se cernía como una amenaza inminente, como un llamado al aniquilamiento.
Si bien el odio hacia los judíos había visto su surgimiento hacía cientos de años -se remonta a la Antigüedad Clásica-, fueron Adolf Hitler y Heinrich Himmler -con la ayuda de unos cuantos secuaces nacionalistas más- quienes se encargaron de llevar la hostilidad sistemática hacia esta población a extremos nunca antes vistos en la historia.
Alrededor de seis millones de judíos fueron víctimas de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Foto:iStock
Seis millones es la exorbitante y desmesurada cifra de judíos que sucumbieron ante la muerte después de ser víctimas de campos de concentración y exterminio, enfermedades contagiosas y trabajos forzados, de acuerdo con Raúl Hilberg -historiador austriaco famoso por sus estudios sobre el Holocausto- en el epílogo de su libro ‘La destrucción de los judíos europeos’.
Un ángel de la muerte
El nazismo no solo trajo consigo una ola de destrucción, pánico y genocidio, sino que vio surgir a una de las peores caras del mal: la ‘zorra de Buchenwald’, quien cometió alrededor de cinco mil crímenes durante la Segunda Guerra Mundial. Todos con un denominador en común: fueron perpetrados a través de los más inhumanos y crueles métodos de tortura.
Si la maldad tuviese límites, sin duda, Ilse Koch los habría cruzado todos: ninfómana, sádica y considerada la peor asesina del régimen nacionalsocialista. Se encargó de sembrar el terror entre los prisioneros judíos y hasta llegó a horrorizar a los propios gerifaltes del III Reich.
"La zorra de buchenwald" era temida hasta por los mismo alemanes por su sadismo. pic.twitter.com/SKxtWNXKuf
Aunque había unas cuantas guardianas entre las filas nazis -como Irma Grese, Maria Mandel y Herthe Bothe-, ninguna con la crueldad, perversidad y astucia de la ‘zorra de Buchenwald’. Ella sobresalía por su belleza, pero también por su letalidad.
Los inicios de Ilse Koch
Nacida el 22 de septiembre de 1906 en Dresde, Alemania, Margarete Ilse Köhler -su nombre de soltera- creció en el seno de una familia de clase media. Tanto su infancia como su adolescencia transcurrieron en condiciones normales junto a sus padres Anna y Emil, este último labrador de tierra y, posteriormente, encargado de fábrica.
Pese a que no se conocen muchos detalles íntimos del surgimiento de esta futura asesina y torturadora -como, por ejemplo, su educación o la forma en la que fue criada por sus progenitores-, lo cierto es que Koch se valió, desde muy pequeña, de su personalidad para hacerse popular entre los compañeros de la escuela. “De carácter tranquilo, responsable y de buen comportamiento”, es como se la describía en ese entonces.
Sabian q de Ilse Koch? Fue una secretaria y esposa del comandante de un campo de concentración a la la cual le gustaba coleccionar cabezas disecadas o arrancarle los tatuajes a los prisioneros para fabricar lamparas, entre otras cosas. Es conocida como "la zorra de Buchenwald". pic.twitter.com/oP8Jv6hnzO
¿Quién diría que una niña con un futuro prometedor terminaría convirtiéndose en uno de los ángeles de la muerte que rondaría los campos de concentración nazis teñidos con la sangre de los presos? Para desgracia de muchos, el comportamiento de Ilse a temprana edad no logró presagiar que, años después, se transformaría en una de las mayores exponentes de la barbarie nazi.
Su rostro angelical, sus ojos verdes y su extraordinario cabello rojo ya no engañan a nadie, pero lo hicieron durante mucho tiempo. Con tan solo 15 años, Ilse dejó la fábrica en la que trabajaba para fungir como dependienta de una librería en la que no solo conocería a varios de las Schutzstaffel (SS) -una organización paramilitar, policial, política y penitenciaria que se encontraba al servicio de Adolf Hitler-, sino que daría sus primeros pasos hacia un destino lleno de crímenes de lesa humanidad.
De trabajadora de librería a integrante clave en el partido de extrema derecha, la ‘zorra de Buchenwald’ no tardó en entablar relación estrecha con los altos mandos del recién creado Partido Nacionalsocialista (NSDAP, por sus siglas en alemán).
Tanto su belleza como su personalidad arrolladora le fueron útiles para convertirse en secretaria del partido político en el año 1932 y, posteriormente, en esposa de uno de los más temidos coroneles de los campos de concentración.
Se trata de Karl Koch, quien fuese “un codicioso trepa de las SS que pronto ascendió en el escalafón nazi en virtud de su amistad con Heinrich Himmler y su impecable currículum como sanguinario carcelero”, de acuerdo con el medio ‘El Mundo’.
Hitler’in yakın arkadaşı olup Soykırım’dan haberdar olunmayabileceğine örnek olarak gösterilen Speer’in aksine kimse Ilse Koch’tan iyi olarak bahsetmiyor. Sıradan bir sekreterken parti üyesi olan kadın, toplama kamplarını yönetecek Karl Otto Koch ile evlenmişti. pic.twitter.com/tKmYV5ygjF
¿Los asesinos nacen y el destino se encarga de juntarlos? Todo parece indicar que sí. Gran prueba de ello es que 1936 Karl e Ilse contrajeron matrimonio en 1936, al tiempo que fueron destinados a dirigir el campo de concentración de Sachsenhausen, ubicado en la población de Oranienburg, en Brandeburgo, Alemania. Lo que vendría después sería tan solo el comienzo de un matrimonio azotado por la muerte, la locura y la venganza.
La ‘zorra de Buchenwald’ y el campo de los horrores
“A cada uno lo que merece”. Esa la escueta, pero reveladora frase que yacía a las afueras del campo de concentración de Buchenwald -al que acudieron Ilse y Karl en 1939, tres años después de su llegada a Sachsenhausen- en una inscripción que atemorizaba a cualquiera que se atreviera a acercarse a la puerta.
Para los integrantes del Partido Nacionalsocialista aquellas palabras constituían un logro del cual deleitarse; mientras que para los judíos era tan solo el presagio de una muerte anunciada.
Los primeros años del matrimonio en Buchenwald transcurrieron en una sospechosa normalidad. Tanta era la tranquilidad que incluso tuvieron tres hijos: Artwin, Gisele y Gudrun -esta última murió en extrañas condiciones cuando sus padres se encontraban de vacaciones-. No obstante, tras la monotonía, las atrocidades llegaron y más oscuras que nunca.
Ninfómana, sádica, Asesina. La ‘zorra de Buchenwald’: Ilse Koch. En 1932 se afilió al partido Nazi y fue secretaria y afiliada de las SS. Heinrich Himmler, jefe de las SS la eligio como esposa del coronel Karl Koch. Un matrimonio arreglado, para extender el fascismo. pic.twitter.com/LOTqoVCB90
Si algún preso osaba mirarla directamente, recibía una paliza que solía acabar en muerte
Desde lanzar perros contra mujeres embarazadas hasta pasear por el campo dando latigazos a quienes considerase desagradables, realizar orgías lésbicas con las esposas de los oficiales, someter a todo tipo de vejaciones a quienes no cumpliesen con sus caprichos y un sinfín de horrores más, la apodada ‘zorra de Buchenwald’ se encargó de convertir en toda una pesadilla los últimos momentos del pueblo judío. Su perversidad no conocía límite alguno: lo que para ellos era sufrimiento y crueldad en su máxima expresión, para Ilse constituía solo uno de sus innumerables pasatiempos sádicos.
De acuerdo con ‘El Mundo’, “uno de sus pasatiempos favoritos era vestirse de manera provocativa y mostrar sus encantos ante los recién llegados al campo. Si algún preso osaba mirarla directamente, recibía una paliza que solía acabar en muerte”. Otros testigos -de los tres juicios a los que fue sometida- agregaron que uno de sus juegos favoritos era encerrar en un corral a una veintena de prisioneros, para después, soltar dentro varios perros salvajes.
O Ilse Koch, La Zorra de Buchenwald, que ordenaba extirpar la piel tatuada de los presos para fabricar lámparas de decoración. pic.twitter.com/YRFIFzNX1d
Fuese cual fuese la actividad que la guardiana disfrutase más, siempre venía acompañada de dolor, sangre y, posteriormente, muerte. Para ese punto de la guerra, estaba más que claro que Ilse no era como el resto de las esposas de los comandantes nazis -quienes, usualmente, se dedicaban a ser amas de casa-, era mucho más sanguinaria que cualquier otro líder que hubiese conocido el régimen jamás: disfrutaba implicándose en todos detalles de Buchenwald, sobre todo en los que tenían que ver con torturar, humillar y matar.
Aunque sorprendente, estos no fueron los peores crímenes que la ‘zorra de Buchenwald’ perpetró. Su carácter colérico, sádico y degenerado la llevó, junto con Waldemar Hoven, jefe del departamento de investigación médica de Buchenwald -y uno de sus supuestos amantes-, a coleccionar tatuajes de los prisioneros judíos.
Sin el menor reparo, la sanguinaria guardiana habría ordenado la ejecución de cientos de presos para, posteriormente, extraerles la piel y usarla como materia prima para la elaboración de todo tipo de objetos decorativos. Fundas de libros, guantes y pantallas de lámparas habrían sido solo algunas de las tétricas creaciones humanas de la temeraria nazi.
‘Buchenwald’in cadısı’ lakabı verilen Ilse Koch, istediğini kamçıdan geçirmişti. Zevk için insanları öldürmekten çekinmeyen kadın, özellikle dövme düşkünüydü. Yüzdürdüğü derilerden her türlü ev eşyası yaptıran Ilse ve kocası o kadar ileri gitmişti ki... pic.twitter.com/J10YHOE2Kn
A su macabro sentido de la decoración de interiores hay que agregar las cabezas humanas que reducía a pisapapeles y los dedos cercenados como interruptores de luz que, poco a poco, fueron replicados en otros centros de concentración.
“Los médicos nazis del campo estaban muy interesados en la piel humana. Ilse los motivaba todo el tiempo a que siguieran con sus pruebas y procedimientos. Quitaban la piel, la sometían a un proceso químico y las ponían a secar al sol. Cuando pasaba por ahí las podía ver”, declaró en el juicio un médico checo enviado a Buchenwald por la Gestapo.
Como si fuera poco, a unos cuantos pasos del campo de los horrores, se encontraba la casa del terror: una morada que el comandante Koch había mandado a construir para saciar las perversiones sexuales de su esposa. En el interior de la Villa Koch -como fue llamada la casa de la familia-, Ilse llevaba a cabo las más macabras orgías y desataba sus más oscuros deseos.
Y todo hubiese podido seguir así, si no hubiese sido por la acusación de los nazis que terminó, después de más de un par de años, derrumbando el imperio de terror del matrimonio Koch.
El fatídico final de la verduga de Buchenwald
Malversación de fondos, falsificación, amenazas oficiales y asesinato fueron los cargos por los que Karl Koch fue sentenciado a morir fusilado por el régimen nazi -fue asesinado en Buchenwald pocos días antes de que las fuerzas estadounidenses liberasen el campo, el 5 de abril de 1945-; mientras que Ilse huyó al lado occidental de Alemania cuando se aproximaban las tropas de la Unión Soviética.
Ilse Koch, Buchenwald Toplama Kampında mahkumlara sadistçe davranışlarından Bitch of Buchenwald lakabını almıştır. pic.twitter.com/rmkQ8SzVWE
Fue uno de los elementos más sádicos del grupo de delincuentes nazis. Si en el mundo se oyó un grito fue el de los inocentes torturados que murieron en sus manos
Sin embargo, escapar no le sirvió de mucho, pues dos años después fue encarcelada durante los juicios de Dachau -conjunto de procesos jurisdiccionales en contra de la Alemania Nazi al final de la Segunda Guerra Mundial- y sentenciada a pagar cadena perpetua con trabajos forzados. Fue, precisamente, el general Lucius Clay quien en 1951 le otorgó la libertad por insuficiencia de pruebas. Tiempo después, volvió a ser arrestada y condenada.
“Fue uno de los elementos más sádicos del grupo de delincuentes nazis. Si en el mundo se oyó un grito fue el de los inocentes torturados que murieron en sus manos”, pronunció el fiscal que la acusó en el juicio celebrado en 1951.
La tortura favorita de Ilse Kolch, conocida como “La zorra de Buchenwald”, era extirpar la piel humana tatuada para fabricar lámparas. pic.twitter.com/NnkIGlCTa1
Ilse Koch o la ‘zorra de Buchenwald’ recibió una pena de cadena perpetua -que tendría que pagar en la prisión de mujeres de Aichach- por un cargo de incitación al asesinato, otro cargo de incitación a la tentativa de asesinato, cinco cargos más de incitación al maltrato físico severo de los presos y dos de maltrato físico.
El 1° de septiembre de 1967 -es decir, 15 años después de su condena-, Ilse tomó una radical decisión: ató varias sábanas, las sujetó de la lámpara que yacía justo encima de su cama y se ahorcó, no sin antes dejar una última carta a su hijo en la que expresaba: “No hay otra salida para mí, la muerte es la única liberación”.