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La historia del pintor de Auschwitz contada por un familiar colombiano
Jacobo Celnik se embarcó en la aventura de indagar en su pasado.
Isaac Celnik pinta un retrato en su atelier en Ivry (Francia). En su brazo izquierdo se alcanza a ver la marca de Auschwitz. Foto: FOTO: ARCHIVO FAMILIA CELNIKIER SZULMAJSTE
Toda familia tiene secretos, y embarcarse a destaparlos puede resultar doloroso. Sin embargo, Jacobo Celnik se arriesgó. Esta es la historia de cómo logró cerrar el círculo que su bisabuelo dejó abierto cuando decidió emigrar a Colombia a inicios de los años treinta del siglo XX. El libro, que ya se encuentra en librerías, es también un retrato de la migración de la comunidad judía polaca a Colombia cuando en el horizonte se empezaba a vislumbrar la Segunda Guerra Mundial.
EL TIEMPO conversó con el periodista, docente, investigador y periodista Jacobo Celnik.
¿Qué lo impulsó a tomar la decisión de embarcarse a buscar su pasado?
Yo digo que el origen de este libro no lo puedo trazar simplemente como cuando la idea se fue materializando en un proyecto editorial, sino que esta es una búsqueda desde los días del colegio. Por eso, el libro arranca con un yo de los 16 años porque cuando estábamos en el colegio, en noveno, nos invitaron a buscar sobre el pasado familiar. Uno se va dando cuenta, con el paso del tiempo, de que hay cosas que no cierran. ¿Por qué nunca se hablaba de la familia de mi bisabuelo? Si tuvo primos o sobrinos, hermanos... era todo un misterio y nadie sabía nada. Y para mí era claro que había algo que no cerraba porque las familias judías polacas, por lo menos de esa generación, por lo general eran numerosas. Para mí era claro que mi bisabuelo no era un ente único y solitario dentro del eslabón de los Celnik. Se escuchaban muchos mitos y muchas cosas, y sabía que eso necesitaba un proceso de estudio riguroso, y también creo que uno tiene que tener la tranquilidad y la madurez emocional para meterse en el pasado familiar porque cuando uno busca encuentra, y a veces lo que encuentra puede ser doloroso. Entonces, cuando empiezo a darme cuenta de que empiezan a aparecer de a poco unas pistas que me pueden ayudar a descubrir los secretos de mi familia, pues yo digo: ‘Aquí hay una historia’.
Cuando aparece un superviviente directo del Holocausto directo de nuestra familia, uno se pregunta: ¿este señor cómo se salvó?
¿Quién era Isaac Celnik?
Es el pintor que es primo hermano de mis abuelos, mis papás son primos hermanos, o sea que mis dos abuelos Celnik son hermanos. Isaac Celnikier era primo hermano de mis dos abuelos. Lo que pasa es que tienes que entender que nuestro apellido era Celnikier, mi bisabuelo se lo cambió para poder emigrar a Colombia. Isaac le da el título al libro, pero si contamos mucho, estamos haciendo spoiler de la historia. Finalmente, el libro es la historia de la consolidación de la comunidad judía polaca en Colombia vista desde la migración de mi familia y soportada a través de un relato de supervivencia de una de las piezas perdidas de mi familia, que es el único de los sobrevivientes de mi familia al Holocausto, que es el pintor de Auschwitz. Nosotros crecimos pensando que de nuestra familia, solamente por el lado de un hermano de mi bisabuela habían muerto su esposa y sus hijos en el gueto de Varsovia. Cuando aparece un superviviente directo del Holocausto directo de nuestra familia, uno se pregunta: ¿este señor cómo se salvó?
La Asociación de Museos Judíos diagramó la ruta del horror que vivió Isaac desde 1939 hasta 1945. Foto:FOTO: ARCHIVO FAMILIA CELNIKIER SZULMAJSTER
Los cuadros de Isaac los vio personalmente, ¿cómo es esa relación con las obras?
Pude ver de primera mano gran parte de la obra de Isaac Celnikier en su atelier en París. Digamos que la obra de él circula constantemente por museos judíos de Europa, y justo cuando estuve en París en el 2019, gran parte de la obra estuvo en casa de ellos, otra se encuentra en el Museo Judío de París, otra en el de Varsovia. Muchos cuadros que también se han vendido. Pero para mí no fue solo importante verla, sino que dormí en el cuarto donde Isaac hizo su obra durante 30 años. Entonces, poder estar en su cuarto, donde pudo plasmar todas sus influencias de Rembrandt y de Van Gogh en su obra, y sobre todo el dolor. Él fue un privilegiado al haber sobrevivido a los horrores de Auschwitz tres, que era donde los prisioneros más útiles y más fuertes fueron los que se salvaron. Isaac era un tipo políglota, fuerte, alto, hábil con las manos y muy útil para los nazis en términos de que era falsificador de obras de arte, y eso lo mantuvo con vida. No solamente el anhelo de vivir y de reencontrar a su hermana y a su mamá. Él se mantiene vivo entre el 39 y el 45, hasta que los nazis liberaron Auschwitz tres cuando los rusos ya estaban dentro de Polonia y era inminente la liberación. La manera como se salva es increíble. Obviamente, haber estado en su estudio y ser testigo del horror que plasma en su obra de todo lo que vivió en Auschwitz es muy impactante.
¡Qué aventura la que vivió! ¿Cuánto duró todo el proceso?
Sí, claro, fue una investigación de un año y medio. Lecturas, viajes, ir a archivos estatales en Francia; en Inglaterra tuve a información clasificada importante, los museos en Polonia y algunas instituciones polacas me ayudaron mucho. Muchas entrevistas, muchos libros... fue un proceso de investigación difícil, extenso, pero fascinante.
Un relato de supervivencia de una de las piezas perdidas de mi familia que es el único de los sobrevivientes de mi familia al holocausto, que es el pintor de Auschwitz
¿Por qué eligieron llegar a un país como Colombia? No solo en cuanto a su familia, sino, en general, los judíos que emigraron en esa época...
Colombia era un país que tenía una cuota pequeña de migrantes aprobados para llegar al país desde finales de los años 20 e inicios de los 30, pero aun así no era tan complicado. En lo que eran México, Venezuela, Colombia y Panamá, los procesos eran relativamente mucho más sencillos. Incluso Cuba y las Antillas, donde hubo una comunidad Sefardí importante, y sobre todo porque el voz a voz estaba haciendo de las suyas porque cuando uno salió y le fue bien, empezó a regar la bola, y decían: ‘Mire, hay un país en Suramérica, Colombia, que por ahí es lograble’. Colombia históricamente no ha sido un país abierto a las migraciones y tampoco ha sido muy benévolo con los migrantes, más bien resistentes. Entonces, no es que el Gobierno colombiano en los años 30 estuviera feliz de recibir oleadas de judíos, lo hacían porque tenían unas cuotas y unos convenios bilaterales con los países, y esas cuotas eran muy estrictas, de diez familias. Mi bisabuelo arrancó su proceso en 1923 y se lo aprueban en 1930. Un proceso larguísimo.
El pintor de Auschwitz: Una historia real.
$ 47.000 Foto:Planeta
¿Qué tan documentado tiene el ingreso de judíos a Colombia en esa época?
Alcanzaron a llegar en la primera oleada migratoria de judíos del 28 hasta el 39, más o menos antes de la invasión a Polonia, unos cerca de 4.000 judíos. Esa es una cifra menor si se compara con las cifras de países como Venezuela o México o los Estados Unidos, donde la cifra fue mayor. Lo que pasa es que cuando la situación se fue agravando, Colombia cedió un poco. Veían con malos ojos la migración judía y algunos sentían que la buena migración era la aria alemana. Si entras a estudiar los postulados antisemitas de los gobiernos conservadores de esa época, eran impresionantes. Pero finalmente el país les abrió las puertas a los judíos y le permitió a un buen número de familias llegar acá. Y aportar, porque las migraciones también traen cosas buenas. La migración judía polaca trajo cosas muy buenas de empleo, de comercio, de insumos. Como el comercio de telas, de trajes, de temas eléctricos... fueron generadores de empleo, trajeron el sistema de crédito, habitantes de los barrios de Las Cruces no tenían manera de comprarse un traje bonito porque nadie se lo iba a vender a crédito. Solo los clap-pers dijeron que lo podían hacer por crédito. Mucha gente de estratos bajos, de barrios populares, así lograron vestirse bien. Mi bisabuelo fue uno de esos que vendían sus prendas puerta a puerta, vendiendo pantalones y blusas a crédito. Cuando uno mira la historia de Colombia, yo creo que nos pesa muchísimo haber sido tan cerrados a las migraciones, y fíjate cómo hemos tratado a los venezolanos. Pero se nos olvidan las hordas de colombianos que se fueron a España o a Argentina o a Venezuela a delinquir y cómo nos veían a nosotros. La historia tiene esas dualidades, y de cómo hemos tratado. Creo que el libro invita a revisar ciertos procesos históricos que si hubieran sido de otra manera, pues el país tal vez hubiese tenido desarrollos más potentes y sostenibles.
El pasado pesa...
El pasado pesa, y pesa mucho, pero por eso creo que también es uno de los grandes puntos que tiene el libro. Es como un mensaje de fondo para la gente, y es que vale la pena meterse a indagar en el pasado familiar, a entender. Cuando uno logra aligerar las cargas del pasado, se da cuenta de lo importante que es entender de dónde venimos y para dónde vamos. Eso es muy importante.