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Jorge Velosa y su hermosa rima juguetona y popular en un libro
Prólogo de 'El convite de los animales', del profesor e investigador Adrián Freja De la Hoz.
Jorge Velosa, músico y escritor boyacense, fundador del famoso grupo Los carrangueros de Ráquira. Foto: Archivo EL TIEMPO
Animales sinceros se reúnen en este convite a contar lo que nunca habían contado, a cantar lo que nunca habían cantado, a dialogar como nunca lo habían hecho, a expresar lo que llevan dentro. El convite de los animales es un diálogo en verso, un canto narrativo, un poema contado; un viaje por más de un centenar de vidas distintas llenas de dichas y pesares, con formas diversas de ver y pensar el mundo. Más de un centenar de animales que proyectan en sus voces lo bueno y lo malo de lo que somos. Pero no es solo eso, este libro es la voz de la carranga, es la voz del campo, es la sabiduría de todo un pueblo, es la alegría y la tristeza de lo que vivimos a diario, es la consciencia ecológica de un país.
Nadie mejor para convidar al diálogo y al canto de los animales que uno de los más grandes tejedores de palabras, de versos y melodías del país; un pregonero de sueños y realidades campesinas, un querendón de la naturaleza y de la vida; el iniciador de un género musical que se convirtió en movimiento cultural. Jorge Velosa nos comparte una obra literaria que trasciende géneros, un grandioso poema narrativo que es canción y drama a la vez, que es tragedia y comedia, que es lírica y épica, que es oral y escrito. Una obra para ser leída, cantada, declamada, puesta en escena, recordada y valorada como una pieza fundamental de la cultura tradicional de Colombia.
En este sonoro y dialógico poema predomina el verso octosílabo en la voz de Juan Torbellino, el juglar que narra este canto, y en la mayoría de los animales que pasan al centro de la reunión a cantar y hablar en verso. El octosílabo como patrón del canto tradicional es utilizado en El convite con el fin de narrar gran parte de las historias e hilar la amena conversa que se mantiene durante todo el relato. Además de la riqueza del octosílabo, uno de los elementos que más llama la atención es el juego con la extensión de los versos, así como la variación de los tipos de estrofas. En el libro se hacen muchas variaciones métricas que generan dinamismo y evitan la monotonía silábica o estrófica: con gran maestría, las voces transitan entre versos de arte menor y de arte mayor. El lector encontrará un original juego de relaciones entre la extensión del verso y el animal que habla, una construcción de identidad a partir de la métrica del verso que llena de color y vida la música que se escucha en cada voz de esta singular reunión.
En este juego versológico se resaltan formas de la poesía oral tradicional y popular como el romance, la copla, la seguidilla y la décima espinela, pero también formas como la copla manriqueña y otras de carácter más letrado. Asimismo, Velosa reinventa formas estróficas como quintillas, sextillas, octavillas o décimas espinelas, como pocos lo han hecho en América Latina. A la espinela, por ejemplo, le agrega dos versos que aumentan su sonoridad y fluidez musical. Esta duodécima (que bien podría llamarse duodécima velosiana) no tiene antecedentes populares conocidos en nuestro país y sin duda vale la pena convertirla, al igual que la carranga, en tradicional.
De igual manera, son varias las palabras que por necesidad literaria son creadas en el texto para satisfacer las exigencias semánticas y rítmicas de las ideas de los animales que llegan al convite. Con la lectura o la escucha de este libro comprenderemos por ejemplo qué es una jaldrica, quién es el mejor en una parlena, qué tanto encomunan los animales de esta serie de cororrondas y un centén de nefelibas e ideas originales en las voces de mamíferos, aves, insectos y reptiles.
El libro es publicado por Editorial Monigote. Foto:Archivo particular
En estas cororrondas no solo escucharemos nuevas palabras, también descubriremos decenas de términos del habla popular y cotidiana de la región de la cordillera Oriental. El lenguaje es cien por ciento campesino en términos semánticos y fonéticos. De pedrada, esta indormia popular nos hace la sisaca para el jorololo, y hasta el juerano que viene con otra ruaca en la móimora queda riauto y saraciado de entrar a la tenida, aunque el caletre no se le percate al rompe de tuitas las tráidas, y en un conato pensero aviente una cistolegia con tal de no mostrar la coscojina que le produce la conversa del convite. Oralidad escrita representada además en las transcripciones de la sonoridad cuando leemos, por ejemplo, “jlores”, “jiestas”, “jruto”, “injinito”, “güen”, “golvió”, entre otras muchas palabras que aquí se nos presentan tal y como se pronuncian en la ruralidad.
Esta oralidad encarnada en los sonidos y las voces del campo, de la naturaleza, de los animales que cantan en El convite, junto con la del popular Juan Torbellino, se fusionan en colorida armonía con las imágenes de la artista Soma Difusa. Las ilustraciones de Soma recogen la vivacidad del verso de Velosa y le imprimen una sinestésica melodía de luces y sombras. Un deleite visual y sonoro que nos transporta a la ruralidad, a la cordillera, a una región que son muchas regiones, a una cultura natural y campesina.
Esa cultura campesina que aparece en cada uno de los versos es auténtica. De principio a fin se mantiene el tono y los usos tradicionales y populares del habla y la vida rural. Jorge Velosa es un estudioso de la cultura, especialmente de la cultura del campo colombiano. Es su compañera fiel una libreta para guardar palabras, frases, ideas, sonidos, melodías, imágenes y todo aquello que transita en el aire campesino y que no desea que se le escape. No obstante, la libreta más grande y elaborada es su prodigiosa memoria, en la que se conservan infinitos versos llenos de melodía.
Por su inigualable conocimiento de la cultura campesina, pero sobre todo por su fortaleza y empeño para aportarle a la construcción de un mejor país desde la música y la literatura tradicional, cada conversa con Velosa es una oportunidad para pensar y trabajar por la reivindicación de las producciones artísticas literarias de la ruralidad colombiana. Conversas que iniciaron hace varios años y que tienen como fin seguir mostrando el valor de la literatura campesina, seguir evidenciando que en el campo se cultiva y se conserva una literatura tradicional de gran riqueza, que las campesinas y los campesinos también son poetas, que la literatura no solo se escribe, sino que se canta, como alguna vez se cantaron la Ilíada y la Odisea.
Jorge Velosa, autor de canciones inolvidables como 'Julia, Julia, Julia', 'La cucharita' o 'La china que yo tenía'. Foto:Archivo EL TIEMPO
En la literatura oral que se tradicionaliza, la autoría es del mismo pueblo que canta y mantiene viva en el alma popular las obras que considera valiosas. El nombre de Jorge Velosa se ha borrado como autor de varias coplas que él compuso y que la gente en el campo y las ciudades del país repite no solo por su sonoridad sino por su invaluable contenido. Y esto, antes que un problema, es una virtud de la literatura oral y tradicional; así lo explican los versos de Manuel Machado:Procura tú que tus coplas / vayan al pueblo a parar, / aunque dejen de ser tuyas / para ser de los demás. / Que, al fundir el corazón / en el alma popular, / lo que se pierde de nombre / se gana de eternidad. La eternidad de los versos de Velosa va entonces más allá de sus muy conocidas canciones carrangueras. Coplas como las siguientes se cantan y se recitan como parte del acervo literario tradicional colombiano:
Bonitas son tua las jlores,
bonitas siempre serán,
pero es mucho más bonita
la jlor de la libertá.
Lo poco que cuesta un tiple
y lo bonito que suena,
lo mucho que cuesta un rifle
y lo tan feroz que truena.
Que vivan los campesinos
y que los dejen vivir,
que el campo sin campesinos
existe sin existir E
Esto dijo el armadillo
pensando en nuestra nación:
la paz sin educación
es queso sin bocadillo.
Espero (y Velosa con seguridad también lo espera) que las coplas, seguidillas, décimas y demás estrofas y cantos de El convite de los animales vayan al pueblo a parar, para que sean inmortales como ya lo son varias de sus coplas y como lo es la música carranguera del país. En los versos de El convite se encuentra cifrada una tradición literaria y musical que narra el complejo universo de un lugar que son muchos lugares y de más de un centenar de vidas que son el reflejo de nuestras propias vidas.
Este libro constituye un aporte literario que, como ningún otro, muestra la voz y la sabiduría del campo, de lo natural, de lo que se aleja de las pretensiones propias de una modernidad desmedida y, en ocasiones, insensible y ciega. Una voz representada por animales que toman distancia, pero que también asumen posiciones críticas sobre los flagelos que hemos sufrido en Colombia. Como le dije a Velosa recién acabé de leer la versión final del libro: se trata de una de las más hermosas y duras alegorías de nuestro país.