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‘No soy la viuda de José Saramago’: Pilar del Río

La escritora española pasó por Bogotá para presentar 'La intuición de la isla'. Entrevista.

Pilar del Río, esposa del autor luso José Saramago.

Pilar del Río, esposa del autor luso José Saramago. Foto: Mauricio Moreno/ EL TIEMPO

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“En 1986, José Saramago publicó una novela titulada La balsa de piedra... No sabía, cuando escribía este libro, que pocos años después elegiría una isla en el Atlántico Sur, entre tres continentes, para hacer de ella su casa, el lugar donde trabajar, juntar idiomas, recibir amigos, soñar, ser amado y amar. 
No conocía Lanzarote, pero la idea de Lanzarote iba tomando cuerpo de tal manera que cuando surgió la pregunta de “¿y si nos fuéramos a vivir a Lanzarote?”, lo único extraño de la frase era la interrogación. Vivir en Lanzarote era una consecuencia natural de estar vivo y querer seguir navegando (…) La casa de José Saramago, A Casa, estaba hecha de libros, decía una y otra vez el escritor. Lo que no pensaba es que llegaría el día en que habría que construirles una casa a los libros, de tal modo se multiplicaban y reclamaban espacio”.
Así va revelando su compañera, la periodista y traductora española Pilar del Río, detalles inéditos de su la vida al lado del premio nobel de literatura luso, incluidos en 'La intuición de la isla', el libro que estuvo presentando la semana pasada en Bogotá, con motivo de la celebración del centenario del nacimiento de Saramago, en noviembre próximo.
Esa biblioteca de Saramago en Lanzarote y el murmullo de los libros que la conforman se extendieron a la librería Matorral, en el barrio La Macarena de Bogotá, bajo otro paisaje sin el mar, el sol incandescente y la arena negra que caracteriza a sus playas. Pero al asomarse a la ventana la fuerza volcánica sigue intacta, no importa si se llama El Teide o el cerro de Monserrate o los nevados del Tolima y el Ruiz. Ese murmullo y el silencio de las grandes montañas permitió este encuentro de EL TIEMPO con Pilar del Río, presidenta de la Fundación Saramago.
Como testigo silente y a través de su mirada periodística, Del Río construye una semblanza de los dieciocho años de la vida del escritor luso (1922-2010) en su isla adoptiva: Lanzarote, España, lugar donde escribió su emblemática obra Ensayo sobre la ceguera. Pero más allá del lado intelectual o humanista, su autora retrata al hombre, ese que amaba a sus perros: Pepa, Greta y Camoens; que salía todas las mañanas a comprar pan, que recibía a sus amigos en casa para conversar y comer bacalao, el que descubrió el vino de malvasía.
La intuición de la isla es un acercamiento literario y humano a Saramago que llega justo en su centenario, sin pretensiones, para sus fieles lectores o para aquellos que aún no se han acercado al universo saramaguiano. También es un libro que redimensiona a Canarias, esas islas misteriosas, más cercanas a África que a la península, a veces menospreciadas, ignoradas, con un acento y posición ante la vida distintos que se extendieron por todo el Caribe: “Recuerdo en un carnaval de Tenerife, una coplilla que decía: ‘Canarias está más cerca de Caracas que de Barcelona’ ”, comenta Del Río, sentada en un confortable sofá con las piernas subidas, con total descomplique y comodidad.
El libro es publicado por el sello Alfaguara.

El libro es publicado por el sello Alfaguara. Foto:archivo particular

La intuición de la isla no es la estereotípica biografía de un escritor…
Tenía mucha información que no era para figurar en los medios porque no son cosas transcendentales, son cosas cotidianas: las anécdotas, las emociones. La idea surge durante la pandemia, de los trabajadores de la casa-museo en Lanzarote. Ellos me animaron: ‘si tú no cuentas esto, se va a perder, nadie más lo puede hacer’. Y el nombre del libro es precisamente porque narro los años de Saramago en la isla.
Más allá de lo profesional, como su traductora, y en lo personal, como su compañera de vida, ¿hay historias que usted se guardó?
Sí, pero esas son precisamente las personales. Este libro no revela intimidades, no podría, no sería justo, ni siquiera decente. Desvela cotidianidades, y lo cotidiano compartido con otra gente lo puedo contar. Lo que es íntimo no, solo se vivió.
Al igual que Saramago, usted también ha escrito diarios. ¿Piensa quizás en publicarlos?
Sí, escribo diarios. Y no, no pienso publicarlos, la mayor parte ya los he destruido. Me he dado cuenta de que el tiempo de mi vida también se acerca al final, no quiero que esos diarios estén por ahí, así que he empezado el proceso tremendo de destrucción.
¿Ese acto de destrucción de alguna manera es un ritual?
Los escribí en su momento porque lo necesitaba. Ahora necesito romperlos. Lo hago sin dramas. Esos guiños de mi vida están incorporados en mi cuerpo y de ahí no pasan.
Es curioso, el libro retrata a un Saramago moderno para su época: su amor por los animales, por la naturaleza, su preocupación por el medioambiente…
Y feminista. Para él quien no se manifestara expresamente contra la violencia de género era cómplice. Y esto es importante que lo resaltes, en especial aquí en Colombia, donde esta problemática es tan latente. Saramago decía que una persona que ejercía violencia de género no era un hombre, tenía varios problemas psicológicos. Son más hombres aquellos que reconocen que los hombres y las mujeres somos iguales, aquellos que no aceptan la violencia. Por eso, para Saramago, los actos cívicos eran fundamentales para modificar las leyes.
Pero además, si trasladamos ese pensamiento a su obra, los personajes femeninos eran los más fuertes...
Es verdad. La mujer del médico en Ensayo sobre la ceguera o María Magdalena en El Evangelio según Jesucristo, son personajes que ven más allá. Para Saramago, el verdadero poder de las mujeres es su capacidad de observación y, como consecuencia, el poder del cuidado, de ahí que han sostenido el mundo mientras los hombres guerreaban.
La periodista y traductora Pilar del Río (Castril, Granada, España, 1950) se casó con Saramago en 1988.

La periodista y traductora Pilar del Río (Castril, Granada, España, 1950) se casó con Saramago en 1988. Foto:Mauricio Moreno/ EL TIEMPO

¿Reconoce a Saramago en algunos de sus personajes femeninos?
Hace poco escribí un texto sobre lo que dirán los personajes femeninos del escritor. De sentirme identificada sería con la mujer del médico, me parece un personaje extraordinario porque en lo particular me gusta la función cuidadora, muchísimo más que el protagonismo social.
Volvamos al libro… Usted está ausente y solo se menciona cuando cita algún texto de Saramago. ¿Es una testigo sin nombre? No necesariamente Pilar del Río…
Soy periodista. Tenemos que narrar lo que vemos, pero no estar presentes.
¿En algún momento de la escritura existió esa tentación?
Yo tenía clarísimo que jamás en la vida iba a contar el mundo según lo que veo. No me interesa a mí, tampoco le interesa a nadie. Vamos a ver si este libro le interesa a alguien. Mi objetivo fue contar la visión y perspectiva de Saramago.
¿Por qué cree eso?
Tengo 72 años y cierta experiencia de la vida. Sé lo que se escribe y lo que no se escribe, más aún cuando has hecho periodismo de cultura.
Si bien Portugal es el lugar donde nació Saramago, Lanzarote es vital, no solo literariamente, también redimensiona ese lugar y las Canarias con otra mirada…
Es verdad. La isla de Lanzarote tiene importancia con César Manrique y la fundación, pero lo conoces cuando vives ahí. Por las obras de Saramago muchas personas visitan Lanzarote más allá de Tenerife y Las Palmas. También en Lanzarote, Saramago encontró un silencio humano, ahí le llegaban las voces del mundo. Su militancia humanística se hizo más fuerte en una isla tan cerca de África, de América y de Europa.
Podríamos decir que esta librería es como una extensión de A Casa. Si en este momento estuviéramos allá, ¿en qué lugar se haría esta entrevista?
En la cocina. Era el lugar de encuentro. En el día a día cuando trabajábamos, él en su despacho, y yo en el mío, que estaba debajo, muchas veces José ponía música clásica y eso me ponía nerviosa, así que agarraba mi computador y me iba a la cocina a trabajar.
Y en el libro este espacio es de alguna manera protagonista...
Sí. Siempre preparábamos bacalao portugués cuando venían los amigos.
Si tuviéramos el poder de hablar ahora con Saramago, ¿qué le preguntaría?
Si me traes a Saramago, te lo agradecería mucho. No creo que eso pueda pasar, pero le preguntaría si tiene novia y si le permiten escribir en la otra vida.
¿Qué tan desafiante fue asumir el mando de la fundación?
Más que una responsabilidad, fue un encargo.
¿Cómo se sintió?
Tenía que hacerlo. Con naturalidad, sin tragedia. Las tragedias auténticas son una madre que no puede alimentar a sus hijos, la guerra, los países gobernados por hombres ambiciosos o las empresas que fabrican armas para matar.
En el libro usted también expresa la frustración que significó no consolidar el proyecto de la residencia de escritores. ¿Qué era?
Era un proyecto que permitía acercar escritores de distintos países y culturas. No lo conseguimos. Fue un fracaso.
Pilar del Río, en la librería Matorral, en el barrio La Macarena, de Bogotá.

Pilar del Río, en la librería Matorral, en el barrio La Macarena, de Bogotá. Foto:Mauricio Moreno/ EL TIEMPO

¿Ha sido feliz con lo vivido con Saramago?
Claro que sí.
En el libro, justamente, se habla de María Kodama y usted, al igual que ella, han sido cuestionadas…
Cuando titulan ‘la viuda’, digo: ‘qué pereza intelectual’. Si pusieran ‘compañera’, es cierto. Ahora no estoy aquí por viuda, estoy aquí porque he escrito un libro. Vivimos en una sociedad patriarcal y las mujeres no existimos.
Otro dato interesante que usted cuenta es la génesis de 'Ensayo sobre la ceguera', lectura obligada durante la pandemia, precisamente por su conexión con lo que estábamos viviendo…
Somos ciegos que, viendo, no vemos. En la pandemia nos quedamos desconcertados, aterrorizados. En España, de repente, la solidaridad universal había aparecido y a las ocho de la noche la gente salía a los balcones y a las ventanas para aplaudir a los servicios de medicina que estaban salvando las vidas. La gente se comunicaba y se daba apoyo. Pasó la pandemia, y hemos vuelto al egoísmo más atroz.
Y si ahora fuera al revés: que me pidieran escribir su biografía, ¿qué debería quedar claro?
Asumí el legado de José Saramago porque él me lo pidió. He tratado de hacerlo lo mejor posible, sin nostalgia, sin falsos orgullos o vanidades, asumiéndolo como un honor, una muestra de amor, de compañerismo. El escritor está en los libros, el ser humano murió. Me llamo José Saramago también, aunque no figure en mi pasaporte. Y no soy la viuda de José Saramago.

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Dulce María Ramos*
Para EL TIEMPO
* Periodista literaria hispano-venezolana

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