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Rubén Blades: 'Lo de las ideologías es una gran estupidez'
El gran cronista de la salsa es la portada de la más reciente edición de la Revista BOCAS.
En abril de 1984, unos meses después de que Raúl Alfonsín asumiera la presidencia de Argentina poniendo fin a siete años de dictadura militar, el cantautor y abogado panameño Rubén Blades lanzó Buscando América, el álbum que tras el éxito de Siembra, Metiendo mano y Maestra vida, algunos de sus discos anteriores, lo coronó definitivamente como el gran cronista de la salsa.
“Cuando empecé –dice Blades– la salsa era en esencia música para mover los pies. Pero yo quería que también sirviera para usar la cabeza, es decir, que más allá del necesario escapismo del baile pudiera informar, proponer o denunciar; incluso hacernos solidarios. Y eso a muchos no les gustó”.
Por aquellos años, cuando América Latina enfilaba la curva del autoritarismo hacia la democracia, Blades revitalizó la salsa con la fuerza de sus imágenes cantadas. No solo fue el primero en mencionarla en un pregón (“Venga, América Latina, vámonos a guarachar”, canta en Los muchachos de Belén, de 1976), y en apelar a la razón para sacarla del letargo (“Usa la conciencia, latino, no la dejes que se te duerma, no la dejes que muera”, predica en Siembra, de 1978), sino en contar su realidad social, política y cultural mediante crónicas bailables de gran arraigo popular. El inmigrante, la prostituta, el albañil; la gente que se acostaba en libertad y despertaba bajo dictadura; el indígena asesinado, plantación adentro, a causa de los palos que le daba un mayoral eran ahora los protagonistas de una nueva narrativa en la canción salsera.
“Al iniciarme como compositor trabajé sobre una realidad desconocida para quienes hacían salsa en Nueva York, la realidad de América Latina”, recuerda Blades, nacido el 16 de julio de 1948, en Ciudad de Panamá. “Eso explica el éxito de mis canciones en los países de la región, donde temas como Plástico, Pablo Pueblo y Pedro Navaja vendieron miles de discos. Fue gracias a ese público que Willie Colón y yo empezamos a ser reconocidos. El cariño de la gente era y sigue siendo algo increíble”.
A lo largo de casi 60 años de carrera, Blades ha grabado más de 40 álbumes, compuesto más de 200 canciones y ganado 20 Grammys, incluido el de Persona del Año, que recibió en el 2021. Como actor, ha rodado más de 35 películas, logrando tres nominaciones a los premios Emmy. Actualmente trabaja en la octava temporada de la serie Fear the Walking Dead, donde interpreta a Daniel Salazar, un personaje de origen salvadoreño.
Yo quería que la salsa también sirviera para usar la cabeza, es decir, que más allá del necesario escapismo del baile, pudiera informar, proponer o denunciar; incluso hacernos solidarios.
Tras graduarse de abogado en Panamá y hacer un posgrado en Derecho en la Universidad de Harvard, fundó el partido Papa Egoró y fue candidato a la presidencia de su país, en 1994, ocupando el tercer lugar en las elecciones. En el 2000, fue nombrado embajador mundial de la ONU contra el racismo; y entre 2004 y 2009 fungió como ministro de Turismo de Panamá. Importantes universidades de Estados Unidos, como las de Berkeley, Lehman College y Berklee College of Music, le otorgaron doctorados honoríficos. El Ministerio de Cultura de España le concedió, en el 2018, la Medalla al Mérito en Bellas Artes.
Durante varios años intenté sin éxito entrevistar a Rubén Blades. Al tercer envión, he tenido suerte. Lo veo frente a mí en la pantalla y por momentos no puedo creerlo. “¡Es él!”, repito mentalmente. La generosidad de su tiempo nos permite regresar a su infancia, marcada por el amor y la brega cotidiana y sin vacaciones de sus padres, ella cubana, él samario, allá, en un hogar humilde y musical de la Calle Segunda Carrasquilla. Y por la influencia de su abuela Emma Blades Bosques, feminista, pintora, yogui y poeta dada a las prácticas espiritistas, quien le enseñó a leer y a pensar, como él mismo lo cuenta; y le habló de la muerte a los cuatro años, mientras veían pasar un cortejo fúnebre en la calle; y le inculcó el sentido de justicia que lo llevó a ser abogado. “Ella me metió la idea esa de que todos podemos ser parte de la solución si hacemos las cosas correctamente. Una idea que desde entonces ha orientado mi vida. La abuela Emma era del carajo”, dice orgulloso.
Nos detuvimos también en su amistad con Gabriel García Márquez, las anécdotas con Ismael Rivera y Tite Curet Alonso; su iración por Cheo Feliciano, la voz salsera que imitaba de muchachito; su postura sobre el Nobel literario que le dieron a Bob Dylan. Hablando de lo que viene, me anunció que vuelve a Colombia en julio y agosto, con una gira llamada ‘Viva la salsa’.
Blades publicará un libro de memorias y escribe un musical de teatro basado en su álbum 'Maestra vida'. Foto:Cortesía Rubén Blades
“El éxito sabe a dolor, sudor y esperanza. Muchas veces sabe a mierda. La fama es un lugar que se visita. No es un domicilio. Quien no lo entienda sufrirá y perderá su vida”, dijo Blades al recibir, en el 2021, un Grammy Latino de manos de Joaquín Sabina, quien de paso le agradeció elevar la salsa “a lo más alto de las bellas artes”. Según el cantautor español, Gabo le confesó una vez que “cambiaría Cien años de soledad por Pedro Navaja”. En el mismo acto, el roquero argentino Andrés Calamaro declaró: “Blades es como un Beatle, y Siembra es el Sgt. Pepper de la salsa”.
Carajo, es que Blades es tan grande que la Universidad de Harvard le pidió permiso para guardar, en un archivo que lleva su nombre, servilletas escritas a mano, papeles emborronados, maquetas de álbumes y todas las minucias que hagan falta para documentar su gloria musical. Blades es tan grande que termina esta entrevista dándome las gracias por insistir hasta lograrla, a mí, que desde los años ochenta le debo el gozo bailado.
En julio cumplirá 75 años. ¿Cómo se siente y cómo piensa celebrar esa fecha?
Por regla general no celebro mis cumpleaños. Pero hay gente insistiendo en que haga algo porque son 75. La verdad no tengo idea. Y aunque nunca he visto la edad como una limitación, llega un momento en el que se te van agotando los espacios y tienes que escoger lo que vas a hacer. A mi edad no sabes si tienes dos días, dos semanas o dos años más por delante, porque a cada rato ves que hay gente de tu edad que se muere, incluso gente más joven que tú. Los mañanas vienen con un signo de interrogación.
¿Le inquieta la muerte?
Nunca vi la muerte como una especie de cuco, quizás por haber pasado tanto tiempo con mi abuela. La muerte es parte de la vida, esa es la realidad. Lo que sí lamenta uno es no haber tenido más tiempo para hacer más cosas o para ser más útil.
Por cierto, ¿cómo va su libro de memorias?
Va muy bien, a pesar de las limitaciones de tiempo. Ya entregué el manuscrito y me pasaron los primeros cuatro capítulos para revisar correcciones. También la traducción al inglés, porque la idea es lanzarlo de una vez en español e inglés, incluido el audiolibro, que yo mismo voy a grabar. Pero al margen de esto, pienso publicar mis artículos periodísticos y de opinión. Y un libro de poesía. Y otro dedicado a las letras de mis canciones y a los pregones.
¿Podemos anunciar su libro de memorias para este año?
Creo que los editores querían sacarlo este año, pero no olvidemos que la pandemia afectó todo y yo estoy en una fila de autores a la espera de ser publicados. Si no es este año, será el próximo.
A estas alturas parece muy concentrado en contar su historia…
Así es, porque como me dijo Gabo antes de publicar Vivir para contarla, es mejor que uno cuente su propia vida antes de que venga otro y cuente quién sabe qué cosa. Por eso es bueno, a medida que uno se acerca a la curva esa, al gran después, al otro barrio, ir poniendo la casa en orden. De aquí que quiera terminar la adaptación de Maestra Vida para convertir ese álbum en un musical de teatro; y organizar los álbumes nuevos que estoy trabajando; y hacer varios documentales sobre temas que me interesan.
Blades rueda la octava temporada de la exitosa serie Fear the Walking Dead. Foto:Cortesía Rubén Blades
Usted nació como cronista en la canción El pescador, incluida en su primer álbum, de 1970. ¿Por qué específicamente en ese tema?
Ahí están esas observaciones de cuando salía con mi mamá o con mi abuela al mercado a comprar pescado. Memorias. Siempre he escrito sobre cosas de las que fui testigo o protagonista. En El pescador hago un primer intento por la crónica en el sentido de informar sobre algo que veo en la bahía de Panamá y uso esa figura de los pescadores, que ubico más adelante en otras historias que todavía no asomaban. Por ejemplo, solo hasta ahora sé que ese pescador está conectado con el tema Arayué, dedicado a una península que incluyo en el paisaje mítico de Hispanía, donde ocurren todas las historias que he narrado. Es que recién han empezado a surgir conexiones entre las canciones que escribo desde el 68.
¿Y cómo va en ese proceso de conectarlas unas a otras para narrar el lado B o si se quiere el detrás de cámaras de muchas de ellas?
Va bien. Ahora mismo estoy escribiendo una canción llamada Un día especial, que conecta al borracho de Decisiones, que es el mismo de Pedro Navaja, para explicar por qué aparece allí. ¡Todavía no sabemos a quién atropella ese borracho! La canción se llama así porque para ese atropellado se suponía que aquel iba a ser un día especial, un día que el borracho destrozó. Por otro lado, voy a presentar la canción en forma de rap, y para eso acudí a René [más conocido como Residente, ex Calle 13], quien me está ayudando con la producción; y a Nando Boom, un músico panameño que empezó con el dembow y que vino con el golpe ese del reguetón. El tema conecta elementos de canciones anteriores que nadie sabe que estaban ligadas, por ejemplo, el borracho de Decisiones es el mismo que se encuentra con los dos cuerpos al final de Pedro Navaja.
¿Y hablando de conexiones entre algunos de sus éxitos, cuándo tendremos Gente Despertando Bajo Democracia?
El año pasado di un concierto en Puerto Rico que duró cinco horas y media y luego otro en Panamá, a beneficio de la fundación de Danilo Pérez y Patricia Zárate, que duró seis horas. El de Puerto Rico lo grabé y ahí canté los siete temas de Siembra. Se grabaron en el mismo tono del original, hace 44 años.
Ya serían 45 años en el 2023…
Sí, correcto. Creo que voy a sacar un disco con ese 45 aniversario de Siembra grabado en Puerto Rico, que de paso sería el concierto más largo jamás hecho por un solo artista. Esto me sirve para ir agrupando los álbumes de corte social, donde incluiría temas originales como ese que mencionas, Gente Despertando Bajo Democracia. De esa canción, te adelanto que la gente que se levanta bajo democracia también está en problemas, porque el sistema como tal no funciona, al punto que muchos añoran el regreso de los militares y del autoritarismo.
Más allá de la izquierda o la derecha, usted se declara un humanista. ¿Le disgustan las ideologías?
Es que ya no hay gente ni de izquierda ni de derecha, ahora lo que hay son ambidiestros. Lo de las ideologías es una gran estupidez. Habrá quienes no estén de acuerdo conmigo porque las ideologías brindan un marco de referencia, etcétera, pero la palabra en sí me parece absurda porque las ideas mutan, evolucionan. Por eso prefiero ubicarme en la corriente humanista, es decir, aquella que se pregunta qué podemos hacer para preservar la noción humana de solidaridad y de justicia.
En el 2000, fue nombrado embajador mundial de la ONU contra el racismo; y entre 2004 y 2009 fungió como ministro de Turismo de Panamá. Foto:Cortesía Rubén Blades
La justicia como principio y atributo estrictamente humano…
Tal cual. La justicia no existe entre los animales. Y así sea por egoísmo o altruismo, es una abstracción que debemos perseguir, lo mismo que la compasión.
Y hablando de justicia, ¿por qué quiso ser abogado? ¿Para qué le ha servido serlo?
Me ha servido mucho y por distintas razones. Pero antes debo decir que fui el primero en mi casa con un título universitario. Hay una falacia que dice que vengo de una familia adinerada porque soy abogado. Pero ni mi mamá ni mi papá terminaron la escuela primaria. Así que la decisión de estudiar Derecho, asumo, surge de mis conversaciones con mi abuela Emma, quien siempre estuvo obsesionada con la idea de la justicia, de la participación de las mujeres en las decisiones colectivas, el voto femenino, etcétera. Todo eso me llevó, inconscientemente quizás, hacia la carrera que más se prestaba para defender o hacer cumplir esos ideales. También me influyó mucho un libro sobre Samuel Leibowitz, un abogado judío de Nueva York que en los años treinta defendió a nueve jóvenes afroamericanos acusados falsamente de violar a una mujer blanca en el estado de Alabama.
En su página web cuestiona duramente a quienes hacen política en Panamá. ¿Volvería a participar en unas elecciones?
Yo nunca he dejado de participar y por eso escribo lo que escribo. Pero pensar en una candidatura en un sistema corrupto me parece absurdo. El problema en Panamá es muy complejo y no es solo un problema de los partidos políticos, es un problema del país, del esquema. Habría que cambiarlo todo y para eso se requiere voluntad ciudadana. Más del 60 por ciento del patrón electoral panameño pertenece hoy a los partidos políticos, lo cual quiere decir que cerca de 1´700.000 personas apoyan a las pandillas que están desvalijando el país. Y en ese esquema clientelista no veo quién quiera votar por mí, un tipo que jamás ofrecería nada a cambio de un voto.
Han pasado más de 30 años desde que, en Plástico, usted cantó aquello de la “raza unida que Bolívar soñó”… ¿No cree que esa Latinoamérica ya no fue, teniendo en cuenta que lo de Panamá es endémico?
La posibilidad de la unión existe todavía. Lo que pasa es que estamos en un proceso de evolución. Yo estoy convencido, sinceramente, de que el bien vencerá al mal. Pero esa victoria no será un regalo. Es un proceso. ¿Desanima? Sí. ¿Frustra? Sí. Pero no es la vida de uno la que define el cambio; uno es apenas una parte de ese cambio. Y lo único que podemos hacer es tratar de dejar el mundo mejor de como lo encontramos.
El Ministerio de Cultura de España le concedió a Blades, en el 2018, la Medalla al Mérito en Bellas Artes. Foto:Cortesía Rubén Blades
Si pudiera implementar una política pública para mejorar la educación en nuestros países, ¿cuál sería?
Crear escuelas para desaprender. Necesitamos desaprender racismo, machismo, corrupción, falta de solidaridad, complejos de inferioridad, la idea de que otro es el que nos va a hacer el favor. Escuelas para desaprender. Para aprender, ya pensando en una profesión u oficio, hay que buscar qué nos interesa, descubrir qué habilidades tenemos y qué es lo que el país necesita.
Gabo fue uno de sus grandes amigos. Hablaban mucho sobre la relación entre salsa, cultura y literatura. ¿A qué conclusión llegaron?
Esas charlas las ampliamos con Carlos Fuentes y con Carlos Monsiváis. Gabo me decía “tú lo que eres es un cronista cantante, un cantador de historias, un periodista sonoro”. Y hasta me daba uno que otro consejo: “a la hora de escribir, arranca duro y termina duro”. Para él, lo mismo que para Fuentes, esa capacidad de hacerle ver al lector lo que le estás narrando era esencial. Es algo que apliqué en GDBD (Gente Despertando Bajo Dictadura), que, si hablamos de figuras literarias, es un cuento corto cantado. Es literatura cantada. Gabo entendía eso muy bien. Fue él quien me dijo que Homero, el autor de La Ilíada y La Odisea, también cantaba y que en la poesía épica griega era frecuente que un aedo o un rapsoda cantaran o recitaran de memoria llevando el ritmo con golpes de bastón. Por esta razón, ni Gabo, ni Fuentes consideraron nunca a la música popular como una expresión inferior de la cultura. Ni ellos ni yo creíamos en esas etiquetas.
Usted apoyó el Nobel literario para Bob Dylan, pero dijo que le hubiera gustado más un Nobel-literario-musical-americano que incluyera también a Chico Buarque y a Tite Curet Alonso…
Así es. La obra de Chico Buarque en Brasil es extraordinaria tanto en música como en literatura. Igual que la de Tite Curet, puertorriqueño y uno de los mejores escritores de canciones que hayamos tenido. Tite es autor de Las caras lindas, Anacaona, Plantación adentro y Periódico de ayer, entre muchas otras; y escribía sobre lo cotidiano a nivel popular y también sobre el amor. Para mí, la calidad de su obra merece el mismo reconocimiento. Es mi única crítica al premio que le dieron a Dylan: que debieron hacerlo inclusivo, americano de verdad, y no limitarlo a Norteamérica.
Ya que estamos conmemorativos, este año también se cumplen 30 años de la muerte de Héctor Lavoe. ¿Cómo lo recuerda?
La memoria que tengo de él es la de su sentido del humor. El Héctor de la voz cristalina, el compañero. La malicia que nadie más tuvo. Es lo que recuerdo de él en sus mejores momentos. Si no fuimos más cercanos fue por sus problemas de drogas, porque yo no andaba en eso y si tú no consumes, la gente que sí te ve como el aguafiestas. Me siento muy agradecido de haber participado de su éxito con mi canción El cantante, que grabó por sugerencia de Willie Colón. Nadie la ha cantado mejor.
Y con Willie Colón, ¿queda alguna esperanza de volver a verlos juntos en un estudio o en un escenario?
Ninguna. Eso no va a pasar.
“Gabo me decía: ‘tú lo que eres es un cronista cantante, un cantador de historias, un periodista sonoro’. Y hasta me daba uno que otro consejo: ‘a la hora de escribir, arranca duro y termina duro’”.
La historia con Cheo Feliciano es distinta. Usted lo imitaba al cantar, declaró siempre su iración por él…
Y la sigo declarando. Todos los días pienso en Cheo de una forma u otra. Para mí fue un gran triunfo personal que él me dijera que le gustaba lo que yo hacía, porque yo empecé simplemente copiándolo. Recuerdo que en el primer show que lo vi, que casualmente fue el mismo día que conocí a Tite Curet Alonso, yo me acerqué a Cheo y le dije “yo quiero ser como tú”; y él me agarró por los hombros, me miró a los ojos y me respondió, dulcemente: “no seas como yo, sé mejor que yo”. Eso nada más te dice la clase de persona que era. El día de su muerte, yo estaba durmiendo en mi casa y sonó el teléfono como a las cinco de la mañana. Pensé que había sido mi papá, porque a esa hora nadie llama. Pero cuando supe que Cheo había muerto me puse a llorar. Salí a hacer unas diligencias y al volver en la tarde sonó otra vez el teléfono. Me dicen “Gabo murió”. Fueron dos huevazos el mismo día de aquel abril. Después de la muerte de mi abuela y de mi mamá, ese ha sido el peor día que he tenido.
¿Es verdad que Ismael Rivera le aconsejó escribir los soneos a la hora de grabar?
Sí, eso fue cuando nos pidió a Héctor [Lavoe] y a mí que hiciéramos los coros para su álbum Esto sí es lo mío. Vi que Ismael llegó con un cartapacio y unos papeles y me dijo: “Rubencito, mira, guarda las improvisaciones para los shows en persona. Pero cuando vayas a grabar lleva una guía de lo que vas a cantar, de lo que ha sido importante para ti decir. O si has hecho en vivo soneos que sabes que son buenos, tráelos escritos al estudio y repítelos, porque muchas veces estás improvisando y luego se te olvidan. Así que escríbelos cuando vayas a hacer un disco porque el disco queda para siempre”.
En el documental Yo no me llamo Rubén Blades cuenta que tiene un hijo llamado Joseph Verne, al que reconoció en el 2015, y una nieta llamada Olivia. ¿Cómo le ha ido con esa faceta de padre y abuelo a estas alturas de la vida?
Fui yo quien insistió en que eso quedara en el documental, porque para mí esto fue una sorpresa tremenda. Hay una anécdota que no he contado, y es que mi hermana Melanie se hizo la prueba de ADN con Joseph y le mandó el resultado en un sobre sellado a mi papá. Y da la casualidad que cuando fui a visitarlo a él en Panamá, unos meses después, yo estaba revisando su correo y me encontré varias cartas sin abrir, entre ellas la que contenía el resultado de esa prueba. Estábamos en diciembre y mi papá la tenía sin abrir desde mayo. Ahí vi el resultado, que era indiscutible: 98,2 % de compatibilidad. Hasta entonces, no les había dado ningún crédito a los rumores que decían que tenía un hijo, pero apenas lo supe llamé a mi abogada y le pedí ar a Joseph para hacernos otra prueba, que no dejó ya ninguna duda. Cuando mi hijo, mi nieta y yo nos encontramos nos dedicamos casi un año a hablar, fuimos a Panamá para que conocieran a toda la familia, a mis amigos. Los traje a mi casa y les presenté a mi esposa, Luba. Después hice el anuncio oficial, sin dar excusas porque no las hay, y me los llevé a Puerto Rico, donde ofrecí un concierto para 19.000 personas. Antes de cantar Amor y control los llamé al escenario, y le hablé al público: “yo había dicho que no tenía hijos, pero estaba equivocado. Les presento a mi hijo Joseph y a mi nieta Olivia”. Ya te imaginarás la reacción de la gente cuando supo la verdad, justo en la antesala de ese tema.
Colombia ha tenido dos grandes referentes salseros a nivel mundial: Joe Arroyo y el Grupo Niche. ¿Qué tal le suenan?
Agrégame ahí a Fruko. Colombia tiene su propia interpretación de la salsa y en ella también se abordan temas como el barrio y la vida en las ciudades. Cuando escucho a Fruko noto la influencia de Richie Ray, y en ese sentido, él y gente como Joe Arroyo y Niche son grandes exponentes. Me alegra mucho que haya orquestas tan activas en Colombia o Venezuela; incluso en países como Turquía, Latvia o Israel. Eso demuestra que el fenómeno de la salsa está por todas partes.
Y que está vivo…
Vivísimo. Es música de o. Y ese o reafirma la necesidad de trabajar en conjunto. Es una metáfora de vida en el sentido de que tenemos que ser manos, no dedos. La salsa tiene otra cosa muy bonita y es que es para todas las razas, edades y nacionalidades. No tiene fronteras. Por eso va a continuar. No va a morir nunca.
La edición #125 de la Revista BOCAS está en circulación desde el domingo 26 de febrero de 2023. Foto:Revista BOCAS
Esta entrevista fue realizada por Juan Martín Fierro