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“Soy la mujer más rápida del mundo”: Tatiana Calderón
BOCAS habló con piloto colombiana que es la primera latinoamericana en conducir un Fórmula 1.
Tatiana Calderón, piloto colombiana. Foto: Revista BOCAS
Tatiana vio de frente el accidente. Venía dos segundos detrás de su compañero de equipo, Anthoine Hubert, que en un descuido perdió el control de su auto, quedó detenido sobre la pista y recibió el impacto del monoplaza que conducía el piloto ecuatoriano Juan Manuel Correa, a 218 kilómetros por hora.
“Vi cómo se le descolgó la cabeza. Vi cómo su carro quedó partido por la mitad. Inmediatamente, empecé a gritar por la radio, porque sabía que el golpe había sido grave. Empecé a decir: ‘Díganme que él está consciente, díganme que puede hablar’. Pero nadie me contestaba. Cuando se detuvo la carrera y entré a los pits, todos estábamos paralizados. Poco después le comunicaron a nuestro jefe de equipo lo que no queríamos oír. Y él, claramente, no sabía cómo darnos la noticia. Miraba a los ingenieros y a los mecánicos, hasta que dijo: ‘Anthoine está muerto’. Ahí me derrumbé”, recuerda Tatiana.
El incidente —en el que además el piloto Correa sufrió la fractura de sus dos piernas y una lesión en su columna vertebral— sucedió el sábado 31 de agosto del 2019, en el circuito de Spa-Francorchamps (Bélgica), mientras se disputaba una de las válidas de la Fórmula 2.
Como es apenas lógico, la piloto bogotana pensó esa tarde que su carrera no tenía ningún sentido. Por fortuna, su familia la había acompañado en aquel circuito, precisamente por lo cual mamá, papá e hija mayor se reunieron con ella y le dijeron que cualquier decisión que quisiera tomar sobre su futuro, ellos la apoyarían.
Tatiana simplemente pudo responder que Anthoine siempre había hecho lo que más le gustaba, que ahora la miraba desde el cielo, pero que era sencillamente devastador saber que la gente a la que él dejaba estaba sufriendo.
En esas cavilaciones andaba sumida cuando, a la mañana siguiente, los padres del piloto francés entraron a la habitación del hotel donde se hospedaba su hijo, justo al lado de la habitación de Tatiana, con el fin de recoger sus pertenencias. Ella los saludó, los abrazó y volvió a quebrarse. Al otro día, fue al hospital a visitar al piloto ecuatoriano, que para colmo de males también había sido su compañero en otro equipo y que, según le habían dicho, era posible que perdiera sus piernas. Entonces se encontró con la noticia de que estaba en coma. Y de nuevo al llanto.
Tomás Uribe es una de los cinco personajes de la edición 105 de Revista BOCAS, publicada en abril de 202, en la que la piloto colombiana Tatiana Calderón es portada. Foto:Revista BOCAS
Así, con esas sombras negras, tuvo que correr el siguiente fin de semana. Y luego otra carrera y luego otra. Pero siempre que se bajaba del auto, se echaba a llorar. Entonces necesitó trabajo psicológico para poder seguir adelante. No había podido hacerle duelo a la muerte de su colega. Algo no encajaba.
La primera vez que corrí un nacional, un papá reunió a varios de mis contrincantes y les dijo, al frente mío, “Si la mechudita les gana, les voy a comprar peluca a todos”. Y les gané
Finalmente, meses más adelante, pudo superar el trauma y continuar así con una carrera más que irable, con la que es la carrera más brillante e importante de una mujer piloto en Colombia y, probablemente, en Latinoamérica.
Bogotana (29 años), Tatiana Calderón Noguera es una estrella del automovilismo mundial. Desde hace una década vive en España —su abuelo era de Palma de Mallorca— y por eso tiene la doble nacionalidad. Pero su licencia de piloto es colombiana, “siempre lo será y eso no va a cambiar”, dice.
Hincha desenfrenada de Roger Federer —ha ido a verlo varias veces y guarda una pelota firmada por el tenista suizo— y del Real Madrid —cada vez que puede va al estadio Bernabéu—, Tatiana responde esta entrevista desde su apartamento en Tokio, donde hoy corre la Súper Fórmula Japonesa, convirtiéndose así en la primera mujer en disputar ese certamen.
De hecho, ostenta varios títulos que comienzan con “primera mujer en”, tres de ellos del siguiente calibre: ha sido la primera mujer en alcanzar un podio en la Fórmula 3 Británica, ha sido la primera mujer en participar en Fórmula 2 y, tras ser contratada por Alfa Romeo Sauber F1 como piloto de desarrollo, ha sido la primera mujer latinoamericana en conducir un Fórmula 1. Sí, en la F1.
Después de presenciar la muerte de su amigo y compañero de equipo, Anthoine Hubert, ¿qué tanto revaluó su profesión? ¿Pensó en retirarse? ¿Pensó que hasta ahí llegaba el sueño de la Fórmula 1?
Uno sabe que lo que está haciendo es peligroso, pero nunca me imaginé que yo iba a vivir algo así. Yo vi el accidente, vi todo el golpe y me dio durísimo porque Anthoine tenía una familia tan bonita como la mía, viajaba con su hermano, como yo con mi hermana, y siempre aparecían sus padres, como aparecían los míos. Cuando sucedió el accidente tuve que replantearme muy bien lo que quería hacer con mi carrera. No sé si estaba al borde de renunciar al sueño Fórmula 1, pero sí me pregunté: “¿Por qué la vida me pone a mí esto?”, y me di cuenta de que precisamente no estaba disfrutando tanto como debería de las carreras porque me estaba centrando demasiado en el resultado, porque me estaba poniendo presión agregada que nadie me la estaba poniendo más que yo misma.
¿Cómo se le da vuelta a una tragedia de este tipo para poder seguir adelante?
Empecé a quitarme un montón de presión, a decirme: “¡Qué afortunada soy de tener esta oportunidad de poder disfrutar cada vez que estoy arriba de un carro!”. Porque uno no sabe qué le puede pasar mañana. Me volví a preguntar: “¿Qué quiero hacer?”. Y la respuesta fue: “Yo quiero seguir arriba de un carro de carreras porque eso es lo que me hace feliz”.
¿Supongo que tuvo un importante trabajo sicológico para poder salir de esa tristeza?
Sí, porque a lo largo de varios meses, después de correr, me ponía a llorar. Y yo decía: “¿Qué pasa?, yo quiero seguir corriendo”. Pero es que el impacto es tan grande que hay que saberlo asimilar. Pienso mucho más en Anthoine de lo que algún día creí. Siempre que estoy arriba de un carro, ahí está él. Es el mejor compañero que he tenido y del que más he aprendido.
¿Ha sufrido algún choque grave con el que haya sentido miedo?
Una vez me pegué duro en un óvalo en Iowa y me quedó doliendo la cabeza como tres días. No tuve miedo, pero sí le coge uno respeto al tema. Gracias a Dios no he tenido ningún golpe grave.
Vamos a sus inicios. Entiendo que su primer juguete de motor, cuando tenía seis años, fue una moto Yamaha 50. ¿Cómo es que a esa edad ya estaba sobre una moto?
Era rosa, que no es exactamente mi color favorito. Era de mi hermana y sí, tenía como seis años la primera vez que me monté. Mi papá nos la dio porque era un sueño que él nunca pudo cumplir. Siempre quiso darnos a nosotros esa oportunidad.
¿Cuándo condujo por primera vez un kart?
Mi hermana me llevó muy chiquita a una pista de alquiler de karts que había cerca de nuestra casa. Probé, me gustó y entonces empezamos a ir todos los días después del colegio.
¿Es cierto que su hermana Paula se retiró del kartismo para darle paso a usted?
Sí, cuando la cosa se puso más seria, ella se retiró para que los recursos se concentraran en mi carrera. Desde chiquita empecé a ir a Estados Unidos y luego a Europa, y ella siempre apoyó hasta que, desde hace ocho años, está siempre junto a mí. Es mi soporte.
¿Recuerda su primera gran competencia?
En Villavicencio. Era la primera vez que salía de Bogotá. Ese día es de los mejores recuerdos de mi vida porque pude descubrir que podía mejorar por mí misma.
Es que lo subestiman a uno. Creen que por ser mujer no sé nada de carreras y no sé nada de la parte técnica. Cada vez que llego a un equipo nuevo es empezar de cero
¿Recuerda la primera carrera que ganó, en qué año y en qué categoría?
En la Easykart, en el 2004. Fue la primera carrera que gané en Tocancipá y la primera vez que era líder de una carrera. Recuerdo que en una válida me sacó un niño y quedé fuera de la carrera, yendo primera. Me acuerdo de haber salido superbrava, llorando. Al día siguiente, lo único que quise hacer fue ponerme detrás de él y sacarlo para que sintiera lo mismo que yo había sentido. Y lo saqué, porque era la única forma en que me iban a empezar a respetar, aunque me sentí mal porque a mí me gusta ganar limpio.
¿Y la primera vez que corrió en Estados Unidos en los karts?
Jacksonville, Florida. Un equipo se acercó y nos dijo que por qué no intentábamos en Estados Unidos, que allá se aprendía mucho. Fui y descubrí otro mundo. Entonces pedí seguir compitiendo allá y, gracias a Dios, mi familia pudo apoyarme.
¿Muchos sacrificios de sus padres?
Todo el tiempo. Desafortunadamente este deporte es de los más caros del mundo y no depende solo de uno, sino del material que tenga, del a los mejores motores, a mejores equipos. Entonces, mis papás empezaron a hacer muchísimos más negocios a ver cómo lograban sacar más dinero para darme mejores posibilidades. Recuerdo que una vez necesitábamos llantas nuevas y mi papá decidió hacer una inversión en la bolsa, pero nunca supe bien cómo fue eso. Yo solo preguntaba: “¿Cuánto dinero nos queda para poder seguir compitiendo?”. Aún no teníamos patrocinador.
Kia fue su primer patrocinador, ¿cierto?
Sí. Mis papás trabajaban con Kia y por eso me patrocinaron.
Desde pequeña, usted tuvo que lidiar con el machismo. De hecho, los papás de sus rivales detestaban que una niña les ganara.
Nos decían que habíamos hecho trampa, que no podía ser que una niña ganara, que yo tenía el motor ‘premiado’. Y a mi papá no le podía dar más rabia, hasta que un día dijo: “¡Con que Tatiana tiene el motor ‘premiado’!, entonces rifemos los motores”. Y así hicimos y me tocó el motor que quedó último. Y gané. Y así les gané un año completo que estuvimos rifándolos. Incluso, la primera vez que corrí un nacional, un papá reunió a varios de mis contrincantes y les dijo, al frente mío, “si la mechudita les gana, les voy a comprar peluca a todos”. Eso fue motivación extra para mí. Y les gané.
Fue a los 16 años, cuando gané el campeonato de karts de la costa este de Estados Unidos. Fue de los triunfos más bonitos de mi carrera porque fue mi primer título internacional. Ahí vino la pregunta de mis papás: “Después de graduarte, ¿qué vas a estudiar?”. Entonces tuve que decir: “Yo me quiero dedicar a las carreras”. Luego me uní a un equipo de Canadá con el que logré ganar una carrera de duración. Y luego nunca más paré.
¿Cómo hizo con el colegio donde, además, se graduó como la mejor del curso y con honores?
Mis papás me dijeron: “Si quieres carreras, no puedes perder ninguna materia en el colegio”. Y yo desde pequeña entendí esa responsabilidad. Yo respondía y los profesores accedían a darme los permisos para poder viajar. Entonces hacía las tareas en el avión y los exámenes desde el hotel. Además, después de semejante esfuerzo que hacían mis padres, lo mínimo era cumplir, y cumplir bien.
¿Cuándo dio el salto de los karts a las otras especialidades del automovilismo?
Lo primero que hice fue prototipos en Europa en la categoría Radical. Ahí hice 10 podios en la temporada. Luego volví a Estados Unidos y corrí por primera vez en monoplazas el Star Mazda. Ahí estuve en el podio en dos ocasiones, fui la primera mujer que estuvo en un podio en esa categoría, y entendí que era posible llegar a ser profesional y aspirar a uno de esos asientos que uno ve un poquito lejos.
En el 2011 usted llegó a la Fórmula 3. ¿Ya tenía en su mira la Fórmula 1?
Estábamos con mi papá en un aeropuerto y vimos la noticia de la muerte del piloto Dan Wheldon en un óvalo en Indy Car. Entonces mi papá me dijo: “No quiero volverte a ver en un óvalo nunca más”. Y como mi sueño siempre ha sido la Fórmula 1, entonces dijimos vayámonos para Europa, que allá está el mejor nivel y allá es donde a uno le pueden dar las oportunidades para ir a Fórmula 1. Entonces decidimos hacer esa Fórmula 3, primero en España y luego en Inglaterra.
En el 2013, cuando usted tenía 20 años, fue la primera mujer en subirse a un podio de la prestigiosa Fórmula-3 británica. Y en la mítica pista de Nürburgring.
Ha sido uno de los mejores momentos de mi carrera. Es que ya necesitaba un resultado así. Había sido un año muy duro y no se me daban las cosas. Y esto ya significó algo y la gente empezó a notarme, como que “la niña no va tan mal”.
En ese año usted corrió más de 50 carreras. ¿Por qué tanto?
Porque también había ido a Nueva Zelanda a correr una prueba que se llama la Toyota Racing. Allá pasé tres meses en donde había tres carreras todos los fines de semana. Y sirvió mucho porque cuando uno está más activo es cuando tiene más nivel.
En el 2015, apareció en su vida la escudería Telmex, que les apuesta a talentos jóvenes latinoamericanos. Ahí conoció a Carlos Slim y entiendo que, desde entonces, él vive pendiente de su carrera.
Me habían invitado a hacer una carrera en Cancún, donde había varios pilotos latinoamericanos, muchos de ellos de la escudería Telmex. Como yo gané esa carrera, Carlos Slim se me acercó y me ofreció “la ayuda que necesites”. Desde entonces hago parte de la escudería Telmex y él, cada que puede, me habla, ve mis vueltas a bordo, va a determinados circuitos: es muy buen hincha. Alguna vez hemos cenado en México. Estar asociado con alguien así es un privilegio.
¿Es cierto que en el 2015, en la Fórmula 3, un ingeniero le dijo: “Cuando el semáforo está en verde, aceleras”. ¿Tan así ha sido el trato por ser mujer?
Ese tipo era especial: era el dueño del carro, era el ingeniero y el mecánico, y supongo que pensó: “Mi carro lo va a conducir una niña”. Entonces me hablaba así: “No vayas a pasar al safety car” o “cuando el semáforo está en verde, aceleras”. O sea, lo básico. Es que lo subestiman a uno. Creen que por ser mujer no sé nada de carreras y no sé nada de la parte técnica. Cada vez que llego a un equipo nuevo es empezar de cero.
Una cosa que me desespera es cuando sacan el premio ‘categoría mujeres’. ¿Para qué sacan eso si soy la única mujer? Estoy aquí para demostrar que compito al más alto nivel y que quiero ganar
¿Hay machismo de parte de sus contrincantes?
Menos. Pero, por ejemplo, Diego Menchaca, un piloto mexicano que es superbuena gente, se sinceró conmigo y me dijo: “Cuando tú me pasaste, me dolió el triple que si me pasara cualquiera”. Yo le dije: “Pues gracias por tu sinceridad porque yo creo que hay muchos que les duele más que sea una mujer la que está por delante”.
¿Existe también una cierta discriminación desde el acondicionamiento del auto?
De hecho, yo soy parte de la Comisión de Mujeres de la FIA y hemos discutido varias veces el tema del diseño de los carros, no solo los de carrera, sino los del día a día. Uno ve mujeres que se están tragando el timón y es porque nuestras piernas son más corticas. Y en el carro de carreras es parecido, por ejemplo, el grip del timón es gordísimo y hay algunos que no me dejan cerrar los dedos y me acalambraban las manos. Tuve que hacer un grip especial. El tema es que no puedes hacerles ninguna modificación a los autos porque está fuera del reglamento, entonces te pueden descalificar por eso. Así que siempre tengo que pedir que me homologuen varias cosas, como los pedales, el timón, la caña de dirección, entre otras.
¿En qué otro aspecto usted ve rasgos machistas en el automovilismo?
Una cosa que me desespera es cuando sacan el premio ‘categoría mujeres’. ¿Para qué sacan eso si soy la única mujer? Yo estoy aquí precisamente para demostrar que compito al más alto nivel y que quiero ganar contra los mejores. Me ha tocado decir que no quiero esos premios.
Una vez usted fue escalando las categorías, también su acondicionamiento físico tuvo que cambiar. ¿Es cierto que una vez llegó a la Fórmula 3 sufrió severamente por los trabajos físicos?
Sí, claro. Una tortura. Para comenzar en la F3 me tocó estar un par de meses sentada en una máquina dos horas en la mañana y dos horas en la tarde para alcanzar a estar lista para la temporada. Cuarenta kilos de peso en el cuello, hasta que ya no pude mover el cuello. De hecho, tuve una lesión fuerte en uno de los hombros porque yo estaba en una lucha contra el tiempo y era muy demandante físicamente. Recuerdo a mi hermana poniéndome Voltarén y envolviéndome en vinipel para que absorbiera bien. Lloré varias veces de dolor y de frustración porque no sabía si iba a estar lista para la primera carrera.
¿Cómo llegó a ser piloto de desarrollo de la Fórmula Uno en el 2018?
Todo fue gracias a los puntos que logré en la GP3, que es el escalón por debajo del campeonato de Fórmula 2. Una periodista y fotógrafa me consiguió una cita con Monisha Kaltenborn, jefe de equipo de la escudería de Fórmula 1 Sauber. Después de varios correos, ella me visitó. Luego, me siguió llamando hasta que me invitó a Suiza a las instalaciones del equipo. Y ese mismo día firmamos un contrato como piloto de desarrollo. Mi sueño.
El 30 de octubre del 2018, en México, usted se subió al Sauber C37, siendo la primera latinoamericana en pilotar un monoplaza de la Fórmula 1. Esta vez lloró de alegría.
Fueron días de muchas emociones. Muchos años de preparación y uno no sabe si lo que hizo va a ser suficiente. Lloré por todos los sacrificios que hizo mi familia, que hice yo, que hizo mi equipo para ese día. Lloré porque dije: “No puedo creer que hoy voy a estar montada en un Fórmula 1 y que el carro tenga mi nombre y que estén todos estos 30 ingenieros y todos los medios de comunicación por mí, por haberme ganado este espacio”. Muy emocionante. Muy especial.
¿Es cierto que se le quedó la acreditación para entrar a manejar el monoplaza?
Al llegar al circuito en la puerta me dijeron: “¿Dónde está tu pase?”. Y explíqueles que yo era la que iba a manejar el carro: “Les juro que yo soy la piloto”. Lo chistoso es que en medio de todo ese glamur de la F1, después de dar mis giros, de la rueda de prensa, de todo, salimos con mi familia, con el casco debajo del brazo, a pedir un Uber. ¡Y consiga un Uber en hora pico en México! [Risas].
Después de México usted hizo otra prueba en Fiorano (Italia), el circuito privado de la Ferrari. Ya en las grandes ligas, ¿no?
Normalmente, los pilotos hacen una preparación en un carro viejo de Fórmula 1 y después lo montan a uno en el actual. Pero a mí me hicieron al revés, me montaron en el actual en México y, después, en Italia, en uno más viejo. Solo se podían dar veinte vueltas, cien kilómetros. Me estaban poniendo a prueba, querían ver de qué era capaz y cómo respondía a los cambios. Apenas prendieron el motor, que es un V8 de la Ferrari, los vecinos del pueblo se volcaron a la pista a verme. Todos esos días fueron muy especiales porque hice muy buenos tiempos, porque me tomé confianza en la Fórmula 1.
En el 2019, usted dio el salto a la Fórmula 2 y se confirmó como piloto titular del equipo BWT Arden, siendo la primera mujer en participar en dicha categoría. Sin embargo, no fue una buena temporada. ¿Qué pasó?
Fue la peor temporada de mi carrera. Y en todo sentido, en lo emocional, en los resultados, en las decepciones, en la muerte de Anthoine. Tuve que firmar con un equipo con el que yo nunca había probado y me tocó un ingeniero que no me gustaba nada. Además, me dieron un carro con el que nunca me sentí cómoda y, encima de eso, rosado. Creo que nunca más quiero tener un carro rosado en mi vida.
Pero en el 2020, antes de la pandemia, se le apareció un ángel, un patrocinador de teléfonos, y fue confirmada como piloto titular del equipo Drago Corse, de Honda, para disputar la temporada 2020 de la Súper Fórmula Japonesa, convirtiéndose, una vez más, en la primera mujer en disputar ese certamen.
Como dicen, Dios aprieta, pero no lo desampara a uno. Justo cuando creí que no tenía nada conocí a Jonathan Kendrick, dueño de los teléfonos ROKIT, y me dijo que él quería apoyarme para hacer la Súper Fórmula en Japón. Y por eso estoy aquí en Tokio. Paralelamente, entré al equipo de mujeres, al volante de un Lamborghini Huracán. Con él corrí las 24 Horas de Daytona, pero el auto tuvo fallas y tuvimos que retirarnos.
Imposible no preguntarle si ha padecido el machismo japonés.
El otro día me dijo la mánager japonesa: “El dueño de este equipo me preguntó que si realmente tú eras una mujer, porque ibas demasiado rápido”. Yo le dije: “Es el mejor cumplido que me han hecho en toda mi carrera”. En fin, poco a poco van aceptando y se van abriendo más puertas para nosotras en este deporte.
Desde hace más de diez años usted vive fuera de Colombia, pero corre con licencia colombiana. ¿Le han pedido correr para otro país?
Alguna vez ha surgido la posibilidad de correr por España, pero yo siempre he querido correr por Colombia. Y eso no va a cambiar, además de que tengo el apoyo del Ministerio del Deporte en Colombia.
Lloré por todos los sacrificios que hizo mi familia, que hizo mi equipo para ese día. Lloré porque dije: ‘no puedo creer que hoy voy a estar montada en un Fórmula 1 y que el carro tenga mi nombre’
Entiendo que fue una competidora muy agorera y que corría con los mismos guantes de la suerte y la misma ropa interior de la suerte. ¿Aún tiene esas cábalas?
Ya no. Hace un par de años atrás dije: “No más con esto”, porque, primero, se me habían dañado ya los calzones de la suerte y no podía usar lo mismo y, segundo, yo no podía pensar más en eso. Me acuerdo que mi abuelita me cosía mis calzones de la suerte, que me ponía todos los domingos para ir a correr los karts en Colombia [risas]. Pero, eso sí, sigo haciendo algo, y es que siempre me monto por el lado derecho del carro, nunca por el izquierdo. Es lo único que tengo como ritual.
¿Cuál es el triunfo más significativo de su carrera?
Un podio que hice en la World Series Fórmula V8 3.5. Yo creo que ese fue el podio que convenció al actual jefe del equipo Alfa Romeo Racing de que yo podía hacer un test en un Fórmula 1. Él estaba ahí y, cuando vio que podía hacerlo en ese carro, sé que dijo: “Bueno, está bien, le voy a dar la oportunidad de manejar un Fórmula 1”.
Entiendo que Juan Pablo Montoya es su ídolo en el mundo motor. Hace poco, en su debut en las 24 Horas de Le Mans corrió contra él. ¿También fue cumplir un sueño?
Primero, pocos pueden decir que terminaron en su debut en las 24 Horas de Le Mans. Y segundo, correr contra tu ídolo no es algo que pase todos los días. Montoya se me acercó y la noche antes de correr me dio consejos en los pits. ¡Un grande!
Por costos y oportunidades, dicen que el automovilismo es el deporte que más frustrados produce en todo el mundo deportivo, ¿qué tanto se ha frustrado usted en esta carrera?
Mucho. Primero, el hecho de ser mujer me ha quitado oportunidades, porque creen menos en uno. Luego está la parte económica, si tú no tienes el dinero para ir a los mejores equipos, pues puedes ser el mejor piloto del mundo, pero no llegarás. Entonces tienes que aprender a sobrellevar esa frustración. Si tu carro es capaz de ser el décimo como mejor resultado, pues el día que quedo décima estoy muy feliz porque le saqué el máximo a mi carro y saqué el máximo de mí.
¿Ha salido con pilotos?
Creo que solo en los karts, con dos contrincantes. Luego, de mis rivales, no quiero a ninguno, no les quiero ceder ni un milímetro. Entonces, siempre he tratado de separar mucho esa parte sentimental y de centrarme en lo deportivo mientras tenga esa oportunidad.
¿El automovilismo la ha alejado de los noviazgos?
Sí, porque el tiempo que tengo es contado y nunca estoy mucho tiempo en mi casa. Siempre estoy fuera, viajando. Para mí la prioridad es mi entrenamiento, concentrarme en lo que tengo que hacer y no estar pensando otras cosas por ahí. Si llega, pues que llegue naturalmente, pero no me preocupa.
Desde 1992 no llega a competir una mujer en los premios de la Fórmula 1. ¿Usted será la siguiente?
Yo me siento cada vez mejor preparada para que me den la oportunidad de correr en la Fórmula 1. Solo hay veinte asientos y sé que es difícil llegar a ese último escalón, pero no imposible. Y es por eso que sigo en los monoplazas. Yo estoy segura de que si puedo hacer un buen trabajo aquí, pues las puertas se me abrirán, no sé si en los próximos dos o tres años.
¿Usted es la mejor piloto del mundo?
Hoy día, considero que soy la mujer más rápida en monoplazas y la que tiene más posibilidades de llegar a Fórmula Uno. Creo que soy la mujer más rápida del mundo. En un monoplaza, sí.
Apertura de la entrevista de Tatiana Calderón en la edición impresa de Revista BOCAS, publicada en abril de 2021. Foto:Revista BOCAS