Rodeado de más de 3.000 carros, de aviones y Legos, Ignacio Londoño, un ingeniero civil de 63 años, dedicado a la construcción, ha pasado los mejores momentos de su vida armando una colección que lo apasiona en su Manizales del alma.
No recuerda el día exacto que comenzó su afición, pero sabe que fue entre los caminos de tierra y arena que sus amigos y él construían mientras imaginaban travesías en sus pequeñas ‘naves’. Para personalizar los automotores, los niños les sacaban el esmalte a sus madres y hermanas y así los pintaban de su color favorito.
Mi gusto es tal que hoy me dedico a la construcción, en parte porque puedo estar rodeado de carros y camiones
Y aunque la infancia es cosa del ayer –hoy, casado, y padre de dos hijos, de los cuales uno falleció–, sigue refugiándose en ese mundo miniatura que fue creciendo mucho más en su casa en Valles de la Alhambra cuando comenzaron a salir las colecciones de EL TIEMPO. “Mi gusto es tal que hoy me dedico a la construcción, en parte porque puedo estar rodeado de carros y camiones”.
Recuerda que los primeros modelos que tuvo fueron los de Matchbox, los más famosos de la época. “Unos los compraba y otros me los regalaba mi familia. Ya ni me acuerdo cuánto me costaban. Ahí también me empezaron a gustar los carritos de construcción y ahora tengo muchos. Recuerdo que cargaba las volquetas de arena”.
A pesar de que Ignacio fue creciendo, su gusto se quedó y ya, con recursos, tenía con qué comprar más piezas. “Tuve una crisis como a los 18 y deseché a varios. Me pesó toda la vida hacer eso. No sé por qué lo hice”.
Lo cierto es que después de esa mala racha siguió creciendo su colección cada vez con carros más sofisticados, marca Burago y a escala más grande. “Cuando tenía unos 25 años guardaba mi tesoro, pero mal tenido, en cajas. Luego ya me puse las pilas y le hice una estantería”.
A pesar de sus cuidados, algunas piezas se le deterioraron. “Es que cuando hacían aseo en la casa, pues, se caían y muchos terminaron dañándose. Entonces comencé, con mucha paciencia, a repararlos. Finalmente, modifiqué la estantería y le puse vidrio para no dejar entrar el polvo”. Día a día era más dedicado. Los saca, los desarma, los limpia con agua y otra vez los pone en su sitio. La idea es que queden perfectos. Para esto se convierte en todo un cirujano. Se arma de destornillador, pinzas, brochas y una bayetilla de microfibra y así, a punta de alcohol, saca de ‘cuidados intensivos’ a sus amores y los pone a rodar.
Recuerda que la primera colección de EL TIEMPO que comenzó a hacer fue la de ‘Los carros más queridos de Colombia’. Así consiguió el Renault 4, un Toyota y un Jeep Willys. Luego hizo las de los aviones, que la completó y las otras dos fueron del Rally Dakar. “Yo siento que me transformo y me transporto a otro mundo. Me imagino dentro de los carros, incluso en los de construcción. También tengo muchos de Fórmula 1”. Y como si fuera poco, también tiene Legos cuyas piezas ensambla hasta tener el vehículo deseado.
Su satisfacción más grande, además de llegar a su casa y ver su obra maestra, es la de mostrar su colección a los invitados de la familia. “Les cuento historias, hay unos que se interesan más que otros. También me gusta cuando hay ferias de coleccionistas, trato de ir a verlas. A veces en la Feria de Manizales hacen eventos”.
A pesar de que Ignacio dice que ya cumplió su mayor sueño que es tener su colección, dice que así suene a “sobar chaqueta” le encantaría conocer a José Clopatofsky, pues sabe que, como él, ama los carros. “Yo veo todos los live que él hace, sigo y leo sus historias y además tiene una colección espectacular. Es que a mí me gustaría saber de otras compilaciones en el mundo”.
También quiere conocer el Museo Aéreo Fénix, que está ubicado en el Valle del Cauca. “Sé que hay modelos en escala pequeña y grande y que es espectacular. También que hay un tren de juguete, uno de los más grandes del mundo”.
Este manizalita ha podido darle rienda suelta a su imaginación gracias a que toda su familia lo apoya e incluso le regalan de cumpleaños y Navidad nuevas piezas. “Este fin de año me dieron un Lego y un Toyota que era como el de mi suegro, de color azul”.
Afirma que las colecciones de EL TIEMPO fueron para él un motor para su experticia actual y que así mismo le puede pasar a más personas. “Es una afición sana, bonita, como las de antes. Uno vuelve a nacer cada vez que limpia un carrito. Yo siento que las personas que coleccionan son especiales, logran encontrarse consigo mismos”.
El próximo jueves 25 de enero circula el Porsche 911 de 1964, el segundo modelo de un total de 16 de la nueva Colección Autos Clásicos de EL TIEMPO Y Motor.
Carol Malaver - Subeditora Bogotá
EL TIEMPO
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