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‘El exilio es una realidad olvidada, mas no inexistente’: Carlos Beristain

El comisionado de la Verdad  habla sobre el drama de más de medio millón de colombianos que huyeron.

El comisionado Beristain (centro) junto a Francisco de Roux en un encuentro con víctimas.

El comisionado Beristain (centro) junto a Francisco de Roux en un encuentro con víctimas. Foto: Comisión de la Verdad

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Varios años antes de ser designado como el único comisionado de la Verdad extranjero, el español Carlos Martín Beristain ayudó a salir del país a un defensor de derechos humanos que estaba en peligro de muerte. Cuando le asignaron la misión de esclarecer cómo fue el exilio colombiano por cuenta del conflicto, el testimonio de aquel hombre fue uno de los primeros que recogió, y desde entonces no ha parado.
Su equipo ha escuchado a más de 2.000 personas en países de Europa, Suramérica, la región andina y Centroamérica, y preparan un capítulo del informe final de la Comisión de la Verdad que retratará una violación a los derechos humanos que ha pasado casi inadvertida en el país.

Poco se habla del exilio, pese a ser uno de los hechos que más marcó el conflicto colombiano. ¿Qué han logrado reconstruir sobre sus consecuencias en las víctimas?

La primera cuestión es que el exilio colombiano es una realidad olvidada, mas no inexistente en el país. Ha sido la última oportunidad que mucha gente ha tenido para defender su vida, y su impacto es un enorme desgarro en el proyecto de vida, en los afectos, en los vínculos. Hay un patrón muy fuerte de desprotección del Estado, porque a los exiliados no les pasó un hecho victimizante y salieron del país, sino que les pasaron muchas cosas más. Algunos han sufrido desplazamiento forzado, pero también amenazas, la tortura o muerte de familiares, secuestros, etcétera. Todo eso ha sido parte de la experiencia anterior, que la he llevado la gente a tener que salir del país.

Y a eso hay que sumarle que es una violación de derechos humanos que no tiene reconocimiento en el país…

Así es. Si uno ve, a las víctimas que están en el exterior y han tenido reconocimiento por la Unidad de Víctimas (cerca de 20.000) no se les reconoce por el exilio sino por otros hechos victimizantes. El exilio como tal no tiene ningún valor, no está reconocido en la Ley de Víctimas, y eso hace que si una persona se desplaza, por ejemplo, de Chocó a Medellín, sí sea reconocida, pero si tuvo que salir de Ipiales (Nariño) a Ecuador y de allí a Australia, no lo sea. Eso es muy grave porque el exilio es la segunda victimización más importante en Colombia, después del desplazamiento forzado.

De hecho, el número de víctimas no es del todo claro. ¿Establecieron alguna cifra?

Cuando uno le pregunta a la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) cuántas personas con necesidad de protección internacional colombianas han salido por motivos del conflicto armado, las cifras oficiales, hasta ahora, decían que medio millón de colombianos y colombianas. Nosotros vamos a poder decir bastante más. Estamos trabajando para consolidar datos fiables, pero lo que puedo adelantar es que la cifra es mucho mayor.
El comisionado Beristain es médico y psicólogo y tiene vasta experiencia en atención psicosocial de víctimas en el mundo.

El comisionado Beristain es médico y psicólogo y tiene vasta experiencia en atención psicosocial de víctimas en el mundo. Foto:Comisión de la Verdad

¿Y qué se enfrentaron y enfrentan todas esas personas?

Te quedas sin el derecho de ciudadanía, porque tienes que salir de tu país y dejas de ser un ciudadano con derechos en cualquier otro lugar. Tienes que empezar a llamar a la puerta de instituciones o de países para ver si hay un reconocimiento. Además, muchos piensan que ser exiliado es salir a pedir refugio… eso implica convencer al otro de que tú dices la verdad, de que lo que te ha pasado es verdad, porque muchas veces a las víctimas no les creen.

Usted ha dicho que el exilio quedó relegado a un no-lugar…

En la antigua Grecia, una de las penas más duras que tenían era expulsarle a uno de la ciudad, porque al hacerlo, tenías que irte forzadamente a otra ciudad. En esa ciudad no tenías derechos, no tenías derecho a la palabra. Y es una metáfora de lo que le pasa al exiliado. Al perder su condición de ciudadano de un país y no poder acceder a veces a la ciudadanía de otro, está en una situación muchas veces transitoria: ni es de aquí ni desde allá. Es una especie de limbo, es la mitad de camino hacia ninguna parte.
Sales de un lugar al que no puedes volver y nunca terminas de llegar al lugar en el que estás. Es un largo camino de muchos años y hace que la gente no tenga un sentido colectivo. Perdemos nuestros vínculos y nuestros sentidos de pertenencia en un contexto así. La gente trata de mantener un vínculo familiar a veces de una forma muy precaria, o de establecer lazos con otros colombianos y colombianas. Y es un no-lugar con las familias también, porque hay una buena parte de la familia que quedó en el país.

Todo eso ha generado mucha desconfianza de las víctimas hacia el Estado. ¿Han podido romper esa barrera?

Ha sido todo un proceso difícil pero bien interesante. Cuando empezaba la Comisión yo empecé a hacer algunos viajes por unas regiones del mundo, recogiendo cartas de organizaciones de víctimas en el exilio que querían tener una interlocución con la entidad. Eso sirvió para recoger mucha de esa desconfianza, de esa frustración histórica de mucha gente y de saber que a Colombia no le importó, que al Estado no le importó o que a veces el Estado fue el que los llevó al exilio.
Desde el principio, mostramos que la Comisión de la Verdad era una nueva institucionalidad del Estado, que quería generar también una nueva relación con la gente, que venía de un proceso de paz y que tiene un foco central en las víctimas y que eso no era un discurso, sino que íbamos a tratar de hacer algo en serio, que le diera voz a la gente que recogiera sus testimonios y sus historias e implicarlos en el proceso, porque la gente nos dijo “bueno, nosotros no queremos ser objeto de estudio, queremos ser sujetos del proceso”.

¿Y todo eso tendrá un lugar en el informe final?

Sí. Al final, que toda esta historia esté en el informe de la Comisión de la Verdad es una forma de inclusión social, de reconstrucción de la convivencia. El primer paso para construir la convivencia es que tu historia sea tenida en cuenta, que no sea nuevamente objeto de olvido o de desprecio.

Para el informe, la Comisión ha visitado buena parte del país. ¿Cómo ha sido ese trabajo en el exterior?

Fue complicado porque no estamos hablando solamente de los países en frontera sino de una multiplicidad de países y regiones. Lo primero que hicimos fue ver cuáles eran las redes de trabajo que podían participar en la labor de la Comisión, ayudar en la toma de testimonios. Hicimos procesos de formación para empezar a ver quién podría ayudar a constituir nodos de trabajo. Buscamos apoyo y recursos de diferentes países y organizaciones para poder hacer este trabajo fuera de Colombia.

Foto:Comisión de la Verdad

Empezamos trabajando en Europa, después extendiendo el trabajo al Cono Sur, después a la región de Centroamérica y luego Norteamérica. Allá, cuando estábamos en pleno desarrollo, en pleno apogeo del trabajo, con los nodos trabajando a toda máquina recogiendo testimonios, llegó la pandemia, que nos llevó a tener que desarrollar toda una estrategia de trabajo vía online.

¿Qué se logró, a pesar de la pandemia?

Creo que hemos hecho un trabajo muy significativo. Hemos recogido más de 2.000 testimonios, que es una cifra más alta de lo que hubiera podido imaginar. Tenemos una muestra suficiente para decirle algo potente al país. Y claro, hemos tenido que desarrollar una estrategia de apoyo para el acompañamiento de las víctimas que están en el exilio. Hay una dimensión psicosocial muy importante: hay que tener en cuenta que mucha gente nunca había hablado de lo que le pasó, del dolor del exilio.
Es un dolor muy guardado, porque ha tenido que tratar de dejar atrás su experiencia y ponerse las pilas  para ver qué va a hacer con su familia en el país al que llega, en qué va a trabajar, los trámites del reconocimiento de su estatus…Al final, muchas veces no han tenido ni tiempo ni posibilidades de asimilar lo que les ha pasado.

Parte de eso quedó consignado en su blog, un libro y una novela gráfica que fue premiada pero acá recibió críticas. ¿Qué decir al respecto?

Empecé a escribir un blog con pequeñas historias, reflexiones mías y testimonios de alguna de la gente con la que hemos trabajado, que van contando la historia del exilio y es otra manera de tener una incidencia. Sobre la novela gráfica, me parece un absurdo criticar una cosa porque un artista de talla internacional asume la tarea tan compleja de hacerla. Javier de Isusi ya había hecho una pieza así sobre lo que se ha significado el exilio en el País Vasco, e hizo todo un trabajo para poder entrevistar a algunas víctimas y entender la situación, dejarse tocar por ellos. Ahora es una obra de arte que incluso recibió un premio y que es un aporte muy significativo para Colombia, hecho por una persona de enorme sensibilidad, y creo que lo que menos importa es su nacionalidad.

Usted es el único comisionado extranjero. Desde su perspectiva, ¿por qué el exilio no debe repetirse en Colombia?

Porque tiene una enorme impacto, es una es una brutal exclusión social de la gente afectada, de las víctimas. Es una pérdida enorme para Colombia que la gente tenga que tenga que seguir saliendo del país por motivos del conflicto armado y es un indicador de la continuación de la guerra, que muestra lo que está pasando y hay que ponerle atención desde todos los lugares del mundo. Es clave que no se nos olvide que el exilio existe para que se lleve a una política de reconocimiento.
En Twitter: @julianrios_m
Redacción Justicia

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