En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
Se cincela la bóveda y salen a la vista tres bolsas con cintas marcadas. A simple ojo, son tres cuerpos dispuestos en un espacio que suele ser diseñado para un ataúd. Hace unos cuantos años, fueron reubicados allí con el anhelo de que esos restos, que alguna vez tuvieron un nombre, una vida y una historia, algún día pudieran ser identificados.
El cementerio San Rafael, en Fundación, Magdalena, ha sido intervenido tres veces por la Unidad de Búsqueda
Foto:Sara Valentina Quevedo
El hedor es penetrante. Dos investigadoras forenses de la Unidad de Búsqueda, que no pasan los 30 años, toman las bolsas y las ponen en dos mesas que habían sido enmanteladas para proceder con la limpieza. Abren la primera de ellas, de color rojo intenso, y desnudan los fragmentos de cráneo, falanges y los dos fémures, que están completos.
Más allá de la carnalidad de la prospección —como le llaman a esta tarea— está la humanidad de las víctimas que esperan ser reconocidas.
De la bolsa desenfundan también una gorra, una prenda deshilachada y una pulsera de mostacilla de colores blanco y negro que soportó ilesa el encierro sepulcral.
La forma más rápida de identificar a un desaparecido es con estas pertenencias que permanecen intactas en la memoria de sus familiares. Ellos recuerdan de forma precisa, pese a la inclemencia de los años, la forma en la que iba vestido su padre, madre, hermano, tía o hijo el día en el que perdieron su rastro para siempre. Es una de las piezas intangibles más valiosas y la garantía que les queda para esperar que el Estado cumpla con su responsabilidad de encontrarlos.
Esta misión es la que carga sobre la espalda la Unidad de Búsqueda, que tiene una meta que parece utópica: encontrar a más de 124 mil desaparecidos en el marco del conflicto armado. Hasta febrero de 2025, había recuperado 2.544 cuerpos y localizado a 183 personas con vida. Cada una de ellas tiene un profundo significado para los hogares que permanecían incompletos. Aun así, representa un porcentaje muy pequeño (2 por ciento) en comparación con el tiempo transcurrido (ocho años), casi la mitad del camino que le resta a la entidad transicional, hija de los acuerdos de paz del 2016 con las Farc.
***
En el departamento de Magdalena, el universo de búsqueda es de 4.529 presuntas víctimas de desaparición. En el cementerio San Rafael, en Fundación, según la información previa recabada en los archivos de la Fiscalía y en el trabajo que ya había adelantado Medicina Legal, se estima que hay al menos una decena de personas dadas por desaparecidas por razón del conflicto y que pueden estar en 12 puntos de interés forense regados por todo el cementerio. No solo en las bóvedas sin marcar, sino en sus cimientos.
Calixto Jiménez, Jaime Segundo Franco, Luis Manuel Guerra, Manuel Garizabalo, William José Rua, Guillermo Díaz, Mario Rafael Nieves y José Miguel Rodríguez son algunos de los nombres que reposan en las solicitudes de familiares que han sido entregadas a las instituciones para dar con su paradero.
El calor es abrasador. El termómetro marca 38 grados centígrados en la sombra. El cementerio del pueblo solo tiene un palo de Tiotí en el centro, razón por la que el lugar de la intervención fue adecuado con polisombras improvisadas para que las forenses pudieran aguantar las extenuantes horas de trabajo de levantamiento y limpieza.
“Este (cuerpo) tuvo necropsia” —dice una de las investigadoras forenses— “Pero está en muy mal estado”.
El sol y la humedad que hace sentir el aire pesado ha hecho de las suyas. Estas condiciones climáticas son unas de las principales dificultades de la búsqueda de desaparecidos en un país tropical como Colombia porque aceleran el deterioro de los restos. Entre los dedos de las investigadoras varias partes se pulverizan.
Algunos huesos resisten, como la mandíbula, con todo y dientes, y son depositados de forma cuidadosa en bandejas metálicas.
Es una carrera contra el tiempo para evitar que se borren las huellas de los peores crímenes perpetrados durante más de 50 años, en una región tapizada por los cultivos de plátano y cercenada por la violencia guerrillera y paramilitar. Sobre todo del clan de Hernán Giraldo, que hoy, reencauchado en las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada, sigue reinando en la zona bananera.
***
La persona que esperan identificar en los huesos depositados en bolsas y ocultos en una bóveda recóndita de los últimos pasillos del cementerio es un hombre víctima de desaparición en la última década de los 90, una época en la que surgieron de la bonanza cocainera en la costa Caribe diferentes grupos armados ilegales para enfrentar a las extintas Farc.
Su caso escaló hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), instancia que le ordenó a la Unidad de Búsqueda atender el llamado urgente de su familia. A partir de lo avanzado por la investigación judicial y la información aportada por los otrora victimarios que ahora son colaboradores, pudieron llegar al punto exacto en donde podría estar inhumado como N. N. (sin nombre).
En el departamento de Magdalena el universo de búsqueda es de 4.529 presuntas víctimas de desaparición.
Foto:Sara Valentina Quevedo
“Hay diferente información que cruzamos. Los datos forenses con las necropsias, que nos hablan del ingreso de un cuerpo y su ubicación en el cementerio. Sin embargo, cuando se inició el proceso de intervención,no se hallaron los cuerpos que estábamos buscando en estos sitios. Con la nueva información que surgió de la investigación se ubicaron estos nuevos lugares”, explica Francisco Vera, el coordinador forense de la regional Caribe de la Unidad de Búsqueda.
La nueva información a la que se refiere son los croquis dibujados por quienes estaban vinculados a los grupos armados y la memoria del sepulturero del pueblo. Su cabeza tiene el mapa de navegación de las tumbas y recovecos donde depositaban los cuerpos huérfanos que nadie reclamaba.
Es un hombre delgado, algo mayor y moreno. Camina con propiedad por todo el lugar, pero habla poco. Asegura, sin minucias, que antes llegaban graneados pero constantes los muertos sin pariente. Aunque desde hace algunos años no volvió a suceder.
“No había registro documental. Por ello, con este ejercicio de memoria que se tiene que hacer en los cementerios, se logran ubicar los lugares. En este caso, guiados por los recuerdos del sepulturero y los trabajadores que le ayudaban en su momento. En otros, se encuentran cuadernos que se escribían a mano”, continúa Vera.
Según la investigación, más de una decena de personas desaparecidas en el marco del conflicto pueden estar inhumadas en el cementerio San Rafael
Foto:Sara Valentina Quevedo
La escobilla con la que se hace la limpieza, además de eliminar el polvo adherido durante años a los restos, ayuda a los investigadores a encontrar los traumas, que son las huellas de una muerte violenta, uno de los tantos filtros para clasificar cada cuerpo y enviarlo al laboratorio de Medicina Legal para darle un nombre.
Luego de un par de horas de trabajo con el primer cadáver, bajo el intenso rayo del sol y con el sudor acumulándose debajo del tapabocas, las investigadoras abren la segunda bolsa. Se miran con sorpresa cuando encuentran más de dos fémures. La investigación había dado indicios que encontrarían un cuerpo por contenedor, pero durante las exhumaciones, como ocurre aquí, se enfrentan a realidades muy diferentes a las que se plantean sobre el papel.
Con la precisión de un reloj, dedican el mismo tiempo para estos restos. La ropa no son todavía hilachas que se deshacen con solo tocarlas —como en el primero—, sino que está en excelente estado y, de entrada, da pista de la identidad de las posibles víctimas.
Por respeto a ellas, los detalles deben saltarse.
Una vez completado el trabajo, cada uno de los huesos es asegurado en bolsas plásticas estériles en las que viajarán hasta la regional Norte de Medicina Legal, en Barranquilla, en donde se hará el cotejo genético con las muestras de ADN entregadas por las familias. Este será el veredicto final para poner fin al duelo suspendido en el que se encuentran desde hace décadas.
“Una ventaja que tenemos en los cementerios es que hay evidencia de necropsia. Es decir, podemos asociar un documento físico con los cuerpos. En el caso de los que estamos identificando, aún no sabemos si hay tres o cuatro, pero en dos de ellos hubo corte de calota, o sea, les abrieron la parte del cráneo superior para hacer una necropsia. Con estos elementos podemos buscar a quién le podrían corresponder”, explica Paula González, la antropóloga que acaba de exhumar los restos.
Al momento de picar la bóveda, su equipo supo que toda la información establecida en el proceso de investigación se cumplió, una buena señal para las condiciones adversas a las que los reta el cementerio, poniendo más trabas a la ya de por sí difícil tarea.
“¿Qué pasa en San Rafael? Tenemos una adición de escombros muy alta en los sitios del suelo. Es decir, lo que suele ser un suelo natural ha sido mezclado y revuelto con muchísimos escombros, material de construcción de las bóvedas, tapas y baldosas del mismo ajuar funerario que hace que haya una mayor carga en las intervenciones. El clima también es un factor muy importante en el deterioro de los cuerpos”, detalla la antropóloga.
Factores como las condiciones climáticas (humedad y calor) aceleran el deterioro de los cuerpos.
Foto:Sara Valentina Quevedo
Durante la semana del 24 al 29 de marzo, cincel y escobilla en mano, estará el grupo de búsqueda en el cementerio realizando la tercera intervención en el lugar.
En las anteriores lograron localizar e identificar cuerpos que ni si quiera habían sido reubicados en bóvedas, sino que se encontraban enterrados en los sedimentos del cementerio, debajo de los estrechos pasillos del laberinto que las personas recorren para ponerles flores a sus seres queridos, ignorando que pasan sobre los restos de alguien más.
Justo en este lugar la segunda prospección de esta fase fue en el suelo. Con una pica, el grupo de la Unidad de Búsqueda abrió un cuadrado en el cemento en el que, después de quitar la gruesa capa artificial y llegar a la tierra, empezaron a emerger los huesos humanos.
La forense desenterró una costilla, luego una falange y otras partes del esqueleto de una persona que se cree pueda ser el allegado desaparecido de una familia que observaba atónita el procedimiento.
Las voces del duelo suspendido
Rubén tenía 13 años cuando su papá desapareció. Desde el día en el que dejó de llamarlo, como era lo usual, ponía su escritorio cerca de la puerta del salón de clase esperando que fuera a recogerlo al colegio de sorpresa. Pero eso jamás pasó. La última vez que escuchó su nombre fue cuando hace unos meses los medios locales transmitieron un mensaje de una entidad cuyo nombre su memoria no guardó: “Se buscan a los familiares de don William”.
La felicidad lo invadió. Pensó que después de más de una década había regresado. No le importaban las circunstancias que lo hicieron alejarse todo este tiempo, solo quería verlo otra vez. Sin embargo, su emotividad pronto mutó en tristeza, pero luego en esperanza cuando le explicaron la razón del llamado. Todo indicaba que su cuerpo había sido encontrado en un cementerio en Bogotá. Lloró junto a sus tres hermanos, a quienes tuvo que ayudar a criar tras la ausencia del padre, pero pensó que por fin podría tenerlo de vuelta y dejarlo en un lugar donde podría dirigir sus oraciones.
“Yo pensé que estaba vivo al principio porque el anuncio solo decía: "Buscamos a los familiares de William, junto con una foto de él". Pero llamamos, nos comunicamos y nos dimos cuenta de que tenían indicios de que su cuerpo estaba en Bogotá, donde vivió en la época en la que desapareció. Yo todavía tenía la esperanza de que apareciera. Cuando viajaba a Bogotá, me la pasaba imaginando dónde estaría. Reparaba hasta a los indigentes para ver si de pronto lo veía, si de pronto había caído en las drogas o era reciclador. Miraba todas las caras buscando a mi papá, pero nunca se dio”, recuerda Rubén, con la madurez de un hombre que le dobla la edad que tiene.
En las próximas semanas viajará a "la nevera", como le dicen en la Costa a la capital, para acompañar la intervención en el camposanto y parte de la identificación del cuerpo que, según la investigación, podría ser el de su padre.
Las familias de las personas dadas por desaparecidas acompañan las intervenciones extrajudiciales de la Unidad
Foto:Sara Valentina Quevedo
Cuando Elkin recuerda a su hermano, entona en su mente la melodía del acordeón de un vallenato de su paisano Alejo Durán , nacido en El Paso, Cesar, de donde son oriundos. Tenía apenas 24 años cuando desapareció, a comienzos de los 2000. Se había enlistado en el Ejército como soldado profesional, pero no regresó de la misión.
La noche del 25 de marzo Elkin no durmió. Al día siguiente tomó el primer bus a Fundación, donde un grupo de la Unidad de Búsqueda abrió un hueco en el piso del cementerio, en un punto que antes habían identificado donde podría estar el cuerpo de su hermano. Le habían contado el procedimiento, pero al llegar al lugar y ver a los forenses con los trajes impermeables ,que los hacen ver como astronautas, y la zona acordonada, no pudo evitar romperse.
“No sé cómo llamar a eso porque uno se siente ansioso, triste. Me entró el desespero y me levanté madrugado con el afán de llegar acá”, contó en ese momento.
Ha pasado más de una década y la herida no cierra. Cicatriza en falso por la incertidumbre de un capítulo de la historia que aún no se ha resuelto, por preguntas que siguen sin respuesta, por la ausencia de un elemento físico que confirme la realidad de los hechos.
En el lugar señalado se encontraron huesos humanos, que serán enviados al laboratorio de Medicina Legal para confirmar, mediante pruebas genéticas, si pertenecen al hermano de Elkin.