La depresión juvenil crece sin precedentes en China

El aumento de la depresión juvenil lleva décadas gestándose y se debe, en gran medida, al rígido sistema educativo de China, las políticas de fertilidad pasadas y las estrictas restricciones de migración. La juventud china está agotada por pasar su infancia y adolescencia inmersa en estudios intensos e interminables.

Asistir a una buena universidad se ve como algo necesario para asegurar un buen trabajo, y para los niños rurales un título universitario es la única vía para obtener residencia legal en las ciudades bajo el sistema de registro hukou (con el que se hace registro de las personas por familia y a las que se las vincula con su lugar de nacimiento y, según la clasificación de rural, urbano, local y no local, se determina el beneficio). En la ciudad, el ingreso anual disponible promedio por hogar es de US$ 6.446, lo que permite un estilo de vida de clase media. En cambio, en las áreas rurales, un ingreso promedio de US$ 2,533, lo que significa vivir en relativa pobreza.

Como si la presión para ingresar a la universidad no fuera suficiente, la estructura rígida del sistema escolar empeora las cosas. Después de nueve años de educación obligatoria, los niños deben aprobar un examen para ingresar a una escuela secundaria académica, y solo el 50 % de ellos pueden aprobar. Los adolescentes que no logran aprobar asisten a escuelas secundarias vocacionales y están destinados a trabajos mal remunerados. 

Los niños chinos comienzan a estudiar de forma seria desde muy temprana edad. No solo van a la escuela, sino que también reciben costosas clases particulares y participan en actividades extracurriculares como música o ajedrez, que se premian de manera opaca. En un intento por aliviar algunas de estas presiones, el Gobierno prohibió las clases particulares con fines de lucro y prohibió a los maestros de escuelas públicas ofrecer tales servicios externamente. Pero esto solo aumentó la presión, ya que el precio de los tutores aumentó al disminuir su oferta.

Las familias acomodadas en Shanghái y Pekín ahora pagan de US$ 120 a US$ 400 por hora de clases particulares presenciales, mientras que los hijos de familias menos acomodadas deben estudiar aún más para compensar las clases extra que sus padres ya no pueden pagar. En las décadas de 1980 y 1990, las calles de pueblos y ciudades estaban llenas de niños. Hoy en día, rara vez se ven, a menos que sea un día festivo. Incluso por las tardes de los fines de semana, los parques infantiles están vacíos. Los niños están en sus casas estudiando.

Otra causa de la depresión juvenil es la soledad. Debido a la política de hijo único, que duró desde 1979 hasta 2016, los niños en áreas urbanas no tienen hermanos. Y a diferencia de la primera generación de hijos únicos después de la introducción de esta medida, las generaciones posteriores ni siquiera tienen primos con quienes jugar (ya que sus padres tampoco tienen hermanos).

Una encuesta entre estudiantes universitarios chinos muestra que es mucho más probable que el hijo único experimente ansiedad y depresión que sus compañeros con hermanos. Las tasas de suicidio en niños de entre cinco y 14 años se han quintuplicado desde 2010.

Los padres también están bajo un estrés tremendo. Además de cuidar de sus hijos, la mayoría de las parejas en áreas urbanas de mediana edad también deben cuidar a cuatro padres ya viejos.

En las áreas rurales, donde viven alrededor de 491 millones de chinos, por el contrario, la política de hijo único se aplicó con menos rigidez. Allí los adultos a menudo tienen hermanos con quienes compartir la carga del cuidado de los padres. Pero enfrentan más estrés cuando tienen hijos. Muchos deben buscar trabajos mejor remunerados en las ciudades, pero las restricciones de hukou les impiden llevar a sus hijos consigo. Hoy, alrededor del 11 % de los chinos son migrantes rurales-urbanos, lo que se traduce en unos 69 millones de niños que se quedan en áreas rurales.

Los padres rurales que se quedaron con sus hijos han comenzado a enfrentar un problema diferente. Después del cierre de alrededor de 300.000 escuelas rurales entre el 2000 y el 2015, el 12 % de los niños en edad escolar primaria y el 50 % de los de secundaria deben asistir a internados, que quedan por lo general lejos. Muchos padres en la ruralidad trabajan largas horas para educar a sus hijos, de quienes deben separarse después de los primeros años de vida. Irónicamente, sus posibilidades de reunirse son aún menores si su hijo tiene éxito en entrar a la universidad, porque la mayoría de estos se establecen permanentemente en las ciudades.

En 2018, el 35 % de los adultos chinos informaron estar deprimidos. La tasa fue un 50 % más alta en áreas rurales y entre las mujeres. Por razones obvias, la depresión generalizada es peligrosa para cualquier sociedad, pues en un futuro puede presentar un estancamiento económico, baja fertilidad y otros problemas reminiscentes de Japón a partir de la década de 1990.

La buena noticia para China es que hay soluciones de políticas públicas que se pueden implementar. La primera es deshacerse de la educación rígida y planificada. Los gobiernos locales deberían poder decidir cuántas escuelas construir y cuántos estudiantes aceptar, y cada escuela secundaria y universidad debería decidir a quién itir, incluidos los estudiantes a los que les tomo tiempo prepararse y tomar los exámenes cuando eran niños. El Gobierno aún puede regular las escuelas, pero debería delegar y descentralizar la mayoría de la toma de decisiones para aumentar la flexibilidad del sistema. Esto aliviaría la presión sobre los niños y sus padres.

Un segundo paso es levantar las restricciones de migración rural-urbana que dividen a las familias y condenan a los hogares rurales a la pobreza relativa. Esta solución se ha vuelto especialmente importante a medida que ha disminuido el crecimiento agregado. Las áreas rurales no pueden simplemente esperar su turno para el próximo ciclo de crecimiento. Necesitan a las mismas oportunidades que los hogares urbanos. Además, la mano de obra rural puede aumentar la productividad, ocupando puestos de trabajo en fábricas de baja calificación. Mientras que los graduados universitarios luchan por encontrar trabajos bien remunerados, hay 30 millones de vacantes sin cubrir en la fabricación y ensamblaje.

Estas políticas no están exentas de costos. Los esfuerzos por cambiar el sistema educativo generarían resistencia de quienes se benefician de las actuales medidas, y permitir la migración libre aumentaría la congestión urbana. Pero estas acciones también producirían beneficios claros al impulsar el crecimiento económico y mejorar la salud mental de los jóvenes y sus padres en China.

ZNANCY QIAN (*)
PROJECT SYNDICATE
SHANGHÁI

(*) Profesora de Economía en la Universidad Northwestern, codirectora del Laboratorio de Investigación sobre Pobreza Global de la Universidad Northwestern y directora fundadora de China Econ Lab.

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