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¿Victoria pírrica de Putin en Ucrania? / Análisis de Mauricio Vargas
Si los rusos logran tomarse la ciudad de Bajmut, se anotarán un triunfo menor a un costo gigantesco.
La ciudad se convirtió en un punto de defensa estratégico para Ucrania. Foto: AFP
En los días recientes, las tropas rusas y sus aliados -los salvajes mercenarios del grupo privado Wagner- han avanzado con lentitud, calle a calle, hacia el centro de la ciudad de Bajmut, ubicada en la región del Donetsk en el este de Ucrania. Según han reconocido sus comandantes, el costo ha sido elevadísimo: un balance del presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, y que Moscú no ha discutido, apunta a que, durante la semana pasada, unos 1.200 rusos murieron allí y otros 1.500 recibieron heridas graves que les impedirán volver al combate.
Con razón, la prensa europea sostiene que, si el ejército de Vladimir Putin logra hacerse con esta pequeña ciudad, habrá obtenido una “victoria pírrica”.
El adjetivo pírrico, que se refiere a triunfos tan costosos que no valen la pena, nació en el siglo III antes de nuestra era, con un impetuoso general griego, Pirro de Epiro, famoso por ganar batallas a un precio elevadísimo en vidas de sus soldados, de modo que obtenía la victoria pero perdía en ello gran parte de su ejército.
Eso mismo puede ocurrirle a Putin en Bajmut. Los servicios de inteligencia británicos, que llevan cuentas precisas de las bajas gracias a sus interceptaciones de las comunicaciones enemigas, calculan que entre 20.000 y 30.000 soldados y mercenarios rusos han muerto en siete meses de batalla por esta población de 70.000 habitantes, la inmensa mayoría de los cuales fueron evacuados mientras gran parte de la localidad ha quedado convertida en ruinas.
Y aunque Ucrania también ha pagado un precio, resulta muy inferior. Según fuentes de la Otán, citadas por CNN, en esta batalla las tropas del presidente Zelenski han perdido cinco veces menos hombres que Rusia, pues mientras el avance ruso depende de comprometer muchos hombres para copar el terreno, los ucranianos se defienden con una mezcla de tenacidad y astucia.
Su artillería pesada corta las líneas de suministro del enemigo, sus francotiradores ocultos en las ruinas causan decenas de bajas diarias a su enemigo, y una red de jóvenes en sótanos y alcantarillas, conocidos como “los muchachos”, espía el avance ruso con drones, sensores y mapas digitales en tabletas y computadores portátiles.
¿Valor estratégico?
Desde enero, Yevgueni Prigozhin, el antiguo cocinero de Putin -que saltó de su puesto callejero de perros calientes a liderar el grupo Wagner, mayor ejército mercenario del mundo- venía anunciando “la inminente caída” de Bajmut. Pero hace pocos días, describió la situación como “muy difícil”. Y aunque sostuvo que sus hombres avanzan, reconoció que “entre más nos acercamos al centro de la ciudad, más duros son los combates” pues “los hombres de Kiev luchan por cada metro”.
Y aunque Prigozhin -quien monta a diario, en redes sociales, videos con sus análisis- sostiene que Bajmut tiene un enorme valor militar y que, una vez tomada, le dejará el campo libre a la infantería y a los tanques rusos para avanzar por el este, analistas militares occidentales dudan del peso estratégico que el jefe de Wagner le da a la ciudad.
Expertos entrevistados por la BBC explicaron que Bajmut no alberga base militar alguna, ni grandes instalaciones industriales activas, ni marca un cruce estratégico de caminos. “Rusia necesita un triunfo para vender a los propagandistas del Kremlin en casa”, anotaba en su informe la BBC. “Están peleando una batalla política, no puramente militar” para poder decir que obtuvieron un triunfo, aseguró a la cadena británica Serhii Kuzan, académico ucraniano experto en temas de seguridad.
Putin está desesperado por una victoria, después de nueve meses de retrocesos. La realidad es que sus tropas, que algunos creían que formaban el segundo ejército más poderoso del mundo, pasaron de aspirar hace un año a tomar en pocos días la capital de Ucrania, Kiev, a estancarse durante siete meses en la batalla por una pequeña ciudad del este, muy lejos del corazón del país.
Ucranianos ven televisión en Bajmut. Foto:AFP
La resistencia
Aunque en la batalla de Bajmut, las bajas rusas son mucho más altas que las ucranianas, a algunos analistas occidentales les inquieta que mientras las primeras líneas de mercenarios de Wagner, que aportan la mayoría de las muertes, están integradas por expresidiarios sin formación militar, cruelmente usados por el Kremlin como mera carne de cañón, las pérdidas de Kiev las componen a veces soldados de unidades de élite, de lo más excelso y granado del ejército de Ucrania.
Para Ucrania, Bajmut también tiene un gran valor simbólico: el de no concederle un triunfo a Moscú. Pero además, el objetivo de una resistencia tan férrea es causarles a los rusos el mayor número de bajas posible, de modo que aún si logran tomar la ciudad, sus unidades queden debilitadas al punto de necesitar semanas para recuperar la iniciativa.
No han sido sólo las tropas de élite comprometidas por Zelenski en esa ciudad, las causantes de las altas bajas rusas y de la lentitud de su avance. El ejército ucraniano ha combinado varias formas de lucha para frenar al enemigo y hacerle pagar un alto costo por cada calle ganada.
Lo primero es el apoyo de la artillería de largo alcance que, con equipo y datos de inteligencia electrónica de la Otán, lleva semanas golpeando las líneas rusas que abastecen a sus hombres en Bajmut. Hace un par de semanas, fueron tan eficaces esos disparos que el jefe de Wagner criticó con severidad a los comandantes militares rusos -con quienes está siempre en conflicto- porque habían cortado el suministro de municiones y alimentos, obligando a los mercenarios a detener su avance.
Pero además, una vez los rusos marchan sobre un bloque de ruinas y las unidades ucranianas retroceden, éstas dejan apostados francotiradores que matan a docenas de rusos hasta que esos mismos fusileros mueren o consiguen retirarse. Aquí también es clave la información de inteligencia para ubicar a los soldados invasores.
Pero en este caso, no es la Otan la que la suministra, sino una red de jóvenes ucranianos, llamada “los muchachos”, que incluye a expertos en programación digital tanto como a avezados campeones de videojuegos que han pasado de matar en batallas del mundo virtual a hacerlo en la realidad de la guerra. Se mueven por el subsuelo de la derruida Bajmut, lo mismo entre sótanos que a través de alcantarillas.
Vista aérea de las destrucciones en la ciudad de Bajmut. Foto:AFP
Basados en mapas digitales de Google y similares, unos colocan detectores de movimiento, sensores de calor y variados mecanismos de localización, mientras otros operan pequeños drones que espían desde lo alto. Se trata de mantener actualizada la ubicación de las avanzadas rusas y comunicarla vía celular al comando de la brigada 93 del ejército de Ucrania, a la que está ligada esta “Unidad de innovación tecnológica”, en la que muchos de estos topos tienen menos de 20 años. Con esa ayuda, la artillería ucraniana y los francotiradores pueden dar en el blanco con precisión.
Los operadores de drones no se limitan a informar. Algunos han adaptado sus equipos para que puedan servir como arma de destrucción. “Fijamos a esos drones viejas granadas soviéticas Vog-17, adaptadas para explotar al ser lanzadas sobre objetivos específicos”, le explicó uno de estos muchachos a la periodista Margaux Benn del diario parisino Le Figaro. Por cuenta de esos drones suicidas, los rusos han sufrido cientos de bajas.
Lo que viene
Bajmut representa apenas un fragmento del frente este de la guerra, un arco que ocupa más de 800 kilómetros, desde la desembocadura del río Dniéper en el mar Negro -donde los ucranianos ganaron la batalla de Jersón hace tres meses- hasta el norte de la región de Luhansk, cerca a la frontera rusa, a donde se retiraron las tropas rusas después de fracasar en la toma de Kiev, hace un año.
Militares ucranianos vuelan un dron para avistar posiciones rusas cerca de la ciudad de Bajmut. Foto:AFP
Otras dos ofensivas rusas han durado meses sin avances importantes a pesar de sufrir grandes pérdidas en vidas y equipo militar: una al sur de Zaporiyia, en la zona sureste del país, y otra en el área de Kremina, al norte de Bajmut, donde el ejército de Putin ha sumado un error tras otro.
Según explicó este fin de semana Vincent Tourret, investigador francés de la Red de Análisis Estratégicos (NSA), al diario francés Libération, “es posible entender el interés que ha despertado Bajmut porque se trata de una batalla de más de siete meses, con decenas de miles de bajas, de gran valor simbólico para ambos bandos, y sobre todo por el riesgo de una ‘victoria’ rusa”.
Es posible entender el interés que ha despertado Bajmut porque se trata de una batalla de más de siete meses, con decenas de miles de bajas, de gran valor simbólico para ambos bandos.
Mientras Rusia necesita con urgencia un triunfo, Ucrania intenta a toda costa evitarlo o al menos demorarlo unas semanas más. Kiev trabaja contrarreloj en la doble tarea de contener las ofensivas enemigas, y preparar un contrataque de gran envergadura para inicios de la primavera, hacia fines de marzo.
Para ese momento, debe haber recibido y tener listo para operar gran parte del equipo militar -tanques, artillería y numerosa munición- que le prometieron a inicios del año Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea. Además, para esos días, muchos de sus nuevos soldados que reciben entrenamiento en Ucrania, así como en varios países de la Unión Europea, estarán listos para el combate.
La esperanza de Zelenski y sus comandantes, apoyados de manera firme por las potencias occidentales, es resistir un poco más en Bajmut, causándoles a los rusos muchas más bajas. La idea es que Bajmut pierda importancia cuando Ucrania active la contraofensiva, con la cual Zelenski espera darle un vuelco definitivo a la guerra.