En el libro Nexus, el filósofo Yuval Noah Harari trae a cuento el mito del hijo del sol, Faetón, que, ansioso por demostrar su origen divino, toma las riendas de los caballos del carro del sol.
Su padre, Helios, le advierte que ningún ser humano puede controlar los caballos celestiales que tiran del carro solar. Pero el joven, ambicioso e intrépido, toma las riendas, y en el camino termina perdiendo el control del carro.
Como Faetón, hoy en día, los seres humanos tomamos el control del carro para demostrar nuestro poder, pero muchas veces quedamos impotentes ante las fuerzas del mundo que son más poderosas que nosotros.
El mundo hoy se mueve entre la codicia y la crueldad. ¿Por qué aprobamos a políticos que apenas llegan al poder se dedican a robar? ¿Por qué elegimos a gobernantes que, apenas están subidos en el carro del poder, avivan la guerra y la violencia?
El ser humano del siglo XXI ha perdido la dignidad. En aras a mantener el poder, vota por los genocidas sin importar su integridad. Aplaude a los corruptos de toda laya —izquierda o derecha— que utilizan su posición para desangrar las arcas del erario público. Se hace cómplice del autócrata que persigue a los migrantes, levanta muros e inaugura cárceles de alta seguridad.
La idea del progreso que teníamos en el siglo pasado hace rato se fue al traste. La noción del bien-estar social hoy es un laberinto lleno de minotauros.
Decimos que la democracia está en peligro, pero nunca hacemos nada para defender la democracia.
¿Cuándo nos inventamos esta nueva torre de Babel donde todos quieren hablar sin escucharse, y todos desean subirse al carro celestial sin habérselo ganado?
Vivimos en medio del caos, las desapariciones y los muertos.
Lo que antes llamábamos “buen periodismo”, viajó al noveno círculo de Dante, con los periodistas que utilizan los medios para injuriar, calumniar y lanzarse al carro de la política.
En el periodismo ya no hay verdad u objetividad que prevalezca. Cada medio tiene su propia verdad, y la convierte en un dogma para denostar al que piense diferente.
¿En qué momento perdimos la capacidad de discernimiento? ¿La virtud de respetar al contrario, así piense diferente a nosotros?
¿Cuándo nos inventamos esta nueva torre de Babel donde todos quieren hablar sin escucharse, y todos desean subirse al carro celestial sin habérselo ganado?
¿En qué circunstancias nos inventamos las redes sociales donde estamos condenados a convivir con una legión de imbéciles?
¿En qué momento abandonamos a los niños y a las mujeres?
Los políticos ya no son estadistas. Son payasos, clowns, que enarbolan la motosierra para decapitar al pueblo hambriento y miserable. Que hacen trampa electoral para perpetuarse en el poder. Que expulsan a sus opositores para quedarse con la “finca”.
El control del carro del mundo ya no lo comanda el hijo del sol o el ser humano. Lo controla la inteligencia artificial (IA), que será la que, finalmente, nos defenestrará.
¡A mis caros lectores les deseo un feliz y venturoso año 2025!