El primer campeón mundial colombiano de boxeo, que con un golpe de gancho se subió a la tarima de sus sueños convertidos en realidad para volver a caer más bajo de donde venía, sentenció con la amargura del derrotado: “Es mejor ser rico que pobre”, y esto se aplica para quienes van a la universidad. Nuestra sociedad, estructurada sobre relaciones de poder familiar y de patrimonio, premia con mejores puestos públicos y privados e ingresos a los egresados universitarios ricos que a los pobres.
Los beneficios del programa Ser Pilo Paga (SPP), en términos de equidad, movilidad e integración social, han sido muy ponderados por quienes tienen un interés especial con la universidad privada de élite en el país. La cobertura de SPP es de 40.000 estudiantes, y unos 34.000 de ellos han escogido la U privada, que cobra altas matrículas y esto origina un transvase de ingresos anuales muy generosos que provienen de los impuestos que pagan la mayoría de los colombianos no pertenecientes al 0,1 % de los más ricos del país.
Guillermo Perry, economista del Banco Mundial y operador sobresaliente del modelo ‘hecho en Uniandes para Colombia’, argumenta que: “SPP ha desencadenado un poderoso proceso de movilidad e integración social en este país –tan desigual y excluyente– que tanto lo necesita” (
‘Botar el agua, no el bebé’…, eltiempo.com, sept. 16-2018).
Santiago Montenegro, uniandino, presidente de Asofondos (agremiación de pensiones privadas), afirma: “Si se elimina SPP, se cerraría una importante ruta de movilidad social en Colombia. Así (…) se les haría un gran daño a miles de jóvenes pobres y se perpetuaría una de las causas de la desigualdad social y económica”. (‘Golpe a los pilos pobres’, elespectador.com, octubre 7-2018).
En igual sentido, Juliana Londoño, Fabio Sánchez y Catherine Rodríguez (2017), en su evaluación del SSP (Documento n.o 24, Cede, U. de los Andes), llegan a la conclusión de que SPP “tuvo grandes ganancias sociales netas positivas. Sin embargo, advertimos que nuestro análisis es necesariamente especulativo, ya que la única manera de estar seguros de los efectos a largo plazo de SPP es medir directamente los resultados a largo plazo para los participantes de SPP. Esto es particularmente importante a la luz de la evidencia reciente para los países en desarrollo que sugiere que la educación universitaria de élite genera resultados de mercado laboral de alto nivel solo para los estudiantes de familias ricas”.
Es decir, para los investigadores de una de las universidades que más se ha beneficiado con SPP, la única manera para poder evaluar sus resultados de largo plazo es continuando con el programa SPP, aunque “es necesariamente especulativo”. Dennos más tiempo y lo probaremos. Por su parte, el profesor de la U. de Chicago, Seth Zimmerman (2016), en un artículo (NBER, n.o 22900) en que analiza a los egresados de los programas de élite en negocios (BA), derecho e ingeniería en Chile, concluye que “los beneficios (que se derivan de estudiar en un universidad de élite) se acumulan solo en los estudiantes hombres que asisten a escuelas secundarias privadas caras. Las mujeres y los hombres que asisten a otros tipos de escuelas secundarias, incluidas las escuelas públicas de élite, no obtienen ningún beneficio de la isión a las universidades de élite”. Además, “el fracaso de estas universidades para facilitar la movilidad ascendente a los estudiantes de bajo estatus socioeconómico (ESE) a las primeras posiciones puede ser una causa o una consecuencia del atrincheramiento de la élite”.
En cuanto a las amistades y relaciones que los estudiantes establecen afirma: “Si los estudiantes varones con un ESE alto pueden formar vínculos valiosos entre compañeros mientras están en la secundaria, esto podría explicar por qué ganan con la isión, mientras que otros estudiantes no lo hacen. (…) Las relaciones con hombres de ESE alto pueden ser especialmente valiosas desde la perspectiva del progreso profesional y pueden ser más accesibles para los estudiantes que ya están en ese grupo”.
¿Por qué la élite colombiana no recluta, tanto en los puestos del alto gobierno como en el sector privado, a los jóvenes talentosos de las U públicas sin que tengan que pasar por el programa SPP –en los Andes, La Javeriana, Sabana, etc.–, que solo tiene una cobertura marginal de 40.000 estudiantes, mientras las instituciones públicas universitarias atienden un poco más 1,2 millones? Argumentar que la U privada es una forma de ascenso social más segura es precisamente reconocer que la sociedad es excluyente con los egresados de las U públicas. ¿No decía J. M. Santos que los consejos de ministros eran como si estuviera en un aula de clase de la U. de los Andes?
En conclusión, no es tan fácil para un pilo pobre sobreponerse a tantas exclusiones cuando las relaciones de amistad, por lo general, y las afinidades electivas ya están formadas desde los colegios de bachillerato, no solo las individuales sino también las de clase social. ¿Quiénes son los pilos? Los que van a cargar los ‘palos de golf’ de sus colegas de élite, cargándoles la maleta y haciéndoles las tareas en sus ministerios, si tienen suerte.
GUILLERMO MAYA