Una de las graves consecuencias que nos dejó la pandemia fue la sofisticación de los ciberdelincuentes, ya que ahora se están concentrando en programas malignos –malwares– y objetivos que más ganancias les produzcan. Están siendo selectivos para tener mejores resultados.
Uno de los objetivos más vistos por estos hackers de sombrero negro son los aparatos con Android, utilizando lo que se conoce como troyanos de remoto –RAT–, ya que la masificación del fintech y la banca móvil los atraen para cometer sus delitos.
Por otro lado, el secuestro de datos –ransomware– se está volviendo más selectivo, pues antes muchos de sus objetivos no pagaban el rescate. Ahora están enfilando sus ataques a empresas con un alto riesgo ante un secuestro como este, ya que podrían recibir grandes multas por la no protección de los datos de sus clientes o perder mucho dinero si dejan de funcionar por un tiempo.
Otro delito que se puede estar cometiendo, inclusive en este país y en especial en estos momentos, es el que se conoce como fábricas de trolls en redes sociales. Un troll es una persona que usa Twitter, Facebook y otras redes para denigrar a una persona dando información falsa, ofensiva o irrelevante que la hace quedar mal. Esto lo hemos visto en estas elecciones.
Los códigos QR, que están de moda, ya que se usan en restaurantes, en publicidad, para ubicar sitios comerciales y otros, se han vuelto una forma para penetrar aparatos digitales de los s, pues usan código maligno e ingeniería social, que es manipular a la persona para que lo lea. Cuando el escanea el QR, se descarga un código malicioso en su aparato móvil y lo deja expuesto para robarle sus datos.
Con el infame ataque de Rusia a Ucrania también ha cogido fuerza el ciberterrorismo, o ataque digital a un país para, por ejemplo, cerrarle el servicio de luz, agua, transporte, o uno que haga que sus habitantes vivan muy mal. Los países deben tener la antena prendida para evitar este tipo de ataques.
Es hora de que vivamos, nosotros y el Estado, en alerta de un posible ataque digital y que tomemos las medidas necesarias como claves difíciles de ‘crackear’, evitar que nos manipulen para sacarnos datos, no conectarnos a redes de wifi públicas sin usar una VPN –red privada virtual– y otras más, pero principalmente tener conciencia de que somos vulnerables y que la seguridad digital depende solo de nosotros.
GUILLERMO SANTOS CALDERÓN