Respetados estudiantes. El domingo pasado les pregunté en esta columna dominical si iban a dejar que el Gobierno decidiera por ustedes dónde, cuándo y qué estudiar. La carta dio paso a varios encuentros que sostuve con algunos estudiantes de universidades privadas para indagar el porqué de su silencio frente a la determinación del Gobierno de destruir en mil pedazos el sistema educativo del país, sobre todo el privado, de la misma manera en la que lo hizo con la salud.
–Por miedo, Diego –me respondieron. –Miedo a la reacción violenta de los encapuchados, miedo a las represalias de las rectorías, miedo a que nos expulsen por ir en contra de los planteamientos de la izquierda, que también son fuertes en las privadas.
–¿Entonces, no hay nada que hacer? –les contrapregunté. Hubo un silencio prolongado. –Pues no mucho. Si ni siquiera los rectores son capaces de hacer nada, y se quedan callados, qué vamos a lograr un par de estudiantes. Triste y desolador panorama. El Gobierno, en cabeza del nefasto ministro de Educación Daniel Rojas, prácticamente tienen vía libre para anquilosar el sistema educativo de Colombia, tanto el público como el privado. Otro sector que el cáncer del petrismo va a acabar.
¿Y por qué no hacemos nada? Tal y como sucedió con la salud, pese a las múltiples advertencias de lo que estaba sucediendo, la sociedad civil vive en parsimonia. Si con la salud apenas salieron un par de centenares de personas a la calle en el país a defender el sistema, con la educación el ‘importaculismo’ parece ser mayor. El desfinanciamiento del Icetex pasó desapercibido, aunque impactara a más de 300.000 estudiantes.
“Esta lucha ha sido de muy pocos en el Congreso”, me dijo la senadora Paloma Valencia. “Lo que han hecho con el sistema es criminal”, agregó. La educación no tiene dolientes porque el impacto es en un grupo poblacional no muy amplio, me explicó Sergio Fajardo.
Lo cierto es que la educación no está en la agenda nacional. Los precandidatos, salvo contadas voces, no se han pronunciado. Desde las rectorías de las universidades, sobre todo de las privadas, pareciera que el asunto no va con ellas. –Es cuestión de aguantar año y medio. La aciaga noche cesará– me contestó el rector de una prestigiosa universidad.
La educación no está en la agenda nacional. Los precandidatos, salvo contadas voces, no se han pronunciado. Desde las rectorías de las universidades, sobre todo de las privadas, pareciera que el asunto no va con ellas
Se me hace increíble. Han sido los estudiantes una fuerza arrolladora para abanderar causas y provocar cambios. ¿Por qué lo de ahora no les importa? ¿No saben qué está pasando? ¿No los afecta? ¿Creen las palabras del Gobierno de que el sistema es perverso y merece un cambio total? Un estudiante de una universidad pública de la Costa me manifestó que lo que pase con las universidades privadas no le incumbe. “Eso es problema de ellos”. ¿Y a los estudiantes de las privadas? ¿Tampoco les incumbe?
Respetable y entendible que el miedo los frene, pero las redes sociales permiten ejercer una lucha desde el anonimato. ¿Por qué no crear contenido para alertar sobre lo que está pasando? ¿Por qué no combatir la aplanadora del Estado y su narrativa mentirosa? ¿Por qué no inundar de videos, textos, fotos y memes las redes sociales defendiendo la educación?
Me niego a pensar en que no hay nada que hacer. Me niego a pensar en que todos los rectores optaron por la comodidad de no hacer nada. Me niego a pensar que Paloma sea la única congresista a la que le duela la educación. Me niego a pensar que los estudiantes no entiendan la gravedad de lo que se está cocinando. El activo de este país, la médula ósea del futuro, reposa en la educación. Justo por eso es por lo que el Gobierno la quiere liquidar.
DIEGO SANTOS
Analista digital
En X: @DiegoASantos