Resulta importante reconocer el éxito de la Feria Internacional del Libro de Bogotá de abril de 2022. Los lectores se la tomaron por completo desde la primera jornada hasta la última. Los escritores de varios países del mundo, empezando por Corea del Sur, la nación invitada, se presentaron ante auditorios llenos de entusiasmo y generosidad. Los autores nacionales, que en los últimos años han ido creando sus propios públicos, estuvieron a la altura de las circunstancias. Los lanzamientos, las charlas sobre temas transversales a las publicaciones, las filas para conseguir una firma, los talleres para trabajar por la industria nacional, los pabellones enmarcados por cientos de miles de publicaciones: todo funcionó en la Feria.
Y se le debe todo, una vez más, a la suma de los esfuerzos de la Cámara Colombiana del Libro, Corferias, las editoriales grandes, las editoriales independientes, los gestores culturales, los libreros, los editores, los lectores, los autores. Ver las filas de jóvenes para reclamar una firma de su escritora favorita, ser testigo de un auditorio enorme completamente ocupado por personas interesadas en reflexionar a partir de las páginas de una nueva edición, es recordar que en estos últimos dos años se redobló el interés por lo que puede ofrecer un libro. La Feria de 2022 fue un verdadero reencuentro porque todo el mundo se lo tomó como tal.
Llovió en la Feria como llovía antes. Entre semana, los estudiantes de los colegios se tomaron sus pasillos con un entusiasmo que resultó contagioso. De viernes a domingo, multitudes de lectores, familias de lectores, recorrieron los pabellones tradicionales –el 3, el 5, el 6– a la caza de los libros que estaban necesitando. Todo fue como era, pero también se sintió que se empezaba de nuevo, que se cosechaba y se valoraba el trabajo de décadas de tantas personas que en las últimas dos décadas han convertido la Feria Internacional del Libro de Bogotá en una de las más concurridas y las más respetadas de su género.
EDITORIAL