El Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, con su biblioteca estupenda, está cumpliendo quince años ya. Y quizás el premio más honroso que ha recibido, en década y media de dar con los artistas más brillantes y conmovedores, sea haberse convertido en un punto de referencia del mapa de Bogotá: "Es en el Julio Mario", se suele decir, y todo el mundo sabe que se está hablando de aquel lugar maravilloso. Es claro, también, que detrás de semejante refugio para la cultura –la música, la danza y la dramaturgia se van sucediendo en su amplio escenario durante los doce meses del año– se encuentra la figura fundamental de Ramiro Osorio.
Osorio, primer ministro de Cultura de Colombia, cocreador del recordado Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, embajador de Colombia en México, entre muchos títulos y muchos logros más, ha sido siempre un ejemplo en el campo de la gestión cultural. Osorio ha recibido todos los reconocimientos que puede recibir un gestor de su altura, pero hace un poco más de un año, para no ir demasiado lejos en el recuento, fue a la Gala de la Academia de las Artes Escénicas de España a recibir el título de Académico de Honor. Y, sin embargo, la labor del Teatro Julio Mario, un empeño de la Alcaldía de Bogotá y la familia Santo Domingo, ha sido un recordatorio constante de lo mucho que se le debe a su tarea.
En el Teatro Julio Mario se han presentado, en estos quince años llenos de brillo, el Ballet Nacional de España, la Compañía María Pagés, la Compañía Manuel Liñán, el Ballet de Santiago, el Ballet Folklórico de México, la Compañía Yoann Bourgeois, la Compañía Tero Saarinen y Circus OZ –y, por supuesto, grandes orquestas y obras de nuestro país–, entre decenas de espectáculos más, pero también los cantautores más queridos y respetados del mundo de la música popular colombiana. Es un legado. Y una hoja de ruta para un futuro que pinta estupendo.