No hay duda de que a raíz de la vacunación, las medidas de bioseguridad, la dinámica viral y la disciplina de la gente, la pandemia ha dado una tregua que se traduce en cierto grado de tranquilidad general, que en la recta final de las festividades decembrinas resulta favorable, pero a la vez puede ser un bumerán si estas condiciones no se mantienen bajo la premisa de que aún el fantasma del covid-19 ronda en todo el mundo.
Aunque la variante ómicron merodea por el vecindario, y su presencia en Colombia podría estar determinada solo por factores de búsqueda y detección, no sobra decir que el grado de inmunización obtenido por la población a partir de las infecciones naturales y por la creciente aplicación de vacunas se convierte en un seguro –que no un blindaje– para atajar su expansión, siempre y cuando se protejan a toda costa las personas en riesgo.
Aquí hay que ser claros: dicho riesgo está determinado esencialmente por la no vacunación. En ese contexto, urge insistir a todo nivel en que los más de diez millones de personas que faltan por completar sus segundas dosis se las apliquen a la mayor brevedad y se continúen reforzando estas defensas, prioritariamente aquellos más vulnerables. En eso no hay que desfallecer.
La pólvora, el licor adulterado, la embriaguez al conducir, la intolerancia no deben ensombrecer estas festividades.
Se debe respetar la voluntad de cada quien para acercarse a los puestos de vacunación, pero esto no impide que se intensifique la exigencia del carné para el a lugares de ocio o diversión y a todos los espectáculos públicos de carácter masivo, mucho más en esta época en que la interacción de tipo social y familiar alcanza los niveles máximos, sin dejar de lado recalcar en la responsabilidad que sobre el bienestar y la vida de las personas tienen las autoridades y, por supuesto, los responsables de dichos lugares derivadas del cumplimiento de esta tarea.
Tampoco está de más conminar al Ministerio de Salud para que más temprano que tarde tape las grietas existentes en la expedición de los carnés digitales de vacunación, pues a causa de ellas un buen porcentaje de los ya vacunados no cuentan con esta herramienta o tienen la información incompleta, situaciones imperdonables si se considera que día a día el Gobierno entrega la cuantificación de personas vacunadas a nivel nacional. En otras palabras, dicha información existe, por lo que no hay razón para que no se traduzca en los mentados registros.
Y como no todo es covid-19, al inicio de la novena de aguinaldos es imperativo hacer los llamados para que las autoridades y la comunidad en general atenúen al máximo los riesgos derivados del uso irresponsable de la pólvora, la conducción de vehículos en estado de embriaguez, la venta de licor adulterado y los excesos que terminan incrementando la intolerancia que se desliza hacia hechos de violencia que, en conjunto, acaban ensombreciendo una época ligada a la tranquilidad y la armonía.
En síntesis, si el año pasado la pandemia se les atravesó a estas celebraciones, hoy, cuando da un pequeño paso al costado, este debe ser un estímulo para poner a prueba la capacidad de compartir en un contexto de convivencia y solidaridad civilizadas. La responsabilidad es de todos.
EDITORIAL