Hace un mes el consejo editorial del Diccionario Merriam-Webster eligió gaslighting –algo así como ‘manipular a otro, con sevicia, para que dude de su realidad’– como la palabra en inglés más investigada e importante del 2022. La semana pasada la Fundación del Español Urgente, patrocinada tanto por la agencia Efe como por la Real Academia de la Lengua, llegó a la conclusión de que la palabra que retrataba con más precisión lo que había sucedido en los meses anteriores –por encima de ‘apocalipsis’, ‘criptomoneda’, ‘diversidad’, ‘ecocidio’, ‘gasoducto’, ‘gigafactoría’, ‘gripalizar’, ‘inflación’, ‘sexdopaje’, ‘topar’ y ‘ucraniano’– era la expresión ‘inteligencia artificial’.
El mundo siempre está buscando modos de decir lo que está sucediendo. La especie siempre está tratando de nombrar, de registrar, de narrar en todas las lenguas los giros de la trama humana. Y las eminencias del Merriam-Webster y la Fundéu RAE, que llevan a cabo verdaderos estudios de la manera como está hablando y expresándose la gente, son conscientes de las miserias y las glorias de estos tiempos. También a finales del año pasado, el Diccionario de la Real Academia dio a conocer las 280 palabras nuevas que podrán encontrarse, por lo pronto, en su edición en línea, ‘micromachismo’, ‘conspiranoico’, ‘puntocom’ y ‘micromecenazgo’, por ejemplo, dan cuenta de lo que se ha estado viendo en los últimos años.
Hay varias acepciones nuevas, en el Diccionario, que reconocen cómo va cambiando el uso de las palabras en los diferentes países en los que se habla español. Pero vale la pena destacar, por lo cercanos, un par de antropónimos que ya era hora de que se incorporaran a nuestro diccionario: los términos ‘cortazariano’ y ‘garciamarquiano’, relativos a los estilos de dos clásicos de la literatura latinoamericana, tenían que ser reconocidos como palabras de todos los días no solo porque son un hecho, sino porque a estas alturas son indispensables para describir ciertas maneras de ver, de ser y de moverse por el mundo.
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