Las evidencias científicas indican que es hora de tomar en serio los efectos de los cigarrillos electrónicos y todos los dispositivos cubiertos bajo la denominación de vapeadores. Además del alcohol y las drogas psicoativas en niños y adolescentes.
Esto en razón de que la revisión actualizada de la literatura científica deja claro que existen riesgos relacionados significativamente con el uso de estos artefactos, en especial sobre la salud pulmonar, cardiovascular y cerebral, sin dejar de lado otras afectaciones y el preocupante desconocimiento de sus daños a largo plazo. Diversos estudios sugieren que los aerosoles de estos productos pueden contener –además de nicotina, que equivocadamente se promueve como inocua– metales como estaño, níquel y plomo; compuestos orgánicos volátiles, partículas ultrafinas, algunos saborizantes y sustancias químicas con potencial de causar daños estructurales y funcionales manifestados en enfermedades diversas, incluido el cáncer.
Es importante recalcar que la mayoría de los cigarrillos electrónicos contienen nicotina y que también hay soporte científico para decir que esta sustancia altera el desarrollo cerebral de los adolescentes. Otras investigaciones han indicado que el vapeo entre los jóvenes está fuertemente ligado al uso posterior de los cigarrillos convencionales y otros productos de tabaco a todas luces peligrosos.
Las autoridades sanitarias y el Congreso deben actuar con base en la evidencia acumulada y generar políticas en un marco de protección de los niños y jóvenes.
Todo lo anterior tiene como objetivo contextualizar el último ‘Estudio nacional de consumo de sustancias psicoativas en población escolar’, realizado por el Ministerio de Justicia. Impresiona que 51 por ciento las ha probado al menos una vez. Precisamente, una de las más inquietantes es la alta prevalencia de los vapeadores, que duplica al cigarrillo. Al menos uno de cada 5 los ha usado. Pero hay aquí más cifras que tienen que ser un llamado a tomar conciencia. El 47,75 por ciento de los estudiantes ha ingerido alcohol, y el 9,4 ha usado sustancias ilegales; el 5,96 por ciento, marihuana; el 2,21, pegantes, y el 1,73, cocaína.
Estos estudios son muy importante porque, además de ser una advertencia seria de lo que está pasando con los niños y jóvenes, sirven para que padres y educadores dimensionen el tamaño del desafío. Por eso hay que trabajar de la mano, hay que redoblar los esfuerzos en los entornos escolares, donde suelen llegar, con diverso disfraz, quienes inician a los niños en algo que marcará su vida para siempre y, como se sabe, les dejará secuelas en su salud y aprendizaje. Todo grave, por donde se mire.
Volviendo a los vapeadores, no deben considerarse inofensivos ni tampoco una alternativa para quienes deciden emprender el camino hacia la cesación o reducción del tabaquismo, dado que existen opciones más seguras.
Todo esto hace imperativo instar a las autoridades sanitarias y al Congreso a actuar con base en la evidencia acumulada y consecuentemente generen políticas específicas en un marco de protección del bienestar de la población, especialmente la infantil, sobre todo tipo de sustancias. Que se cumplan a rajatabla las normas de no venta a menores de edad, se fortalezcan las estrategias pedagógicas y los mecanismos de vigilancia.
EDITORIAL