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El timonazo de Petro que eleva la tensión política / Análisis
Tras enterrar la coalición de gobierno, insiste en que la calle le dará el apoyo para sus reformas.
Congreso de Asofondos en Cartagena. Foto: Asofondos
Tras gobernar durante casi nueve meses con varios ministros provenientes de los partidos tradicionales que conformaban la coalición de gobierno, el Presidente sacó esta semana a las fuerzas de centro de su gabinete para darles entrada a fieles y antiguos aliados. Se trata de una versión Petro 2.0. en el Gobierno nacional, pero que se basa en el mismo equipo que lo rodeó cuando fue alcalde mayor de Bogotá, entre 2012 y 2015.
Con esta guardia pretoriana, el Presidente espera sacar adelante sus reformas sociales —de la salud, pensional y laboral— y el Plan Nacional de Desarrollo. Y, como lo dijo en un durísimo discurso en Zarzal, Valle, pretende alinear a su equipo para empezar a cumplir sus promesas de campaña.
Además, este 1 de mayo, Petro volverá de nuevo a la ‘política del balcón’, a “dialogar con el trabajador colombiano”, según un comunicado oficial de Palacio. El encuentro está convocado para la plaza de Armas de la Casa de Nariño, donde aún siguen sintiéndose con fuerza las réplicas de la ruptura de la coalición, que se materializó el pasado miércoles con la salida de siete ministros.
El horizonte, sin embargo, no luce despejado. Al contrario, al día de hoy la reforma de la salud está embolatada; en marzo la inflación anual alcanzó el 13,34 %, mientras que su desaprobación llegó al 57 %, la más alta desde que comenzó su mandato. Así mismo, el número de colombianos que creen que el país va mal se trepó al 73 %., según la última encuesta de Invamer.
El rechazo a la gestión de mandatario aumentó seis puntos en tan solo dos meses. Este lapso coincide con el pulso cotidiano de las fuerzas políticas con la ahora exministra de salud Carolina Corcho y con el deterioro del orden público en el país a pesar de los intentos por aterrizar la ‘paz total’.
Un Gobierno de emergencia, que tenga funcionarios que trabajen de día y de noche, cuyo corazón está a favor de la gente humilde y no simplemente por ganar un salario
En Zarzal, donde volvió a la retórica del ‘levantamiento campesino’ y donde acusó al Congreso de “cercenar” la posibilidad de cumplir el acuerdo de Paz de La Habana y de ‘querer la guerra’, Petro reconoció el mal momento. Por eso habló de tener “un Gobierno de emergencia, que tenga funcionarios que trabajen de día y de noche, cuyo corazón está a favor de la gente humilde y no simplemente por ganar un salario y unas comisiones, y que sea capaz de adelantar los enormes retos que se nos demandan en el campo rural”.
La narrativa oficial es que los resultados de estos ocho meses —en los que la reforma tributaria que sacó adelante el ahora defenestrado exministro José Antonio Ocampo es el resultado más importante— son más atribuibles a la presencia en su gabinete de quienes no eran petristas purasangre (y por lo tanto, no estarían comprometidos con su proyecto), y menos a los errores, improvisaciones y malos nombramientos en los que haya podido incurrir el jefe de Estado.
El radicalismo de la ministra Corcho en la propuesta de reforma de la salud y los claros mensajes de los jefes de los partidos de la coalición, empezando por el expresidente César Gaviria, de que no iban a ceder en su defensa de los frentes positivos del actual sistema terminaron siendo el florero de Llorente para la ruptura de la coalición. Petro la declaró oficialmente muerta el martes, un día antes de sacar a los ministros que, unos más que otros, podrían considerarse cercanos al liberalismo, los conservadores y ‘la U’.
Ese paso, en una primera lectura, puede verse como una reedición de lo que ya se había visto cuando Gustavo Petro fue alcalde de Bogotá y, después de unos pocos meses, terminó apartando incluso a compañeros de toda su vida en la izquierda pero mucho más abiertos al diálogo político, como Antonio Navarro Wolf y Daniel García-Peña.
Pero esa mirada hay que complementarla con otros elementos para el análisis: en su nuevo gabinete, el Presidente incluye sí a varios de sus más cercanos alfiles, pero que tienen perfiles muy calificados para desempeñar sus carteras.
Ricardo Bonilla, asesor económico del Pacto Histórico. Foto:Ana María García. Archivo EL TIEMPO
Es el caso de William Camargo,en Transporte; Ricardo Bonilla, en Hacienda, y el médico Guillermo Alfonso Jaramillo, en Salud. Y en esta última cartera, la sorpresiva salida de Carolina Corcho, quien con la ministra de Minas Irene Vélez representaba el sector más radical y menos dialogante del entorno presidencial, podría ser interpretada como un sacrificio en aras de abrir una brecha de diálogo con los partidos.
Todo esto sin dejar de agitar el fantasma de la calle para presionar que el Congreso baile a su ritmo. Hasta ahora, esa estrategia no le ha funcionado ni en el Capitolio ni fuera de él, pues las marchas convocadas por el Gobierno y los sindicatos han sido más bien exiguas, muy lejos de las multitudinarias de las épocas de campaña.
A comienzos de febrero, Petro se subió por primera vez al balcón para convocar a sus bases. Y ahora va a aprovechar una jornada en la que tradicionalmente miles de colombianos salen a marchar —la del día del Trabajo— para intentar mostrar más músculo popular apoyando su discurso.
La hora de las diferencias
La crisis del Gobierno y de la coalición explotó en esta última semana de abril, pero tenía meses incubándose. Las contradicciones empezaron a aflorar tanto con los partidos no petristas como en el Ejecutivo e incluso en el Pacto Histórico, al punto que llevaron al retiro de la reforma política, uno de los proyectos claves para el Gobierno y el poderoso senador Roy Barreras.
Para entonces, los ahora exministros Alejandro Gaviria (Educación), José Antonio Ocampo (Hacienda) y Cecilia López (Agricultura) habían elaborado sendos documentos donde dejaron constancia escrita de sus reparos a la reforma de la salud y que terminaron filtrándose ante la opinión pública. Esto provocó la primera crisis ministerial en la que se fue Gaviria, hoy convertido en un fuerte crítico.
Aún así, el mismo Petro mantuvo un diálogo duro pero respetuoso con los jefes de los partidos no petristas: César Gaviria Trujillo (Liberal), Efraín Cepeda (Conservador) y Dilian Francisca Toro (‘la U’). Pero, según la versión de los líderes de los partidos, las proposiciones para la reforma de la salud que ellos acordaban en las reuniones con la ministra Corcho eran desechadas en los textos finales del proyecto. “Desaparecían como por arte de magia”, dijo uno de los asesores del partido Conservador.
La reforma parecía ir en una montaña rusa. Un día parecía hundida, al día siguiente revivía y luego volvían las peleas. El expresidente Gaviria elevó el tono y ordenó votar negativamente la ponencia del Gobierno y redactar un nuevo proyecto de origen liberal. Una de sus frases retrataba bien cómo era el diálogo con Corcho: “No entiendo bien por qué esa señora es ministra de Salud”. A esto, Petro salió a responder diciendo que Corcho era ministra porque “defiende a los pacientes”. Pocas semanas después, sin embargo, decidió sacarla del gabinete.
Los exministros Carolina Corcho, José Antonio Ocampó y Alfonso Prada. Foto:EL TIEMPO y Presidencia
La ruptura con los liberales hacía evidente la fragilidad de la coalición. Y la decisión de los otros dos partidos de no votar el texto definitivo del Gobierno —en el que las EPS siguen jugando un papel marginal en el modelo de salud y en el que siguen vivos los polémicos fondos regionales a los que el Ejecutivo quiere darles manejo sobre la plata del sistema— fueron la antesala de esta declaración del Presidente, que se conoció vía Twitter: “La coalición política pactada como mayoría ha terminado en el día de hoy por decisión de unos presidentes de partido. Algunos de los cuales amenaza a la mayoría de su propia bancada”.
El miércoles, los colombianos se despertaron con la noticia. El Presidente había enterrado la coalición de Gobierno. Muchos estaban digiriendo el hecho cuando se conoció la sustancial modificación de su gabinete. “A pesar de que mi gabinete, y su apuesta por el diálogo y el pacto, fue rechazado por alguna dirigencia política tradicional y del establecimiento. Vamos a persistir con nuestro programa y nuestra vocación de grandes acuerdos nacionales”, dijo Petro al revelar la lista de los que se iban y de los que llegan.
Entre estos últimos hay varios que le han guardado lealtad incondicional. Bonilla, Jaramillo y Camargo estuvieron con él en la alcaldía; Carlos Ramón González (director del Departamento istrativo de la Presidencia) fue también militante del M-19 y Luis Fernando Velasco (Interior) fue el primer disidente del Partido Liberal que llegó a su lado.
Ariel Ávila, senador de Alianza Verde y con amplia experiencia en el análisis político, cree que “este es el gabinete que él quiso formar desde el principio” así en su conformación “hubiera tenido que sacrificar a una de sus ministras emblema del ala más dura, que era Carolina Corcho”.
El poder de la calle
Petro considera que los partidos, el Congreso y otras instituciones están anquilosadas, mientras que la calle es el motor del cambio. Una tesis que sostenía antes de ganar las elecciones. La diferencia está en que ahora, como inquilino de la Casa de Nariño, su obligación es tramitar esos cambios sin poner en riesgo la institucionalidad de la república.
Las nuevas señales de radicalización de Petro encendieron las alarmas. “El Presidente —dijo Juan Manuel Santos— se está sintiendo acorralado y se vuelve más radical”. Acto seguido lo llamó a “conservar la moderación para lograr las respuestas que necesitan los colombianos”.
“Ese (la radicalización) es un riesgo”, dice Paca Zuleta, directora de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Los Andes, quien explica que Petro “perdió espacio político”, “se sintió cercado” y ahora buscará recuperarlo en tres escenarios. “El Presidente tenía unacoalición en el Congreso que no le estaba marchando; un gabinete plural, es cierto, pero con el que no se sentía cómodo; y la amenaza del apoyo de la calle guardada”.
Aunque la coalición aún da señales de vida –esta semana, por ejemplo, hundió otra moción de censura contra un ministro–, es claro que el llamado ‘gobierno del cambio’ optará por una de las prácticas clientelares de la política tradicional colombiana: el lentejismo, que no es otra conseguir apoyos de parlamentarios a cambio de burocracia.
En esa labor será clave el nuevo ministro del Interior, Velasco, que ya en el pasado ha aprovechado su origen liberal para tratar de atraer al petrismo a las bases rojas.
Aunque el nuevo ministro de la Política insiste en que se usarán los argumentos, hay otras lecturas. Juan Carlos Flórez, analista político, dice: “El asunto siempre en Colombia es cuál es el sistema mediante el cual el Ejecutivo se relaciona con el Legislativo o gobernadores con asambleas. Es un mecanismo al que ni siquiera nos atrevemos a llamar por el nombre, lo llamamos mermelada”.
Daniela Garzón, analista política de la Fundación Paz y Reconciliación, Pares, cree que la misión de Velasco va más allá y es la de ampliar la disidencia liberal. Por eso los coqueteos con liberales polémicos como Julián Bedoya, “cuya ficha, María Eugenia Lopera, literalmente salvó la reforma a la salud en la Comisión VII, al ser la única liberal que votó afirmativamente la ponencia de Corcho”.
Luis Fernando Velasco es el nuevo ministro del Interior. Foto:Ministerio del Interior
Simultáneamente al lentejismo, el Gobierno buscará intensificar la presión de la calle. Una presión que sin duda sentirán más duro los congresistas que no se sientan cobijados por las decisiones colectivas de sus partidos. Patricia Muñoz Yi, de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, afirma que “el Presidente busca un estado de opinión”: “En vísperas de las elecciones de octubre, los líderes políticos no serán indiferentes a estas manifestaciones. El Presidente se esforzará para que las movilizaciones sí pueden incidir en cómo votarán los congresistas”.
En año electoral, la mermelada del gobierno es aún más atractiva para los parlamentarios, pero los tránsfugas se exponen a que los directivos de los partidos, que son los dueños de los avales, los castiguen excluyendo a sus candidatos a concejos, asambleas, alcaldías y gobernaciones, lo que se traduce para ellos en arriesgar su base política regional.
Con la coalición al día de hoy hecha jirones, ¿qué van a hacer los partidos? Dilian Francisca Toro, directora de La U, responde: “Continuaremos trabajando para que el país tenga unas buenas reformas sociales. Aprobaremos aquellos proyectos que sean buenos para Colombia y los que consideremos que impactan negativamente a los ciudadanos serán rechazados o con propuestas para mejorarlos”. “Hemos insistido en que no somos notarios y se debe trabajar sobre lo construido”, contesta, por su parte, el conservador Cepeda.
“Ni se declaran en oposición ni en la independencia”, dice el senador de Cambio David Luna sobre estos partidos. Y auguroa: “Van a seguir con Petro”.
Con todo este panorama, y aún con tres años y tres meses por delante, ¿qué caminos tomará Petro?
“Hay dos opciones –dice Angelika Rettberg, profesora de Ciencia Política de la Universidad de los Andes–: uno que se ensimisme y tome cada vez menos en cuenta otras posturas, lo cual generará dificultades para la gobernabilidad, pues en Colombia el arte de gobernar exige la capacidad de concertar y negociar con diferentes instituciones, todas legítimas y constitucionalmente respaldadas”. La radicalización, advierte, no le servirá al Gobierno y sería un gran riesgo para el país. Y dos, señala Rettberg, que “después de la fase de ensimismamiento recupere la vocación de construir alianzas, moderar discursos, y adelantar una agenda reformista que no será tan profunda como quisiera, pero avance más de lo que haría si se queda estancado con su círculo de cercanos”.