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Cama, sí; algoritmos, no / Sexo con Esther

En un mundo más robotizado, necesitamos recordar que hay cosas que las máquinas no pueden replicar.

La alosexualidad es lo contrario a la asexualidad.

La alosexualidad es lo contrario a la asexualidad. Foto: iStock

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En un mundo donde las máquinas gobiernan y la Inteligencia Artificial (IA) parece más inteligente que nuestras citas pasadas, es hora de destapar la verdad: ¡necesitamos darle un espacio digno y merecido a la actividad sexual natural! En medio de la mecanización y la automatización, la chispa humana merece más que un simple interruptor de encendido y apagado.
Imagínense este escenario: están teniendo una conversación profunda con su asistente virtual, y de repente, deciden lanzarle una pregunta ardiente. La respuesta calculada y fría deja mucho que desear. ¿Dónde quedó la pasión, la sorpresa y la intensidad humanas? En un mundo cada vez más robotizado, necesitamos recordar que hay cosas que las máquinas simplemente no pueden replicar, y la actividad sexual es una de ellas.
La automatización puede hacer que las tareas diarias sean más eficientes, pero no puede sustituir la conexión íntima y la complicidad que se encuentran sobre el catre. Imagínense si Tinder fuera manejado por algoritmos sin corazón.
¿Cómo se podría esperar que una máquina entienda la química real entre dos personas? Podría emparejar personas que comparten gustos en libros, pero ¿qué pasa con la chispa que enciende el fuego de la pasión?
En un mundo obsesionado con la IA, la realidad es que la verdadera inteligencia radica en la capacidad humana para experimentar, explorar y, sí, disfrutar del goce de la planta baja.
No se puede permitir que las relaciones se reduzcan a simples algoritmos de compatibilidad. Necesitamos desenchufarnos, quitarnos los auriculares y volver a conectarnos con lo que hace que la vida valga la pena.
En tiempos en que los algoritmos intentan adivinar nuestro próximo enamoramiento y los juguetes de pasión interactivos tratan de llevarnos al séptimo cielo con un simple clic, el sexo real sigue siendo el campeón indiscutible del ring amoroso.
No hay código de computadora que pueda replicar el susurro de la vida real, ni vibrador interactivo que pueda igualar la electricidad de una conexión humana genuina.
Las relaciones virtuales pueden tener su lugar, pero cuando se trata de encender la llama del deseo, nada supera al buen y viejo sexo real. ¡Porque en la batalla entre bytes y besos, los labios siempre ganan!
Ahora bien, darle un espacio digno a la actividad sexual no significa convertirnos en una sociedad de vikingos desenfrenados. Se trata de encontrar el equilibrio entre la tecnología y la humanidad. Después de todo, nuestras abuelas no tenían que preocuparse por la eficacia de sus relaciones basadas en análisis de datos.
En resumen, en este mundo digitalmente obsesionado, necesitamos recordar que somos seres humanos, no meros engranajes en la máquina de la vida moderna. Así que, antes de que la IA se convierta en la reina de nuestro reino amoroso, asegurémonos de que haya un espacio digno y merecido para el aquello.
Después de todo, la única actualización que realmente necesitamos es la que ocurre entre las sábanas. ¡Viva el amor humano en la era de la automatización! Hasta luego.
ESTHER BALAC
Para EL TIEMPO

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