Aunque el número de embarazos en niñas y adolescentes (consideradas en este rango edades de 10 a 19 años) en el país viene en caída, preocupa el repunte que se ha venido presentando en aquellas madres de entre 10 y 14 años.
Así lo refleja un reciente informe del Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana elaborado a partir de datos de ‘Estadísticas vitales’ del Departamento istrativo Nacional de Estadística (Dane).
Según las cifras, de los 612.228 nacimientos registrados en el país en el 2021, el 18,2 por ciento (unos 111.548 recién nacidos) son de madres de entre 10 y 19 años. Se trata todavía de un número muy elevado, aunque desde el 2015, cuando se registraron 135.979 nacimientos en estas edades, viene en constante caída.
Pese a ello, preocupa más lo que ocurre entre los 10 y los 14 años. En esta población se presentaron 4.732 nacimientos el año pasado, un aumento considerable si la cifra se compara con la de 2020 (4.301 casos). Y para 2022, la situación no parece presentar mayores cambios.
Entre enero y julio de este año (últimas cifras disponibles), ya van 2.416 recién nacidos de madres que no superan los 14 años. Hasta los 19 años la cifra es de 54.757 nacimientos.
Estos indicadores no solo reflejan problemas en la educación sexual de los menores, sostienen los investigadores, sino que muestra también su vulnerabilidad frente a la violencia sexual.
“El incremento de los nacimientos durante 2021 sugiere que las niñas y adolescentes estuvieron más expuestas a abusos y situaciones de violencia en sus hogares durante los confinamientos y las cuarentenas decretadas para contener el coronavirus. En este sentido, para lo corrido del año 2022, la Fiscalía General de la Nación ha iniciado 18.327 investigaciones por abuso sexual contra menores, de las cuales el 84 por ciento corresponde a investigaciones en las que la víctima es una niña”, sostiene el informe.
Y es que, según el Dane, en 2021, la edad promedio del padre de los nacidos vivos de madres entre los 10 y los 14 años fue de 20,7 años, y cabe recordar que en Colombia las relaciones sexuales con personas de estas edades son consideradas un delito. Además, ese mismo año, del total de estos nacimientos, el 6,9 por ciento fue producto de una relación con un hombre de más de 30 años. Este tipo de relaciones se presupone que derivan de violencia y abuso sexual. Para madres de 15 a 19 años, el promedio de edad del padre es de 23,4 años.
El incremento de los nacimientos durante 2021 sugiere que las niñas y adolescentes estuvieron más expuestas a abusos y situaciones de violencia en sus hogares durante los confinamientos
Los anteriores resultados evidencian que un porcentaje considerable de los nacimientos en niñas y adolescentes son producto de relaciones desiguales. Estos pueden ser casos de matrimonio infantil y uniones tempranas mediadas por construcciones culturales relacionadas con el rol y aspiraciones de la mujer.
En general (dice el informe), las grandes diferencias de edad entre el hombre y la mujer pueden significar relaciones con una posición desventajosa para la madre y adolescente, en la que se ve disminuido su poder de negociación y de decisión individual.
Otro problema relacionado con el embarazo adolescente es el de las defunciones fetales. En el año 2021 se produjeron 4.575 muertes fetales en niñas o adolescentes. De ellas, 311 ocurrieron en menores de 14 años, cifra preocupante, dadas las consecuencias para la salud física y mental de las afectadas.
Acciones urgentes
Ante esto, los investigadores aseguran que es urgente tomar acciones necesarias para reducir de manera significativa los embarazos adolescentes y encaminar esfuerzos hacia una política integral contra esta problemática en materia económica, de acompañamiento psicosocial, atención y educación sexual.
Así lo explica Gloria Bernal, codirectora del LEE y una de las investigadoras del informe, al señalar: “Es urgente que entre los niños niñas y adolescentes se promueva el cuidado del cuerpo, la concientización para identificar casos de abuso, el conocimiento de los canales de atención y denuncia frente a dichos casos, y la adecuada educación sexual tanto en los hogares y los colegios buscando proteger su integridad física y mental”.
Y añadió: “Igualmente, las niñas y adolescentes embarazadas deben interrumpir sus estudios, siendo una de las causas de deserción escolar. Al no asistir al colegio, estas niñas y adolescentes quedan rezagadas frente al resto de sus compañeras/os, lo cual puede afectar posteriormente su ingreso a la educación superior o su inserción al mercado laboral”.
REDACCIÓN EDUCACIÓN
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