Mientras gran parte de la discusión nacional en torno a la educación en Colombia se centra en el a las universidades y la meta del Gobierno de Gustavo Petro de construir 100 sedes universitarias, en la educación básica y media (colegios), se vive una crisis que hoy tiene a 907.000 niños, niñas y adolescentes fuera del sistema escolar, lo que representa el 9,5 por ciento de esta población, según cifras del Sistema Nacional de Información de Educación Básica (SINEB).
Los datos, que fueron revelados hace pocos días y corresponden al año 2023 (estos datos se entregan con un año de retraso), no solo hablan de menores fuera del colegio (cifra que desde 2020 no deja de crecer), sino que también develaron el porcentaje de repitencia más alta en al menos 20 años, y el segundo más alto de deserción escolar (solo superado por los resultados de 2022).
Se trata de una realidad más que alarmante, que obedece a un problema estructural en el sistema educativo, y que, de acuerdo con expertos consultados por EL TIEMPO, haría infructuosas estrategias como la ampliación en 500.000 nuevos cupos la cobertura en educación superior.
Así lo cree Francisco Cajiao, analista educativo y una de las personas que más conoce a este sector en el país: “Es como hacer un puente sin que haya carros. No estamos garantizando que la gente estudie en el colegio, mucho menos haremos que llegue a la educación superior”.
No es para menos. Se estima que en Colombia el 50 por ciento de las personas que inicia el colegio, no se gradúa de bachiller, y que 4 de cada 10 que logra hacerlo, lo hace a una edad superior a la que debería.
Y el problema inicia desde los primeros años. Aunque la cobertura neta en educación preescolar, básica y media supera el 90 por ciento, concretamente en primera infancia es de apenas el 64,9 por ciento. En primaria no hay mayores problemas de cobertura (que llega a tasas que superan el 100 por ciento), pero cuando se llega a media, es decir, grados 10° y 11°, fenómenos como la deserción ya han hecho suficientes estragos para que la cobertura neta llegue a apenas al 50,4 por ciento.
Un lento abandono del sistema escolar que se profundiza con cada grado y que afecta a colegios públicos (donde los indicadores son más altos), como a privados (que se traduce, por ejemplo, en el cierre de 769 instituciones en un solo año).
Repitencia
Para entender cómo se llega a estos niveles, un primer fenómeno a tener en cuenta es el de la repitencia, que según cifras oficiales del SINEB, sistema del Ministerio de Educación, llegó al 8,1 por ciento, el dato más alto en por lo menos dos décadas. En número de estudiantes afectados, esto se traduce en 725.563 menores que perdieron el año en 2023. También representa un crecimiento exponencial, con números cuatro veces superiores a los registrados cuatro años antes, en 2019 (tasa de repitencia del 1,9 por ciento y 176.362 repitentes).
Y este aumento que se ha presentado en instituciones públicas y privadas, es claramente mayor en las primeras, donde la tasa de repitencia alcanzó el 9,2 por ciento.
Para Cajiao, “la primera explicación, por supuesto, fue la pandemia. Hubo un periodo excesivamente largo de desescolarización y de una virtualidad a medias. Naturalmente, un número muy grande de niños y niñas, especialmente los de los sectores más vulnerables, tuvieron un enorme atraso que fue advertido por organismos tanto nacionales como internacionales. Y una vez terminó la pandemia, no se hicieron correctivos de ninguna especie. No hubo un esfuerzo grande para recuperar a los niños que se habían atrasado. Ni el Ministerio de Educación tomó medidas y directrices de carácter nacional, ni las entidades territoriales se ocuparon del tema”.
En otras palabras, la pandemia, el cierre de los colegios y la educación en casa generó graves rezagos de aprendizaje (registrados no solo por expertos, sino por organizaciones como el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación de la Unesco). Pese a ello, el sistema educativo no habría hecho los esfuerzos pertinentes para recuperar esos aprendizajes, no solo manteniendo altas las tasas de repitencia, sino haciendo que se elevaran tres puntos porcentuales entre 2022 y 2023, después de superada la emergencia sanitaria.
A esto, Cajiao agregó: “Además, desafortunadamente ha habido muy poco interés en estos tres años últimos en trabajar por la educación básica y media. Pareciera que toda la atención del Gobierno se ha centrado exclusivamente en la educación superior”.
Este indicador también es sinónimo de la desigualdad que vive el país en materia educativa. Prueba de ello es que haya regiones con una repitencia menor al promedio como Bogotá (5,8 por ciento), Atlántico (6,3 por ciento) y Cundinamarca (6,7 por ciento), pero que en otras regiones sea el doble, como en Vichada (17,2 por ciento), Vaupés (16,4 por ciento) y Guainía (15,5 por ciento).
Esta alta repitencia, sumado a un ingreso tardío al sistema educativo ( principalmente en zonas rurales) genera un fenómeno que se conoce como extraedad, es decir, cuando un alumno tiene una edad más alta a la que corresponde al grado que cursa. Actualmente, el 5,5 por ciento de los estudiantes escolares en Colombia están en extraedad, más de 500.000 personas.
Ómar David Garzón, investigador del Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana (LEE), explica que en Colombia “4 de cada 10 estudiantes que se gradúan del colegio culminan a tiempo. Tenemos algunas regiones donde el promedio de graduación es a los 23 años. Y en la educación rural, el promedio de graduación es de 19 a 20 años”.
Y agrega: “Cuando se empieza tarde el colegio, cuando hay rezagos de aprendizaje, problemas en la calidad, repitencia, tenemos efectos grandes y graves en las personas y en las familias. No es raro que muchos abandonen”.
Esta es una conclusión a la que también llega Cajiao: “La repitencia es la cuota inicial de la deserción. Un niño que repite año inmediatamente tiene la tendencia a retirarse”.
Deserción
La deserción escolar en Colombia tuvo en 2023 su segundo dato más alto en una década, ubicándose en el 3,7 por ciento, es decir, 335.364 estudiantes que ese año abandonaron sus estudios. Si esto se suma con la cifra de 2022 (la más alta) se tiene que en dos años fueron 709.487 los menores que dejaron de estudiar.
Para Gloria Bernal, coordinadora del Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana, este es un fenómeno 'trágico' para el país, el sistema, las familias y los mismos niños, niñas y adolescentes.
“Los que desertaron definitivamente son la mayor preocupación. Es trágico para ellos y para el país que no terminen sus estudios de básica y media. Al menos los que repiten siguen en el sistema educativo, tratando de salir a flote, y hay que prestarles especial atención porque tienen más altas probabilidades de desertar que los que no repiten. Pero al salir del sistema, las posibilidades de volver a estudiar son mínimas”, agrega la experta.
Una vez más, y pese a que el aumento en los índices aplican tanto para sector oficial como no oficial, en el caso de los colegios públicos la situación es más alarmante, ya que allí la deserción alcanza el 3,9 por ciento, mientras que en los privados es del 2,9 por ciento.
Estos porcentajes pueden no parecer significativos, pero en realidad son muy elevados y muestran cómo, año a año, el sistema pierde estudiantes de manera constante. Por ejemplo, la matrícula de grado sexto para el año 2018 fue de 931.082. De haber seguido su trayectoria, todos ellos habrían llegado en 2023 a grado once. Sin embargo, la matrícula de 11° para este último año se ubicó en 535.640 (se perdieron solo en este caso casi 400.000 estudiantes).
Para Bernal, evidentemente la repitencia, que tiene que ver con lo que los estudiantes logran aprender y los logros académicos, es la principal causa de la deserción, ya que esto deriva en extraedad, y que muchos jóvenes lleguen a la mayoría de edad estando en el colegio, lo que los motiva a abandonar sus estudios para trabajar.
Pero existen muchas otras razones. “Por ejemplo, con el conflicto armado las familias salen de sus casas y primero piensan en un techo antes que en el colegio. También hay trabajo infantil por crisis económica y en ocasiones falta de apoyo de las familias para que los niños y niñas terminen sus estudios”, sostiene la experta.
¿Soluciones?
Deserción, repitencia y problemas de calidad educativa siempre han existido en Colombia. Sin embargo, lo que más preocupa es que las cifras, en lugar de reducirse, se hacen cada vez mayores.
Para Cajiao, parte de la responsabilidad recae en las prioridades que se ha trazado el actual Gobierno en materia educativa: “En primer lugar, vemos un foco muy grande en educación superior (universidades e instituciones técnicas y tecnológicas), y prueba de ello es que los anuncios que se hacen desde el Ministerio de Educación se enfocan solo en eso. Y cuando hablan de colegios, se han centrado más en las discusiones con el sindicato, en los acuerdos laborales, en los temas de salud del magisterio, pero no en la calidad de la educación en las escuelas y en reducir las desigualdades en la base de la sociedad, que son los niños, niñas y adolescentes”.
Por su parte, Omar Garzón considera que si se quiere solucionar estas problemáticas, se requiere de cambios de fondo en el sistema: “Estos son problemas estructurales. Por lo tanto, no vale la pena esperar que estos datos cambien, no es sólo ofertar más cupos, o llegar a otros territorios. Datos como la repitencia, se originan en un déficit de aprendizaje que han tenido los estudiantes durante años y esa es la explicación de por qué son cifras resistentes a bajar”.
Misma opinión es la de Bernal, la directora del LEE: “Para problemas tan grandes, se requieren soluciones también grandes, estructurales, estructuradas y articuladas. Lo cual no ha pasado”.
Entre los cambios que los expertos recomiendan, se encuentran una revisión a los currículos, modificaciones al sistema de evaluación, no solo de los estudiantes sino de los maestros, y políticas permanentes y estables de recuperación de aprendizajes.
MATEO CHACÓN ORDUZ
Subeditor Vida - Educación