El pasado 4 de agosto se conoció la muerte de un habitante de calle en el parque San Gabriel, en la ciudad de Tuluá, Valle del Cauca. Al lado del cuerpo del hombre se encontraba su mascota: un perro negro que se negaba a abandonar a su tutor.
Esta escena llamó la atención de los de la Policía Nacional, encargados de hacer el levantamiento del cadáver, y también de cientos de internautas que se conmovieron con la escena y rápidamente se movilizaron para encontrarle un nuevo hogar al animal.
Esta noticia, al igual que algunas otras que documentan la compañía de las mascotas durante la muerte de sus amos, demuestran con hechos que los animales son esos compañeros fieles que sufren también cuando un ser querido se va.
Una relación de años
Después de ser domesticados, los perros han sido fundamentales de las familias y los grupos sociales humanos. Basta con revisar la historia para hallar reportes de entierros de emperadores, líderes o personajes importantes de la historia donde fueron encontrados también restos animales que, presuntamente, eran sus mascotas y, a su vez, los encargados de acompañar al ser humano en el tránsito a la nueva vida.
Casos como el de los faraones en Egipto o los emperadores aztecas, mayas o mixtecos son reconocidos porque en sus cuevas mortuorias se encontraban esqueletos de lobos, perros, gatos, comadrejas e incluso murciélagos. Posteriormente, después de la colonización, estas prácticas fueron abolidas, pero la relación de los animales con los difuntos se mantuvo intacta.
¿La razón?
Los perros crean lazos afectivos estrechos con sus amos y los ven no solo como líderes de la manada, sino también como parte importante de la familia, a través de la cual obtienen el sustento de necesidades básicas como alimento, salud, seguridad, entre otros.
De ahí que ellos también dan señales de cambios emocionales, comportamentales y fisiológicos a raíz del duelo que conlleva la muerte. Estos cambios se dan no solo por las modificaciones en las estructuras sociales que conlleva la muerte, sino porque está demostrado científicamente que tienen la capacidad de sentir emociones como tristeza, alegría, dolor, miedo, ansiedad, etc. Adicionalmente, al tener un extraordinario olfato, ellos pueden detectar cambios mínimos en los cuerpos de las personas incluso antes de la muerte.
No se trata de otorgarles sentimientos propios de los seres humanos a los animales, sino de reconocer que tienen similares capacidades para expresar emociones y reconocer las nuestras.
Un ejemplo de ello son aquellos perros que acompañan a sus tutores cuando están tristes o deprimidos a raíz de una ruptura amorosa o un mal día. Los signos más recurrentes que muestran los perros durante el duelo pueden ser: disminución o reducción total del apetito, inquietud, olfateo exacerbado, vocalizaciones: ladridos o aullidos frecuentes; y desarrollo de comportamientos inusuales como agresividad, etc. Por todo lo anterior, es importante que las familias tengan en cuenta el duelo de la mascota e intenten siempre proveerle las mejores condiciones de bienestar animal.
¿Cómo ayudarlos?
Al igual que sucede con los seres humanos, los perros, y en general todos los animales de compañía, necesitarán una terapia para manejar el duelo. Este tarda, aproximadamente, de dos meses a un año y para ayudarle a recuperarse, se debe tener en cuenta:
- Preservar al máximo los hábitos del animal: paseos, comidas, ejercicios, horas de sueño, etc., son fundamentales para que el animal empiece a sobrellevar la pérdida.
- En algunas ocasiones es necesario permitir que el animal dé su último adiós: los cuerpos al morir liberan una serie de sustancias que, gracias al olfato del perro, son detectadas y le informan que algo ha sucedido con su amo.
- No dejarlo abandonado y tratar de pasar la mayor parte del tiempo con él haciendo diversas actividades para que se sienta ocupado mentalmente.
Evite consentirlo en exceso ya que esto puede reforzar el comportamiento haciendo la función de actividad-recompensa.
- Dialogue con la familia para encontrar a la persona que se hará cargo del animal de ahí en adelante.
Consulte siempre con su médico veterinario o con el etólogo veterinario si el animal desarrolla comportamientos intensos, si se produce lesiones, si lleva mucho tiempo sin comer o beber.
*MÉDICO VETERINARIO