Tres preguntas a Lina María González, líder de programas de la Fundación Saldarriaga Concha.
¿Qué tan grave es el panorama actual de la violencia hacia la vejez?
Lo que hemos visto es que hay una evidencia a nivel mundial de incremento en la violencia a nivel general y en particular a las poblaciones más vulnerables como las personas mayores, lo cual es, sin duda, una situación sumamente preocupante.
De hecho, un reporte del Dane del 2021 evidencia un aumento en los casos de suicidios en todos los grupos de edad, pero el más alto es entre personas de 60 a 64 años: subió un 38,8 por ciento.
¿Influyó de alguna forma la pandemia en ello?
Claramente, algunas de las formas de maltrato y abuso empeoraron con la pandemia por covid-19.
Se le quitó la autonomía a una persona que la tenía. No nos dimos a la tarea de preguntarles a los mayores cómo querían vivir esa situación. Muchas personas se quejaron de ello y vimos consecuencias como que algunos presentaron deterioro cognitivo por el aislamiento.
El distanciamiento físico, por ejemplo, condujo al abandono de los mayores, lo cual impactó su salud mental y física. Muchos familiares y amigos no volvieron a visitarlos y la falta de experiencia en el uso de tecnologías puso una barrera en la comunicación.
También se les negó el a servicios esenciales de asistencia sanitaria, los riesgos de violencia aumentaron para ellos y las brechas de desigualdad se expandieron en ámbitos como el empleo.
¿Cómo se explica que las personas mayores, con todo lo que representan, sean objeto de estas prácticas?
El maltrato hacia las personas mayores es una problemática mundial que va más allá del físico. Dejar al adulto hablando solo en una reunión, por ejemplo, es una forma de maltrato que se vive en nuestra cotidianidad. Esto es maltrato sutil.
En la sociedad se ha generalizado un rechazo hacia la vejez. A pesar de ser una realidad vital, los seres humanos no pensamos con frecuencia en el envejecimiento o no lo percibimos como un asunto que nos va a tocar a todos. Entonces se generan estereotipos y discriminación por motivos de edad, lo que llamamos edadismo. Por eso se dan formas de maltrato que se pueden expresar más allá de lo físico, en comportamientos como la negligencia, o abuso emocional, financiero y abandono.
REDACCIÓN VIDA
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