Jesús lo enseñó: ama al prójimo como a ti mismo. Sin embargo, practicarlo no resulta tan sencillo, porque muchas personas no saben de qué se trata realmente aquello de amarse a sí mismas. Creen que el ego y la autoestima son lo mismo, pero están equivocadas.
Marcela Valle Cuéllar, psicóloga logoterapeuta y directora del Centro de Atención Familiar Sanar Psicoterapia, explica que el amor propio es más profundo que la autoestima, porque exige un “proceso de introspección, análisis y confrontación que no todos están dispuestos a ejecutar. Es aceptarnos tal y como somos de forma incondicional, con nuestra luz y nuestra sombra sin que exista ninguna necesidad de esconder nuestro ser”.
La autoestima, en cambio, explica la psicóloga, es el valor que cada persona percibe de sí misma, es la confianza que tiene sobre lo que es y puede provenir de aspectos como el físico, la inteligencia, la profesión, el carisma, la creatividad e incluso la capacidad adquisitiva. “Es más, el materialismo es una de las formas más comunes para obtener una autoestima exprés en nuestra sociedad”, afirma Valle.
A veces, el amor propio también se confunde con el ego. La psicóloga bioenergética Alisson Skinner explica que cuando las acciones del ser humano están cimentadas en el ego, no siempre tienen detrás una intención clara, pueden buscar llenar un vacío interior con algo exterior, buscar un reconocimiento para sentirse seguro y amado.
“En el amor propio –agrega–, nuestro valor va atado a nuestras circunstancias. Es un sentimiento liberador gracias al cual nos sentimos capaces de cuidarnos, de responsabilizarnos de nosotros y de ser dignos de amor y de felicidad. Es un nivel de consciencia en el que encontramos la fórmula para trascender y amarnos, amar y servir a los demás”.
Valle explica que mientras el ego proyecta su imagen en el afuera, la persona puede estar enamorada de su personalidad, de sus cualidades físicas o intelectuales o de sus bienes materiales, lo cual no necesariamente es malo, excepto si toda la atención está totalmente puesta en el afuera.
En ese caso, la persona se sentirá incompleta, vacía, carente e infeliz. “Todo camino de la vida empieza por el amor propio y mientras el que se ama internamente por la esencia de su ser logra amar a los demás, el que está atado al ego y no ha sanado sus miedos, no se ha trabajado a sí mismo y crecido como ser humano, amará desde sus máscaras, desde la aprobación, desde el apego y las carencias, desde la vanidad, la arrogancia y el miedo”, afirma Valle.
Así se construye
El amor propio se construye desde la infancia. Cuando las personas reciben una educación muy autoritaria o muy indiferente, no siempre aprenden a establecer relaciones sanas con ellos mismos y con los demás y pueden crecer sin valorar quiénes son ni lo que hacen.
Pero esto no significa que quien no haya recibido una buena crianza no puede aprender a amarse a sí mismo.
Nunca es tarde. De hecho, unas de las tareas importantes de los seres humanos es aprender a amarse a sí mismo, lo cual resulta más fácil cuando se ha recibido una crianza amorosa y generosa, durante la cual se ha respetado la manera del ser del niño.
Para empezar a construir el amor propio es vital entender que el valor de los seres humanos no está dado por factores externos a ellos mismos sino por su esencia. A partir de allí resulta más sencillo iniciar el camino de conocerse a sí mismo, de saber que se es un ser imperfecto y que así, tal cual como es, merece ser amado.
Para construir el amor propio –explica Marcela Valle– es bueno aprender a cuidarse física, mental y emocionalmente; aprender a decir ‘no’ y fijar límites cuando las circunstancias o las personas atentan contra los valores propios y la manera de ser; perdonarse a sí mismo, darle un sentido y un propósito a la vida y tomar las decisiones que ayuden a vivir con significado.
“Amarnos a nosotros mismos nos da una vida más plena, nos permite ver todo de manera enriquecida, y así mismo emanamos ese amor a todo lo que nos rodea”, concluye Skinner.
Según la psicóloga Alisson Skinner, así se reconocen las personas que se aman a sí mismas:
- Auténticas: no quieren ser como nadie más, quieren ser como son.
- Confiadas: confían en sus acciones así se equivoquen, porque aprenden.
- Resilientes: del problema siempre sacan una oportunidad.
- Autónomas.
- Confían en los demás
- Alegres y entusiastas con todo lo que hacen
Catalina Gallo Rojas
*Para EL TIEMPO.