No hay explicación lógica. Cuando se trata del milagro de Los Andes no existen los porqués. Solo hechos y la forma en que los supervivientes enfrentaron esos hechos. Tal como la situación que le salvó la vida al hoy empresario y conferencista Carlos Páez, la cual se remonta en ceder un capricho: luego de la parada en Mendoza, el avión ya había agarrado hacia el sur y emprendía viaje hacia la cordillera de Los Andes. Una vista de ensueño. Ante esto, su compañero de asiento, Rafael Echavarren (a quien llamaban ‘el Vasco’, haciendo referencias a su ascendencia vasca), le solicita su puesto, el cual da a la ventanilla del avión:
- "Carlitos, déjame la ventanilla. Quiero sacar fotos para llevarle a mi novia". - le solicitó, expectante.
Aún con sus preferencias a las ventanas (un capricho del entonces joven de 18 años), Páez accede, pero con arrogancia. Nadie debía enterarse que tal gesto superfluo lo significó todo para él. Y es, quizás, esa jugada del destino, ese gesto de supuesta cordialidad o ese acto arbitrario lo que le permitió estar con vida.
Carlos Páez es uno de los 16 supervivientes del avión uruguayo que se estrelló en la cordillera de Los Andes el viernes 13 de octubre de 1972. En total iban a bordo 45 pasajeros, entre ellos el equipo de rugby Old Christians Club, sus amigos y familiares. Al impacto solo sobrevivieron 32 personas, número que se fue reduciendo a lo largo de los 72 días que vivieron en la montaña.
Así lo recordó el conferencista en el evento de salud de Amgen ‘Pensando diferente’, el cual tuvo lugar el pasado 2 y 3 de agosto en la ciudad de Barranquilla en el Pabellón de Cristal del Malecón del río. Se trata de su séptima edición, y, como un punto tradicional en su inauguración, invitan a un conferencista que dé inicio al evento.
Amgen realiza estos espacios con el fin de reunir a los diferentes actores del gremio, como el cuerpo médico, de las EPS e IPS, empleadores de la secretaría de salud, y más, y motivarlos a la formulación de soluciones e innovaciones para enfrentar las dificultades que atraviesa el sector.
Según la página oficial del Páez, desde el 2002 el uruguayo se desempeña como conferencista internacional. En estos espacios comparte sus experiencias y aprendizajes con personas de todo el mundo. Nació el 31 de octubre de 1953 en Montevideo, Uruguay, y es padre de dos hijos y seis nietos.
Está graduado como técnico agropecuario en la Universidad del Trabajo de Uruguay y en 1992 incursionó en la publicidad trabajando para el equipo Nivel / Publicis. Luego, cuenta en el portal, fundó su agencia Rating Publicidad y fue director de Bates Uruguay Publicidad.
La actitud, los simbolismos supersticiosos, el trabajo en equipo, la desligación a la arrogancia y el constante enfrentamiento al ‘no’ fueron los factores principales que permitió que los 16 sobrevivientes lograran salir con vida ante el accidente aéreo, la avalancha de nieve, el hambre y el abandono a su búsqueda.
Uno de los días decisivos fue el día 10: Gustavo Nicolich, cuenta Páez, era el encargado de escuchar la radio que había diseñado el estudiante de ingeniería Roy Harden. De pronto, Nicolich entra al fuselaje y se dirige a Paéz:
- Te tengo una buena noticia, le dice.
- ¿Qué pasó, Gustavo?
- Acabo de escuchar en una radio chilena a un locutor diciendo que dieron por finalizada la búsqueda del avión uruguayo. Vendrán a buscar los restos nuestros en febrero.
Furioso, Páez reacciona:
- ¿Cómo que buena noticia, hijo de puta?
- Carlitos, ¿sabes por qué buena noticia? Porque ahora dependemos de nosotros y no de los de afuera.
La evolución mental de Páez es palpable desde el momento en que encaró la muerte, demostrando que crecemos por lo que vivimos más que por la naturaleza del tiempo. Así, el uruguayo empezó a valorar las pequeñas cosas en la cordillera que lo apartaba del calor de su hogar, en lugar de pelearse por la ventana de un avión.
Era un joven de tan solo 18 años, que cumplió sus 19 en una montaña a 4.200 metros del nivel del mar y se alimentó, como todos los supervivientes, de sus compañeros fallecidos y familiares. Camuflarse entre tanta vida y tanta muerte posibilitó que perdiera su capacidad de asombro, lo paradójico es que su historia de supervivencia asombró y estremeció a más de uno.
En ese momento de crisis extrema, ¿cómo pudo convertir la mente en su aliada y no en su enemiga?
En realidad, la mente la convertimos en aliada porque fue un trabajo realmente en equipo. Aprendí que en equipo compartir el dolor hace que el dolor sea menor y compartir la alegría hace que la alegría sea más alegría. Muchas veces me caí, muchas veces se cayeron otros, muchas veces me tocó a mí darles ánimo para que salieran adelante, otras veces le tocó a los otros para que me dieran ánimo para salir adelante.
¿De qué debe desligarse uno para poder hacer todas las medidas extremas que ustedes accedieron con el fin de sobrevivir?
Es que nuestro objetivo era llegar a casa con nuestra familia. No era un objetivo de fama, de premios, de Oscar, de Hollywood, de empresas. Nuestro objetivo era simple, era llegar a nuestra casa y para llegar a casa el objetivo era la vida… Al final es una historia de homenaje a la vida.
Usted habla constantemente acerca de la arrogancia y cómo tuvieron que desarraigarse de ésta para sobrevivir…
Sí, justamente es un garrotazo. Nosotros cada vez que nos la creímos Dios nos pegó un garrotazo a la arrogancia. El ser humano es muy arrogante, cree que cuando a uno le pasan cosas, el mundo se detiene, y ¿sabes lo que aprendí? Que el mundo sigue andando. Y eso es una enseñanza para mí vital. Por ende, la humildad y la actitud fueron las dos grandes palabras de esta historia.
También habla acerca de los simbolismos durante sus días en la montaña, ¿cree que eso fue un mecanismo de defensa que generó su mente para poder sobrevivir?
Y seguramente es que sí, seguramente. Uno se ata, uno se agarra de lo que puede. No teníamos nada de qué agarrarnos y bueno, creo que el simbolismo era importante. Fíjate las cosas que coinciden: nos caímos un viernes 13 y el avión sumaba 13, pues 5 más 7 y más 1: 13. Todo el tiempo estaba la simbología metida y bueno, pero uno se va agarrando la simbología para echarle las culpas a la situación o para salir adelante.
¿Cómo reaccionó su mente cuando estaba comiendo carne humana?
No pasaba absolutamente nada. Teníamos un objetivo que era llegar a casa y para llegar a ese objetivo uno vive un periodo de transición. Tuvimos 10 días sin comer nada y eso hace que la cosa se simplifique. Digo, cumplimos con el proceso. Hay una frase que a mí me gusta mucho de San Francisco de Asís que dice: “empieza por hacer lo necesario, luego lo que es posible y te encontrarás haciéndolo imposible”, que no es otra cosa que cumplir con el proceso.
Cuando la vida corre peligro cada segundo, que fue su caso, ¿es posible prepararse psicológicamente para morir? ¿Usted lo hizo?
La verdad que no me gusta nada la muerte, le tengo mucha rabia. No me preparé psicológicamente, pero el otro día escuché a uno de los sobrevivientes que decía que envidiaba a los muertos, porque era terminar con todo, era terminar con el sufrimiento y terminar con todo el horror que estábamos viviendo.
¿ Y de qué forma controlaba sus pensamientos más negativos?
Fue el grupo. Fue una historia netamente grupal y eso nos ayudó a salir de ahí. Por supuesto rezamos mucho, nos agarramos mucho del rosario y creo que eso nos mantiene. Cuando uno reza no puede pensar en otra cosa. No teníamos pensamientos derrotistas, siempre era un pensamiento esperanzador.
Tener la fortaleza que ustedes tuvieron no es común hoy en día. Así, a pesar del frío, a pesar de estar rodeados de muerte, ¿qué los mantuvo con el objetivo de irse a casa?
La familia. Y quizá la Navidad también, porque nosotros aparecimos el 22 de diciembre, es decir, dos días antes de Navidad. Y la Navidad era como un objetivo para celebrarla con nuestra familia.
Atravesaron distintos obstáculos, ¿qué implica luchar contra el ‘no’?
Mirá, mi padre siempre decía que el obstáculo era su mayor estímulo, y es verdad. Una vida sin obstáculos no tiene estímulo de ninguna especie. Nosotros tuvimos todo el tiempo el no adelante y al no le dijimos que sí, y eso gracias a un grupo. Para mí fue importante.
También habla de la actitud como uno de los principios que los sacó adelante, ¿cómo la define?
La actitud es cuando vos trabajás en equipo y trabajás para los demás. Al lograr que la actitud se cambie, esa actitud pasiva pasa a una activa. Y tratar de ver siempre el lado positivo. Mira, de hecho me tatué. Yo no soy nada de tatuajes, pero hace 15 días me tatué esta cruz, que puede ser vista como cruz, como algo que tacha, algo que elimina, sinónimo de muerte o como aspas de helicóptero, que es como la veo yo… un símbolo de libertad. Esa es la actitud.
¿Cómo fortaleció su corazón y su mente para dar charlas acerca de este hecho tan traumático después?
Es que para mí no fue traumático el hecho, digo, lo viví como una historia, tampoco lo viví como un milagro. Le llaman el milagro, la tragedia, creo que es una historia del ser humano que nos tocó vivir esta historia extraordinaria y bueno y eso es lo que nos motivó a salir adelante.
En ese orden de ideas, ¿no tuvo alguna repercusión psicológica el accidente?
De ninguna manera.
¿Y de qué forma evolucionó su mente desde el accidente hasta que por fin los rescataron?
Yo era malcriado, consentido y no servía para nada. Y bueno, cuando estás ahí empezás a encontrar recursos tuyos que desconocés que tenés y eso hizo que me convirtiera en un tipo útil. Hace poco en Perú me preguntaron ¿qué día nací yo? Si nací el día que se cayó el avión o el día que nos rescataron. Yo dije que el día que se cayó el avión. Ahí me empecé a dar cuenta de los recursos que yo mismo tenía.
¿Ha vuelto a Los Andes?
Volví tres veces.
¿Cómo fue la primera?
La primera vez volvimos 11 de sobrevivientes. La segunda vez volví con Discovery Channel, que hizo un documental curiosamente dirigido por un colombiano. Es maravilloso, se llama Sobrevivientes: voces de una tragedia. Y la tercera vez volví con mi familia, con mis dos hijos, cuatro nietos y como 100 personas más.
¿Y sigue sintiendo lo mismo como fue la primera vez ?
Es diferente, porque cuando fui con Los Sobrevivientes, el sentido del humor es lo que más se destaca y lo apliqué; la segunda vez con Discovery Channel fue una cosa más profesional, y la tercera vez cuando volví con mi familia fue muy doloroso porque no podía tener el sentido del humor, pues no podía ser el payaso en medio de la situación. Creo que es una historia maravillosa la nuestra. De verdad, fíjate que 51 años pasaron, 3 películas hechas, 26 libros, 9 documentales y seguimos hablando del tema.
Luego de vivir eso, ¿cuál es la conclusión que saca de la vida?
¡Ja! Qué difícil pregunta… de la vida, pues que vale la pena vivirse, para que lo que triunfe sea la vida y seamos más.
LINDA DONADO RUDAS - PARA EL TIEMPO