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¿Por qué Nuquí es un paraíso? Razones para conocer este municipio de Chocó

Es más que ballenas: ofrece experiencias relacionadas con conservación, aventura y gastronomía.

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Desde las profundidades del océano Pacífico, las algas marinas expulsan un líquido que al llegar a la superficie crea una maravilla natural para el ojo humano: el tono del agua es azul, verde y rojo. Sobre ella reposan piqueros camanay, aves migratorias de patas azules, que usualmente habitan las costas de Perú y el golfo de California (Estados Unidos). Se trata de un paisaje memorable y que únicamente es posible apreciar en verano (enero, febrero y marzo) en las playas de Nuquí y sus corregimientos (Arusí, Coquí, Joví, Jurubirá, Panguí, Termales y Tribugá), a 148 kilómetros de Quibdó (Chocó).
Así lucen las playas en Arucí, municipio de Nuquí.

Así lucen las playas en Arucí, municipio de Nuquí. Foto:Mauricio Moreno/CEET

Nuquí es alegría, sabor y perseverancia. A pesar de ser un municipio lejano y costoso por las implicaciones que conlleva transportar enseres hasta allá, sus habitantes siempre sonríen. Saben que, además de la pesca, el turismo comunitario es una economía que mueve las raíces de su territorio y por eso se han organizado para ofrecer al turista experiencias inolvidables.
La posada ecoturística Chachita es un ejemplo de ello. En Nuquí, este equipo periodístico fue recibido por Ciro Palacios, habitante del territorio y guía de la posada. Partimos del municipio en lancha. La marea está alta y la embarcación rompe las olas. Nuestros ojos se deleitan con los colores rojos, azules y verdes del Pacífico. “Son afortunados de ver esta maravilla natural”, dice Palacios.
Así luce la posada Chachita, cerca de Panguí.

Así luce la posada Chachita, cerca de Panguí. Foto:Mauricio Moreno/CEET

Han trascurrido más de 30 minutos desde que dejamos Nuquí. Mientras Ciro nos cuenta las maravillas naturales de su terreno, desde altamar se observa una casa, situada cerca de Panguí. Está resguardada por tres palmeras y rodeada de una infinidad de naturaleza. Es Chachita, una cabaña muy bonita en donde es posible hospedarse, realizar caminatas y avistamiento de aves (@posadaecoturisticachachita en Instagram).
Esta es la familia de Chachita y algunos integrantes del equipo de istración de la posada.

Esta es la familia de Chachita y algunos integrantes del equipo de istración de la posada. Foto:Mauricio Moreno/CEET

"Cuando eran pequeñas, la hermana de mi mamá se refería a ella como Chachita en vez de muchachita. De ahí el nombre de la posada. Este lugar nació como un sueño que tenía mi madre desde muy joven para complementar su experiencia en salud con el turismo. Acá ofrecemos hospedaje, alimentación y actividades del entorno”, explica Palacios a EL TIEMPO.
Precisamente, caminar por un manglar, ubicado justo detrás de la posada, es un plan que ofrecen. Se trata de un recorrido de al menos dos horas en el que los visitantes conocen la importancia de esa área biótica, y observan diferentes tipos de plantas y animales.
Este es el manglar por donde se realizan los recorridos en la Posada La Chachita.

Este es el manglar por donde se realizan los recorridos en la Posada La Chachita. Foto:Mauricio Moreno/CEET

De hecho, para apropiar a los habitantes de su ecosistema y brindarles herramientas que les ayuden a mejorar su relación con la naturaleza, la agencia Awake Travel adelanta proyectos en esta posada y otras reservas del Pacífico, como Bahía Málaga y Bahía Solano.
"En Nuquí hay seis reservas naturales, territorios que son de las comunidades. Con tres de estos lugares estamos trabajando en un tema de conservación. Chachita, por ejemplo, tiene el manglar y desde hace dos años iniciamos un monitoreo acústico de varias aves y mamíferos. Recientemente pusimos cámaras trampa para identificar animales que viven en este ecosistema", explica Daniela Neira, del equipo de impacto de Awake Travel.
Neira detalla que se han presenciado mamíferos como "jaguares y guaguas, y aves como paujil, cucarachero, el tucán del Chocó, entre otros. Recopilamos la información y se la presentamos a Chachita y a su familia".
Piqueros camanay reposan sobre el océano Pacífico.

Piqueros camanay reposan sobre el océano Pacífico. Foto:Mauricio Moreno/CEET

La especialista explica que la agencia brinda capacitaciones. "Tenemos además un proceso en el fortalecimiento de capacidades a los anfitriones (la comunidad local) para que crezcan, porque muchos han nacido incipientes, entonces los apoyamos con cursos virtuales y presenciales. Después les damos ayuda para la comercialización de sus negocios, es decir, la promoción del destino", explica Neira.
Durante el recorrido por el manglar, el guía Ciro detalla la importancia de cada planta, de cada centímetro de esa área natural, y muestra cómo los plásticos afectan la naturaleza. Una vez terminada la caminata pedagógica, se podrá refrescar con un baño de hierbas frente al Pacífico y probar viche curado (combinado con hierbas) acompañado de una fogata.
En cuanto a la comida, la familia de Chachita ofrece un menú que va desde atún encocado con sopa de lentejas hasta pescado bravo (autóctono de la región) apanado con arroz. Una fiesta de sabores pacíficos para el paladar.
Encocado de atún, ofrecido en la posada Chachita.

Encocado de atún, ofrecido en la posada Chachita. Foto:Mauricio Moreno/CEET

La ciencia en Nuquí

A la mañana siguiente, la marea bajó al frente de Chachita, por lo que es imposible el ingreso de lanchas. Por eso debemos atravesar el manglar para esperar nuestro transporte, que nos llevará a otra reserva natural. En esta ocasión el recorrido en lancha es más largo. Debemos navegar con destino a Arusí, otro de los corregimientos de Nuquí. El viaje es de 45 minutos por alta mar, y a cinco kilómetros de ese corregimiento se ubica El Amargal (@reservaamargal en Instagram).
Fuimos recibidos por sus dueños: Yazmín Martínez y su pareja sentimental, Nicole Dubor, oriunda de Argentina. "Trabajamos para la conservación de los recursos naturales y como en el Chocó es muy difícil conseguir financiación, decidimos incursionar en el turismo para cuidar el bosque y sostener este lugar", explica Martínez a este diario.
Yazmín Martínez y su pareja sentimental, Nicole Dubor.

Yazmín Martínez y su pareja sentimental, Nicole Dubor. Foto:Mauricio Moreno/CEET

Martínez, nacido en Arusí, explica cómo se creó el proyecto. "La historia de El Amargal se inició en los 90 con un grupo de profesores de la Universidad Nacional de Bogotá. Ellos llegaron con la idea de construir un proyecto de turismo, pero se dieron cuenta de la gran biodiversidad y cambiaron de idea. Decidieron, entonces, construir una estación biológica", explica Yazmín.
"Se dedicaron a la ciencia y al trabajo social con las comunidades. Su objetivo siempre consistió en que lo que se construyera quedara en manos de algún habitante de la zona. A los 16 años comencé a trabajar con ellos como auxiliar y aprendí mucho. El trabajo científico duró 20 años y después quedé solo. Decidí seguir con el proyecto, pero no fue fácil porque nadie me apoyaba. Fue entonces cuando me conocí con Dubor en Guachalito y ahí se inició todo el proceso con el turismo", continúa con su relato.
La idea de El Amargal (se llama así porque está rodeada de palma de amargo), al igual que Chachita, es ofrecer un turismo relacionado con la naturaleza. En ese sentido, esta reserva se adecuó con una casa de huéspedes principal, con cuatro habitaciones con vistas al mar y al bosque, y una cabaña con tres camas.
Vista general de la reserva natural El Amargal.

Vista general de la reserva natural El Amargal. Foto:Camilo Peña Castañeda

"En mi viaje por el mundo me enamoré de El Amargal por su historia con la ciencia y la posibilidad de ofrecer un turismo más allá del sol y la playa. En este momento ofrecemos planes de ballenas, es de julio a octubre; caminatas a la cascada Fantasma y actividades de buceo, entre otros planes", explica Dubor.
En nuestra visita a esta reserva natural caminamos por el bosque para ver árboles antiguos de más de 40 metros de altura. También logramos conocer un santuario de ranas y ser testigos de los procesos de conservación que adelanta Yazmín con la palma zamia, una planta histórica, que, según la ciencia, convivió con los dinosaurios y está en vía de extinción.
Recorrido en canoa por el río Arucicito, que bordea el corregimiento de Arusí.

Recorrido en canoa por el río Arucicito, que bordea el corregimiento de Arusí. Foto:Mauricio Moreno/CEET

Además, hicimos un recorrido en canoa por el río Arucicito, que bordea el corregimiento de Arusí. Es una experiencia única, que conecta con la naturaleza y sus bondades de paz. En cuanto a la oferta gastronómica, El Amargal ofrece lasaña y ceviche de pescado, así como tamal de arroz, un plato típico de la región.
Si es usted un viajero asiduo y no ha tenido la oportunidad de conocer esta parte de Colombia, la recomendación es que conozca este territorio cuanto antes. Nuquí es más que ballenas jorobadas: es un paraíso para descubrir la importancia de nuestra biodiversidad en compañía de las comunidades afro e indígenas.
CAMILO PEÑA CASTAÑEDA
SUBEDITOR VIDA DE HOY
CON INVITACIÓN DE AWAKE TRAVEL
ESCRIBANOS A [email protected]

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