El uso cotidiano de aceites vegetales como el de palma, soya o girasol es una constante en los hogares y restaurantes de los capitalinos. Según el Observatorio Regional Ambiental y de Desarrollo Sostenible del Río Bogotá, cada hogar genera entre 200 y 300 mililitros de aceite usado al mes. Solo en Bogotá se desechan anualmente unas 42.500 toneladas de este residuo, de acuerdo con el profesor Álvaro Orjuela Londoño, del Departamento de Ingeniería Química y Ambiental de la Universidad Nacional de Colombia (Unal).
El problema, explica el experto, no es solo su volumen, sino su disposición. El vertimiento del aceite en desagües es una práctica habitual pero devastadora: al enfriarse, se solidifica, se adhiere a las paredes de las tuberías y provoca obstrucciones.
En 2021, solo para poner un ejemplo preocupante, el docente reseña que la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) atendió más de 4.300 casos de taponamientos por acumulación de grasa y aceite.
Más alarmante aún es su impacto en el agua. Un solo litro de aceite puede contaminar hasta 1.000 litros de agua potable. Este dato, citado frecuentemente por la EAAB y organizaciones ambientales como la Corporación Autónoma Regional (CAR), ilustra la magnitud de un daño que muchas veces pasa desapercibido.
En Colombia, el panorama no es más alentador. Más de 350.000 toneladas de aceite de cocina usado terminan en la basura, los sifones y, en el peor de los casos, en fuentes hídricas cada año.
Pero lo que la ciudadanía debería saber es que este residuo doméstico, que muchos vierten sin pensarlo después de freír unos patacones o un huevo, tiene el potencial de convertirse en productos tan diversos como suelas de zapatos deportivos, espumas para colchones, empaques y hasta piezas de automóviles.
Y, precisamente, transformar este contaminante silencioso en una oportunidad industrial es el objetivo de un grupo de investigadores de la Unal liderado por el profesor Orjuela.
¿Cuál es la propuesta?
Aunque en Colombia hay una mala disposición de gran parte del aceite usado, existen iniciativas que proponen convertirlo en insumo de alto valor para la industria. El profesor Orjuela y su equipo de la Unal han desarrollado procesos químicos que permiten transformar este residuo en productos como espumas para muebles y colchones, perfiles de caucho, plastificantes para empaques y películas de PVC.
El aceite usado, tras ser sometido a procesos de purificación y transformación, puede convertirse en una alternativa viable a los polímeros derivados del petróleo, los cuales tardan décadas en degradarse
Álvaro Orjuela Londoñointegrante del departamento de Ingeniería Química y Ambiental de la Universidad Nacional de Colombia
Su investigación demuestra que, al utilizar epóxidos y polioles derivados del aceite usado, se pueden fabricar materiales más biodegradables y funcionales para la industria. En este proceso, el aceite se filtra, se calienta, se lava y se blanquea si es necesario, eliminando olores fuertes, residuos de alimentos y colores oscuros.
Luego, a través de procesos químicos avanzados, se generan compuestos con aplicaciones prácticas en sectores como el automotor, textil y de empaques.
El esfuerzo institucional
La Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) ha impulsado campañas de todo talante. Una de esta es ‘Como el agua y el aceite’, cuyo objetivo es crear conciencia sobre el daño que estos residuos generan al sistema de alcantarillado y a los ecosistemas urbanos.
En 2024, la entidad realizó visitas técnicas en siete localidades de Bogotá –entre ellas Puente Aranda, Chapinero y Bosa– para verificar prácticas de disposición de residuos grasos en establecimientos gastronómicos.
En paralelo, se revisaron 115 establecimientos de alimentos para garantizar el cumplimiento de las normas, como la instalación y mantenimiento de trampas de grasa. Según la normativa vigente –entre ellas la Resolución 2238 de 2023, expedida por la Secretaría Distrital de Ambiente–, verter aceite en el suelo o en el sistema de alcantarillado está prohibido. Aun así, la recolección es limitada: aunque hay 130 puntos habilitados por la EAAB para el acopio de aceite, muchos ciudadanos siguen sin utilizarlos.
Esto tiene costos económicos importantes: en los últimos 14 meses, la ciudad ha tenido que retirar más de 130.000 toneladas de residuos de las redes de alcantarillado, con un costo estimado de 30.000 millones de pesos.
Un actor clave es el sector gratronómico. Los restaurantes de comidas rápidas, frituras y servicios a la mesa son responsables de cerca de la mitad del aceite de cocina usado en Bogotá, según Orjuela. Este sector, más regulado que el ámbito domiciliario, representa una oportunidad para consolidar esquemas de recolección eficientes y sostenibles.
Por su parte, la CAR ha alertado sobre la contaminación de las fuentes hídricas. “La mayor parte del aceite usado se vierte en el lavaplatos y así llega a nuestras fuentes hídricas, contaminando no solo el agua para consumo humano y animal, sino también afectando la salud de la fauna acuática”, afirmó en 2021 Julieth Ramírez, profesional de la entidad.
Actualmente, una parte del aceite recolectado en Colombia se exporta a Europa para la fabricación de biocombustibles, aprovechando los subsidios de la Unión Europea. Sin embargo, el profesor Orjuela señala que esta no es una solución sostenible a largo plazo.
“El mercado del biodiésel está amenazado por la masificación de los vehículos eléctricos y la eliminación progresiva del diésel. En lugar de exportar, deberíamos pensar en desarrollar aquí mismo una industria basada en la transformación del aceite usado en productos químicos de alto valor”, propone.
El equipo de la Unal ya ha demostrado que es posible fabricar plastificantes y poliéster –el mismo que se utiliza en buena parte de la ropa comercial– a partir de aceite usado. En alianza con la empresa recolectora Manos Verdes han caracterizado los diferentes tipos de aceite recolectado en Bogotá para evaluar su potencial industrial.
“Actualmente estamos probando qué otras materias primas podemos obtener a partir del aceite de cocina usado. Trabajamos en la producción de solventes aplicables en lubricantes, que podrían sustituir derivados del petróleo”, afirma Orjuela.
Estos avances muestran que transformar el aceite de cocina usado no solo es una necesidad ambiental urgente, sino también una oportunidad económica. Convertir un residuo común en un insumo industrial puede dar origen a nuevas cadenas de valor, generar empleos y reducir la dependencia de materiales fósiles.
Sostenibilidad
La correcta disposición del aceite de cocina usado no es solo una cuestión de conciencia ciudadana, sino también de infraestructura, regulación e innovación. Con más apoyo estatal, políticas de incentivo y educación ambiental, Colombia podría recuperar y transformar una porción significativa de este residuo, como ya lo hacen algunos países europeos.
“La clave está en pensar en el aceite usado no como basura, sino como materia prima para una economía circular. Si logramos transformar al menos la mitad del aceite que generamos, podríamos cubrir gran parte de la demanda nacional de insumos industriales”, concluye el profesor Orjuela.
Mientras tanto, el aceite que hoy reposa en una sartén podría formar parte mañana del colchón en el que dormimos o del zapato que nos acompaña en cada paso. Solamente se necesita voluntad, conocimiento y una mirada distinta hacia los residuos que generamos a diario.
CAROL MALAVER
SUBEDITORA BOGOTÁ
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