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El homicidio de los dos jóvenes artistas de Bosa que ‘Patacón’ fraguó desde la cárcel
Más de 16 interceptaciones telefónicas, ocho allanamientos y 70 días de investigación fueron necesarios para que los agentes de la Policía de Bogotá desenredaran el asesinato.
Alias Patacón está recluido en la cárcel Distrital Foto: Policía Metropolitana de Bogotá
El 15 de agosto, a las 11 de la noche, se escuchó una ráfaga de disparos que rompió el silencio del parque El Porvenir, en la localidad de Bosa. Camilo Sánchez y Camila Espitia fueron asesinados por sicarios mientras compartían una fogata con sus amigos.
Autoridades investigan el hecho (Imagen de referencia). Foto:Archivo EL TIEMPO
Los jóvenes, líderes culturales de la zona, dedicados al freestyle y al breakdance, pagaron un alto precio por defender su barrio de los jíbaros y los líderes criminales que habían construido un imperio de la droga en ese lugar. El teniente de la Dijín, a cargo del caso, cuyo nombre se reserva por seguridad, habló con EL TIEMPO para detallar los pormenores de la investigación que desenmascaró la red criminal detrás de las balas que acabaron con la vida de los jóvenes.
Contrario a las hipótesis iniciales, Camila y Camilo no tenían cuentas pendientes con redes de microtráfico. Por el contrario, promovían el consumo responsable de marihuana a través de las huertas comunitarias que habían establecido en sus barrios, como parte de su activismo social, cultural y medioambiental.
“Ellos no formaban parte de ninguna red criminal, pero se habían convertido en un problema para los jíbaros porque entorpecieron el negocio y empezaron a tener conflictos con dos de los cabecillas de la droga en la zona”, señaló el investigador.
Captura de los de los patacones responsables del asesinato de los dos líderes culturales de Bosa. Foto:Policía Metropolitana de Bogotá
La noche de los hechos, poco se supo inicialmente. Camilo y Camila quedaron tendidos en el piso del parque por unos minutos, mientras los gritos y el pánico se apoderaban de los otros jóvenes presentes, quienes también sintieron el ataque como una amenaza.
Ambos fueron llevados rápidamente en un taxi hacia la clínica más cercana; sin embargo, Camilo llegó sin vida, y los médicos no lograron salvar a Camila. La investigación comenzó de inmediato.
Desde la Alcaldía Mayor, el Concejo de Bogotá e incluso la Presidencia de la República se ordenaron acciones inmediatas para dar con los responsables del crimen. Las primeras pistas llegaron a través de una cadena de amenazas denunciadas por otros jóvenes líderes de la zona, apuntando a una banda de microtráfico de Bosa como responsable de los homicidios.
“Seis días después del asesinato de Camila y Camilo, gracias a información obtenida, el 21 de agosto realizamos el primer registro de allanamiento en una vivienda de Bosa. Encontramos un arma de fuego y, tras el análisis balístico, se estableció una correlación positiva entre el arma y las vainas halladas en la escena del crimen. Con esa arma fueron ultimados los jóvenes”, detalló el investigador.
"Los muchachos tenían un perro que ladraba cada vez que olía droga. Esa noche, alias Juan David los amenazó, diciendo que si el perro mordía a alguno de los jíbaros, tendrían muchos problemas. Horas después, este mismo hombre cometió el asesinato”.
Sin embargo, aún quedaban cabos sueltos. Días después, las pesquisas llevaron a las autoridades a una vivienda en Ciudad Bolívar, donde se hallaron más armas y se aprehendió a una menor de edad que, al parecer, escondió al asesino y era pareja del cabecilla de la organización criminal, quien hoy está recluido en la cárcel Distrital. Se realizaron cinco allanamientos adicionales, en los que fueron capturados todos los implicados en el hecho sicarial.
Los Patacones’ y el perro
La banda criminal detrás del asesinato fue identificada como ‘Los Patacones’, liderada por alias Patacón, recluido en la cárcel Distrital desde el 24 de septiembre por porte ilegal de armas. A él se le atribuye la autoría intelectual del homicidio. Antes, estuvo recluido antes en una estación de policía desde 2021.
Toda la estructura estuvo involucrada en el crimen. Jimmy Alexander Nieves Salas, alias 'Veneco', fue quien disparó el arma; Juan David de Poulos Pulido fue el encargado de identificar a las víctimas y era uno de los coordinadores de estupefacientes más poderosos de la zona.
Captura de los de los patacones responsables del asesinato de los dos líderes culturales de Bosa. Foto:Policía Metropolitana de Bogotá
Alias 'Pipe', quien tenía medida domiciliaria por hurto y secuestro, supo del plan desde el inicio y se encargó de los detalles logísticos del sicariato.
Para ejecutar el crimen, los criminales necesitaban un motivo de disputa. Según el investigador, horas antes del asesinato, alias Juan David tuvo una fuerte discusión con uno de los del colectivo cultural debido a un perro.
“Los muchachos tenían un perro que ladraba cada vez que olía droga. Esa noche, alias Juan David los amenazó, diciendo que si el perro mordía a alguno de los jíbaros, tendrían muchos problemas. Horas después, este mismo hombre cometió el asesinato”.
Actualmente, todos los implicados están bajo custodia de las autoridades, y se espera el inicio del juicio que determinará la responsabilidad de cada uno en los hechos delictivos.
A alias 'Patacón' y sus secuaces se les interceptaron 16 líneas telefónicas, de las cuales se extrajo material probatorio clave que reveló la planificación logística del crimen, y que será fundamental en el juicio.
En este caso, fueron necesarios 70 días de investigación para lograr la judicialización de estos criminales. Hubo inspecciones judiciales, análisis balísticos, búsquedas selectivas en bases de datos, análisis de 28 horas de video, ocho reconocimientos en álbum fotográfico y de video, 10 verificaciones en fuentes abiertas y 14 declaraciones juradas.
Captura de los de los patacones responsables del asesinato de los dos líderes culturales de Bosa. Foto:Policía Metropolitana de Bogotá
También, se materializaron ocho diligencias de registro y allanamiento en Bosa que permitieron capturar a tres personas por orden judicial y dos más en flagrancia por los delitos de homicidio agravado, homicidio tentado, fabricación o porte de armas de fuego y lo más grave, uso de menores de edad para la comisión de delitos.
El precio de la vida
Pero la moneda del sicariato tiene otra cara y es el mercado de pagos y recompensas que se mueve detrás de cada uno de estos criminales. Una investigación hecha por EL TIEMPO, consultando a investigadores de la Unidad de Vida de la Fiscalía, pudo conocer el detalle de lo que se paga en el mercado negro del homicidio por la 'cabeza de los capos' o por hacer encargos como fue el caso de Camilo y Camila.
El negocio de las bandas multicrimen se sostiene en un ciclo en el que el narcotráfico y los sicariatos se retroalimentan. Para mantener todo el andamiaje criminal, que incluye extorsiones, homicidios selectivos, comercio de licor adulterado y narcotráfico, las bandas delictivas han creado una estructura de pagos e incentivos para los criminales de menor rango.
Por ejemplo, los es de las zonas de narcomenudeo reciben un sueldo de 4 millones de pesos semanales; los taquilleros, encargados de la venta de droga en la calle, ganan un millón de pesos cada ocho días.
Captura de los de los patacones responsables del asesinato de los dos líderes culturales de Bosa. Foto:Policía Metropolitana de Bogotá
Los surtidores, quienes transportan las cápsulas hasta los puntos de venta, ganan hasta 200.000 pesos en el mismo periodo.
El brazo armado, compuesto por sicarios, es el que recibe los mayores dividendos. El jefe de sicarios y su grupo pueden ganar 500.000 pesos semanales cada uno. Sin embargo, cada asesinato tiene un precio distinto. Si la víctima es un campanero, un vendedor de droga o alguien de menor rango, el pago adicional puede ser de 200.000 pesos. Si el objetivo es un jefe de banda o un de zona de una estructura enemiga, el precio puede alcanzar hasta 50 millones de pesos.
Los moteros pueden ganar entre 500.000 y un millón de pesos semanales, dependiendo del riesgo del encargo, mientras que los campaneros, generalmente habitantes de la calle, reciben 3.000 pesos por información o 100 cápsulas de droga para vender.