Tac. Tac. Tac. Golpes secos a la quijada, a la nariz, al ojo. Esquiva. Pega. Atrás. Cristian Alejandro Jiménez Celis tenía los movimientos en la cabeza, y los guantes bien puestos. Había visto los suficientes videos de peleas en YouTube como para tener claros algunos trucos y se había tenido que ‘parar duro’ muchas veces en el centro de Fontibón para que no lo mataran. Le tocó pelear para sobrevivir, pero luego le cogió amor. Empezó a entrenar por sus propios medios.
En el 2015 se escuchaba en la localidad de peleas clandestinas que estaban incomodando a algunos barrios. Se prestaban para consumo de licor y drogas, llegaba gente de varias zonas de la ciudad, se encendían riñas que terminaban en batallas campales y la Policía se estaba viendo superada por la cantidad de gente que participaba y la facilidad con la que se movían de un lado a otro. Los cuadriláteros se improvisaban en parques o bares. Las apuestas eran generosas. Era un mundo clandestino que estaba tomando fuerza.
“En una pelea me alcancé a ganar un millón de pesos en tres minutos. La plata salía de las apuestas que se jugaban; llegaba gente de muchos lados interesada, más que en el deporte, en buscar lo recreativo, pero en cuanto al dinero, la verdad no les interesaba la seguridad de los competidores, no era por el deporte y generar algún impacto positivo, sino simplemente lo que pasara y ya”, explica Cristian, de 30 años, desde el parque de Boston, en la calle 20 con carrera 105.
Es de noche y está a punto de empezar un entrenamiento de la MMA Fontibón, un grupo de jóvenes dedicados a la práctica de las artes marciales mixtas. Una treintena de jóvenes estiran, trotan y lanzan golpes al aire. Hace algunos años este parque era un fortín de la drogadicción y el hampa. Los niños no salían a jugar y los vecinos temían sacar a los perros. No se jugaba ni micro ni basquetbol en la cancha mixta llena de rayones y grafitis. Las peleas, de algún modo, salvaron a este lugar.
Cristian, que supo pasar invicto durante todas las luchas ilegales que tuvo (hizo historia en la localidad) ya tiene cinco salidas profesionales encima, ha triunfado en tres y caído en dos. Ahora es el director de esta manada de amigos que entrenan en las noches y forman parte de un proyecto más grande y ambicioso que es apoyado por los presupuestos participativos locales.
Presentamos una propuesta desde MMA Fontibón y salimos ganadores, y con la Alcaldía de Fontibón generamos estos espacios en 10 parques, donde hay beneficiadas 700 personas en el proyecto”
“Esto consiste en realizar actividades deportivas que van enfocadas a que los jóvenes de la localidad le den un mejor uso a su tiempo libre. Se crean las escuelas de formación con los presupuestos participativos locales, presentamos una propuesta desde MMA Fontibón y salimos ganadores, y con la Alcaldía de Fontibón generamos estos espacios en 10 parques, donde hay beneficiadas 700 personas en el proyecto”, cuenta.
Es un ejército de luchadores marciales mixtos regados por barrios y parques que ahora están generando una percepción de seguridad en los sitios en los que entrenan. Así ocurre en Boston. Mientras los muchachos avanzan en su práctica –ahora están en parejas y danzan en medio de puños y patadas– se ven niñas y niños de 8 años, y jóvenes de 25. Todos hacen los mismos movimientos. Algunos tienen pantaloneta, camiseta y tenis adecuados, otros están con la ropa con la que trabajaron durante todo el día.
Ángel David Rodríguez Molina es uno de ellos. Tiene 20 años. La vida lo ha tratado a los golpes. ¿De qué otra forma hubiera podía responder si no era aprendiendo a esquivarlos y devolverlos? Cuando tenía 9 años le tocó salir a ganarse la vida porque su papá enfermó. Acompañaba a su mamá a vender aguacates todos los días.
Ha tenido problemas en sus estudios, pero no se rinde. Está terminando el grado once en un instituto y sueña en grande con este deporte. Ahora es uno de los pupilos de Cristian.
“Yo entré a esto más que todo por un sueño, veía pelear a los grandes atletas y me inspiraba, pero no tenía ese apoyo. En mi casa veían este deporte como algo muy fuera de mundo, fue difícil, y de tantas opciones que busqué me rendí, pero Cristian me encontró mi talento y me ayudó a entrar a MMA Fontibón. Este es un deporte que enseña respeto, disciplina, no solo violencia y golpes, sino cómo una persona puede vivir su vida en el deporte y fuera de él”.
Lamenta que muchos de sus amigos de infancia no estén con él, le hubiera gustado invitarlos a esto. Muchos cayeron en la delincuencia. Los han matado o simplemente ya no puede hablarse con ellos. Sin embargo, son muchos los que seguirán aprendiendo de esta práctica en los parques de Fontibón, como Jussy Montero, una joven que cursa el grado once y no pudo resistirse a este grupo.
“Esto lo cojo como una experiencia más en mi vida, también para desaburrirme y no estar en cosas que no debo. Tomé este deporte y construí como una familia con todos los de acá. Todos somos unidos, nos apoyamos; si nos queda difícil un trabajo, nos colaboramos, nos divertimos”.
Apoyos distritales
Pero la iniciativa de Cristian y sus 700 peleadores es apenas una de las 1.300 propuestas ciudadanas que se vienen ejecutando este año, en su mayoría dirigidas a la recuperación económica, empleo, apoyo al arte y la cultura, protección de los animales y medioambiente, entre otras, y que se apoya desde la Secretaría Distrital de Gobierno. Consiste, básicamente, en otorgar recursos a ideas presentadas por la propia ciudadanía.
“Lo que se invierte con la plata de los bogotanos lo deben decidir los bogotanos, quienes son los realmente saben las necesidades de sus barrios y localidades. Los proyectos ganadores del año pasado se están ejecutando este año; por eso invitamos a todos los ciudadanos a confiar en los presupuestos participativos y a inscribir sus buenas ideas. Las mejores serán ejecutadas en el 2022”, indicó Luis Ernesto Gómez, secretario de Gobierno.
En medio de esto también se están llevando a cabo iniciativas para vincular a la comunidad en la protección de las fuentes hídricas y los páramos en Sumapaz, mediante la siembra de plantas nativas y capacitaciones a los campesinos para desincentivar la crianza de ganado y la siembra de diferentes productos en las áreas protegidas.
Por otro lado, en Ciudad Bolívar, producto de una propuesta que llegó a los presupuestos participativos, se está desarrollando una aplicación con la que las personas de esta localidad pueden pedir sus alimentos a domicilio y así contribuir a la generación de ingresos de los campesinos. También se están promoviendo escuelas de ‘barrismo social’ en Rafael Uribe Uribe, donde se capacita a los jóvenes en temas ambientales, deportivos, culturales y en derechos humanos, como un acto de promoción de la convivencia pacífica en el fútbol.
“Yo creo que el deporte cambia vidas, lo digo por experiencia propia, el deporte le dio un nuevo orden a mi existencia y las artes marciales, para mí, lo son todo. Siento que he impactado la vida de los pelaos que llegan acá con problemas de consumo, de peleas intrafamiliares, temas de estrés, de ansiedad, todo lo hemos logrado trabajar desde acá, y esto se empezó a volver una familia”, cierra Cristian.
ÓSCAR MURILLO
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