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Noticia
La Esmeralda, el barrio en Teusaquillo que aprovecha 1.500 litros de agua lluvia al día para utilizar en sus casas
• El lugar es reconocido por sus prácticas sostenibles. Fue condecorado por la Embajada de Francia.
• Vecinos han innovado en sistemas para reutilizar el recurso.
Los vecinos de La Esmeralda, en Teusaquillo, quieren que nunca termine el racionamiento. De hecho, apoyan la medida y viven todos los días como si la restricción del agua fuera permanente.
El lugar fue construido hace 60 años y antes era conocido como ‘Los Urapanes’. El nuevo nombre es por la abundancia del color verde en su paisaje. Ahora se pinta de verde y cristal por el agua que acumulan en cada hogar.
Desde el diseño, que tiene una forma triangular, se puede evidenciar que quienes idearon este barrio tenían predilección por la naturaleza. El peatón puede entrar a él atravesando parques pequeños, que están en cada manzana y que le dan la bienvenida a un bosque urbano sembrado por los fundadores. Allí el respeto por la naturaleza y la modernidad entran en diálogo.
La iglesia y el salón comunal de La Esmeralda desde el aire. Foto:César Melgarejo / El Tiempo
El ideal de la sincronía con lo ambiental, que se inculcó desde la fundación de esta unidad, ha perdurado como un legado para los residentes y ha evolucionado. De hecho, obtuvo un sello verde por parte del gobierno francés al reconocer las prácticas sostenibles que llevan allí: huertas comunitarias, energía sostenible y un sistema de recolección de agua.
Esta última iniciativa de los vecinos fue puesta a prueba desde hace un año cuando inició el racionamiento. Para ese entonces, el agua de las lluvias ya se utilizaba, sobre todo, para regar las huertas comunitarias.
El aprecio que tienen por este recurso se podría resumir en una frase que dijo Mauricio Pulido, vecino del sector: “Regar agua potable es algo perverso, ¿para qué dejar ir este recurso al río cuando la gente podría aprovecharlo?”.
La pasión principal de los residentes, son los árboles y la jardinería. Foto:César Melgarejo / El Tiempo @cesarmelgarejoa
El truco de varios vecinos para acumular agua lluvia son los barriles con interior esmaltado. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
“Pregúnteme, yo sé cuantas personas fueron a misa y cuántos árboles tenemos”, Javier Quintana. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
Jorge Sánchez tiene en su patio un espacio para el compostaje y la lombricultura. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
En la sequía del 2024, los árboles del bosque urbano buscaron agua y generaron desniveles allí. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
Los vecinos aprovechan sus jardines, delanteros y posteriores, para seguir cultivando vida. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
Antes de montar el sistema de recolección, algunos vecinos usaban agua potable para sus jardines. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
Sandra Forero explica que el sector tiene dos sistemas de drenaje: para agua residual y pluvial. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
Javier instaló un filtro de hidrolavadora. En él, crecen algas que aprovecha para sus plantas. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
La iniciativa del ecobarrio llegó hace 15 años a La Esmeralda. Tienen varios ejes en cuenta. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
Todo este esfuerzo también es fruto de una sinergia poco común de ver en una ciudad como Bogotá. En el barrio hay más casas que propiedades horizontales. Los jardines son compartidos y los vecinos se han conocido unos con otros “jugando” en el parque. La conciencia ambiental es lo que los ha mantenido unidos.
Hoy son cuarenta casas que tienen al menos un barril de 330 litros donde cada una almacena agua de la lluvia. La mayoría lo deja en su patio para luego aprovechar el líquido recolectado para lavar sus autos, garajes o pisos.
Pero hay más formas en que la usan. El salón comunal cuenta con un sistema más sofisticado que montaron los vecinos. Consiste en un tanque de 600 litros ubicado en la parte superior del terreno, al que se bombea el agua mediante una bomba sumergible. Desde allí, el agua se distribuye por gravedad hacia la huerta, los baños, los pisos y otras áreas, garantizando un uso eficiente y autónomo del recurso.
En el barrio también conservan agua a través del chipeado de los árboles. Foto:César Melgarejo / El Tiempo
Racionamiento, una prueba definitiva
Hay casos curiosos y recursivos entre las cuadras de La Esmeralda, como el de un vecino que es de la tercera edad y tiene un tanque de 300 litros que llena con el agua que sale de su lavadora.
Él encontró una forma innovadora para poder mover el recipiente, pues cada litro de agua pesa un kilogramo: le puso unas ruedas al tanque que le ayudan a jalarlo por su casa cuando quiere llevar agua para alguno de sus baños.
También está la historia de Javier Quintana, un hombre adelantado a su época y defensor del ambiente. Tiene una larga historia con el barrio, pues allí vivieron sus abuelos y vio cómo desde ese momento ya existía una cultura del cuidado de la naturaleza. Si tumbaban un árbol, era la hecatombe.
El sistema de la casa de Javier permite que el agua llegue hasta el segundo piso. Foto:CESAR MELGAREJO / EL TIEMPO
Este vecino lleva desde la pandemia recolectando agua de la lluvia. Tanto tiempo en la casa hizo que la recursividad aflorara en él. Primero usó un tanque de 330 litros, luego conectó las bajantes de cada canal de su casa con botellas plásticas que quiso reutilizar. Y después se le ocurrió conectar todo para poder regar sus plantas con manguera en su jardín. Lo último que hizo fue lograr que el sistema llegara hasta el lavadero a través de tubos pegados a la pared. Ahora, hasta su lavadora funciona con agua lluvia.
La gente piensa que el agua lluvia es sucia, y no, es lo más de limpio. Claro, llega tierra, pero es agua que sirve
JAVIER QUINTANAVecino de La Esmeralda
El sistema se ha convertido en algo que subrayan sus vecinos. “Ese sistema que él tiene está a la perfección. Allá se puede lavar la ropa”, relata Sandra, una mujer que vive cerca de él. La prueba definitiva es cuando Javier mete un vaso de vidrio y demuestra que el agua que usa en su casa es transparente.
El truco de Javier fue usar barriles con un interior esmaltado para almacenar el líquido. Foto:CESAR MELGAREJO / EL TIEMPO
El hombre en promedio consume dos a tres metros cúbicos por mes, aunque esa cifra cambia cuando hay sequía.
“Sandrita y Mauricio al inicio me hacían caras”, comenta entre risas mientras sus dos vecinos lo observan. “Ya después aprendieron y vieron las ventajas”, continúa.
Sobrevivir solo con agua de lluvias
Algunos sufrieron en la época de sequía y tuvieron que volver a regañadientes a depender del Acueducto por completo. En épocas de lluvia, solo la usan para el consumo en comidas y bebidas.
Varias casas han llegado a desarrollar tanto sus sistemas, que pueden hacer su aseo personal con esa misma agua de lluvia. “Es una delicia bañarse en totuma con agua fría después de trotar a las 6 de la mañana”, cuenta Mauricio cuando se le pregunta cómo utiliza el agua que recoge.
El precio de los sistemas que tiene La Esmeralda oscila entre los dos a cuatro millones de pesos. Sin embargo, solo tener un balde para recolectar agua cada vez que llueva puede costar 50 mil pesos o menos.
Los vecinos aprovechan las canales de sus casas para recoger el agua Foto:Cesar Melgarejo / El Tiempo
“El tema del racionamiento de agua crea cultura, a las buenas o a las malas”, afirma Pedro Abril, actual presidente de la JAC del sector. Ellos ven a la restricción como una oportunidad de educación para la gente que puede pensar que un servicio que es barato puede ser infinito. La escasez genera conciencia y creatividad.
La Esmeralda es como un laboratorio ambiental donde experimentan y evidencian resultados que pueden aplicarse en la ciudad. No solo desde el agua sino en varios aspectos de sostenibilidad.
Así como existen las gafas moradas del feminismo, los vecinos de este ecobarrio se pusieron las gafas verdes del ambientalismo. Cada visitante termina permeado por este discurso sin vuelta atrás.