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Opinión
Opinión| Deserción escolar, más grave de lo que se cree
Isabel Segovia, secretaria de Educación de Bogotá, dice que fenómeno debe preocupar a toda la sociedad
Isabel Segovia, secretaria de Educación. Foto: Archivo particular
La deserción escolar es un fenómeno que debe preocupar a toda la sociedad tanto por las consecuencias nefastas que tiene sobre su desarrollo social y económico, como por la cantidad de jóvenes sin posibilidad de construir un proyecto de vida. En este sentido, la deserción denota un fracaso como sociedad.
Las cifras publicadas recientemente generan alarma e invitan a reflexionar sobre la efectividad de un sistema educativo que permite que un número significativo de niños, niñas y jóvenes interrumpan su proceso de formación o lo abandonen de manera definitiva.
Pero para poder hacer un análisis serio y tomar medidas correctas se debe tener información válida. Lo primero que quiero resaltar es que la discusión de las últimas semanas se está dando alrededor de un pedazo del problema, porque analizan solo el 3.7% de los estudiantes que abandonaron durante el año lectivo (deserción intra anual) y están olvidando a los estudiantes que habiendo finalizado el año escolar no se matriculan para el año siguiente. Esa deserción, la interanual, no la calcula El MEN invisibilizando así la dimensión completa del problema.
412 colegios públicos iniciaron el calendario escolar. Foto:MAURICIO MORENO
El otro planteamiento que quisiera hacer es que, si bien los números son alarmantes, esta no es la mayor deserción intra anual que se ha dado en los últimos 10 años. Aunque las cifras no lo revelen, lo que ocurrió en pandemia no tiene precedentes. En 2020, debido a las indicaciones del MEN, no se realizaron verificaciones regulares de asistencia escolar ni retiros, salvo en los casos solicitados por las familias. Como resultado, se registró una tasa de deserción bajísima que no tiene ningún sustento. No es que los estudiantes no se hayan retirado durante ese año, el problema es que no había de dónde ni para qué retirarse y tampoco hubo seguimiento a quién atendía o no las tareas enviadas por WhatsApp. Por ello, la deserción es peor que la que se está mostrando.
En Bogotá, que históricamente registra resultados menores a la tasa nacional que calcula el MEN, estamos revisando qué ha pasado con la trayectoria educativa de cada niño que asistió a nuestras aulas en los últimos años. Para 2023 las cifras no son alentadoras. Mientras que durante ese año se registró un abandono de 2,8% en el sector oficial y 2,5% incluyendo el sector privado (a nivel nacional estas tasas alcanzaron el 3,9% y 3,7% respectivamente), la tasa de deserción entre 2023 y 2024 fue de 6,6% para el sector oficial y de 5,5% para el total. Aclaro que estas cifras no cuentan como abandono a aquellos estudiantes que salieron de Bogotá y que siguen estudiando en alguna otra entidad territorial, por lo tanto, son niñas, niños y jóvenes que están perdiendo la posibilidad de realizarse como individuos y como ciudadanos.
La situación en Colombia no es mejor que la de Bogotá, por eso invito a todo el país a que salga a buscar a cada uno de esos estudiantes que se nos han perdido silenciosamente desde la pandemia. Bogotá ya lo está haciendo con múltiples estrategias como la búsqueda puerta a puerta de aquellos que se fueron y de los que nunca han entrado; el programa de aprendizaje en tiempo adecuado y el de recuperación de aprendizajes; el ofrecimiento de una educación media pertinente y alineada con la formación terciaria y el mundo productivo; el trabajo con las familias y el acompañamiento socio ocupacional a los estudiantes desde grado 8º y a los jóvenes que no estudian ni trabajan; el programa de alimentación y movilidad escolar; y las becas y los apoyos económicos para la educación terciaria, entre otras.
Este país no tendrá futuro mientras no entienda que la educación se trata de la vida de niñas, niños y jóvenes y, por el contrario, se siga mirando de manera fría, basado únicamente en aquellos números que no juzgan mal a las políticas educativas y a sus formuladores.