El concejal Juan David Quintero ha puesto a los ciudadanos –a través de su red social– a que opinen acerca de cómo podrían ser o qué tipo de funcionalidad se les podría dar a los espacios que se generarán bajo la estructura elevada del metro de Bogotá.
Es un buen sondeo. Y es bueno ir pensando desde ya en cuál podría ser la mejor manera de darles un uso a esos espacios. Como ocurre en muchas ciudades que tienen sistemas de transporte similares. En algunos lugares se han adaptado a la estructura de la obra y han contribuido a embellecer el paisajismo sin que desentonen con columnas, vértices y plataformas aéreas.
Bajo el metro de Miami, por ejemplo, se han construido bellos jardines, zonas verdes que dan vida a lo largo del sistema elevado. No sé si así se habrá concebido desde el inicio, pero lo cierto es que, al correr en paralelo sobre la avenida principal, estos jardines contribuyen a alivianar un espacio duro, repleto de carros que van y vienen, y le dan un toque de amabilidad al metro.
En otro sitio de la ciudad, bajo la misma estructura, se han dejado espacios amplios para construir canchas de baloncesto y fútbol, con mobiliario incluido, para que niños, niñas y jóvenes puedan practicar deporte. Algunas escuelas cercanas suelen llevar allí a los pequeños para sus clases de educación física.
Y, aunque no es bajo la estructura del metro, me sorprendió que en Madrid (España) las partes bajas de los puentes vehiculares fueron utilizadas como espacios para el arte. En efecto, se han instalado allí esculturas de diversa índole, al lado de un mobiliario que permite descansar y observar la ciudad. Sí, todo debajo de un puente vehicular.
En otros lugares, estos espacios son aprovechados para instalar paraderos de bicicletas o pequeños negocios o casetas de información para los turistas.
Los bogotanos tenemos que empezar a pensar en esto. No nos puede ocurrir lo de la carrera séptima: tanto tiempo invertido, tantos recursos, tanto afán por hacer de esta vía un corredor peatonal digno, con comercio organizado, y vean en lo que terminó.
En un espacio intransitable, desordenado, en el que se mezclan cachivaches, puestos de comida, artistas callejeros, indigentes, amigos de lo ajeno, mascotas y sabe Dios que más.
A juzgar por algunas respuestas que recibió el concejal Quintero, en Medellín también se lamentan por lo que sucedió con las partes bajas del metro elevado. Se convirtieron en un mercado persa, en orinal, sucias, habitadas por personas sin hogar, malolientes, que desdicen mucho de la famosa cultura metro de la que se ufanan nuestros amigos paisas.
La explicación de algunos es que todo se debió a que decenas de vendedores ambulantes fueron desalojados de un lugar que ocuparon por años y poco a poco se fueron instalando bajo la sombra que brinda el sistema férreo. Recuperar esos espacios se volvió una tarea imposible.
El metro elevado de Bogotá avanza a buen ritmo. Y verlo concluido y en funcionamiento tardará otros tres o cuatro años. Tiempo suficiente para que pensemos bien en cómo vamos a sacar el mejor provecho de estos lugares que se formarán con la obra.
Una buena noticia es que, según Quintero, en el
Plan de Desarrollo quedó contemplado que tales sitios no quedarán al garete, sino que serán de uso público y que el gobierno tendrá que diseñar una estrategia para su aprovechamiento. Esto requiere innovación, funcionalidad, buen gusto e ideas que no riñan con el entorno, sino que lo complementen. Cualquier cosa que se haga debe gozar de cierta estética, que rompa con el rigor del concreto y la turbulencia de las avenidas aledañas.
Yo sueño con que estos espacios estén dedicados a la naturaleza, como el piloto que se piensa hacer, pero también, que se conviertan en espacios para pequeños comercios organizados, que faciliten el encuentro entre personas, iluminados, acogedores, limpios y seguros. Y ojalá que terminen reflejando lo que la gente pide.
A los pesimistas que también critican y menosprecian iniciativas de este tipo hay que decirles que también propongan. Porque es muy rico destruir y envalentonarse en una red social, pero vayan e intenten exponer una idea a ver si son capaces.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
EDITOR GENERAL EL TIEMPO
@ernestocortes28