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Una fiesta electrónica con Tahuanty Jacanamijoy y sus rituales ancestrales
Expone en la Galería SGR con un potente paralelo entre los beats y las míticas ceremonias del Yagé.
La exposición de Tahuanty Jacanamijoy Foto: Fernando Gómez Echeverri
La exposición de Tahuanty Jacanamijoy en la galería SGR (cra. 24 n.º 77-55) tiene la esencia de la fiesta pura y dura; la sala tiene la oscuridad de un antro de música electrónica. Y el sonido –creado especialmente para la muestra– de Ado, Junn, Nicolás Duque y Steinlausky, cuatro referentes de la electrónica en Bogotá, termina de ambientar este viaje inédito del arte colombiano: un ida y vuelta por la selva y las discotecas.
Tahuanty se crio en dos mundos: por una parte, su papá, el también artista Carlos Jacanamijoy, siempre ha tenido con sus hijos un pie en la selva y el valle de Sibundoy. Tahuanty conoció los secretos de su abuelo, don Antonio, un taita mítico del Putumayo, y creció entre Santiago, Bogotá y Nueva York. Hizo una especialización en Londres, y su universo personal es una mezcla de sabiduría ancestral, árboles descomunales, ríos de historia del arte, cemento y rascacielos. Y en esta exposición logra de manera magistral enlazar las necesidades espirituales de su generación con las de sus ancestros.
‘Heartstrings in the Club’ habla de sentimientos, ojos cerrados y corazones que reciben la energía de la música para adentrarse en un viaje personal.
Las figuras de neón en las paredes hablan del pasado y del presente; evocan figuras que están en todas las culturas como el sol y las serpientes y une el mundo de la fiesta electrónica con los rituales y los viajes del yagé. “Solo que en la fiesta no hay un guía”, sostiene Tahuanty.
Detalle de una obra de Tahuanty Jacanamijoy. Foto:Fernando Gómez Echeverri
‘Heartstrings in the Club’ habla de sentimientos, ojos cerrados y corazones que reciben la energía de la música para adentrarse en un viaje personal. “La música lanza ondas que son como serpientes que se meten en el cuerpo”.
La exposición entrega una ‘vibra’ y una energía especiales; muestra la fiesta y la rumba como rituales contemporáneos y, en su narrativa, efectivamente la música se mete en el cuerpo. Hay una obra clave: la figura de un pájaro que cae del cielo picoteándose el corazón y habla de una desazón generacional; pero también de la necesidad de volar, caer y elevarse de nuevo.
Las tres piezas ofrecen distintos grados de lectura; el sol –que está presente en todas las culturas como dios o figura patriarcal– aparece también en plena caída. La figura de la serpiente tiene dos cabezas: una de pájaro, para hablar del aire y la luz, y la otra, la de un jaguar, que habla la tierra y la oscuridad.
Es una exposición imperdible. Y, sin duda, es un verdadero motivo de fiesta.