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Entrevista con la colombiana Ángela Zuluaga, vicepresidenta global de Coca Cola
'No estudié en la capital ni en las mejores universidades'. Entrevista de BOCAS.
Ángela Zuluaga es una de las ejecutivas más exitosas y poderosas del país Foto: Natalia Hoyos
Han pasado pocas semanas desde cuando un despacho de prensa informó que la colombiana –quindiana, para más señas– Ángela María Zuluaga había sido designada como vicepresidenta de The Coca-Cola Company, con sede en Atlanta.
Estaba feliz en la industria farmacéutica, la gente con la que trabajaba era espectacular, pero Coca-Cola es Coca-Cola: una empresa irada que todo el mundo conoce
Tras una carrera de diez años en una multinacional que vende sus productos en más de 200 países y territorios de los cinco continentes, ahora –luego de pasar por cinco puestos distintos– estará a cargo de liderar las comunicaciones integradas del conglomerado en el ámbito global.
Llegar hasta esa posición confirma las capacidades profesionales de una graduada en negocios internacionales en la Universidad de Charlotte, proveniente de Quimbaya, un pequeño municipio de la zona cafetera. Cómo alguien que no olvida sus raíces –y que estudió en una escuela pública colombiana– llega a ocupar un puesto tan destacado es algo que vale la pena contarse. La respuesta la entrega una brillante mujer de 44 años, madre de dos hijas todavía pequeñas (de 13 y 7 años), que sabe trabajar en equipo, que se enorgullece de sacar lo mejor de su gente y que se acaba de convertir en la latinoamericana con la posición corporativa más alta en la compañía.
Con una Coca-Cola en su mano y en el apartamento de Bogotá –que deja para asentarse en Atlanta–, la ejecutiva habló con BOCAS.
¿Dónde comienza la historia de Ángela Zuluaga?
A los siete años migró con su familia a Estados Unidos, inicialmente a Statesville, Carolina del Norte, y en ese estado terminó su bachillerato. Foto:Natalia Hoyos
Bueno, yo nací en Quimbaya, en el departamento del Quindío. Es un pueblito pequeño, que mucha gente conoce más por los alumbrados navideños. Allí estuve durante mi niñez y todavía conservo grandes amigos. De hecho, formo parte de lo que se conoce como el grupo de los Ochoa.
¿Cómo le dicen cuando la ven?
‘Gela’ o ‘Gelis’, por mi segundo nombre. Aún me molestan porque yo era medio nerd, medio ‘ñoña’ en el colegio.
¿En cuál?
Primero en un jardín que se llamaba Mi Pequeño Mundo, luego estudié en el Santa María Goretti de Montenegro y luego en el Policarpa Salavarrieta de Quimbaya. Colegios públicos y semiprivados de pueblo. Después, por temas familiares y la situación de seguridad, migramos a Estados Unidos.
¿A qué edad?
Alrededor de los siete años. Esa historia me define bastante, porque a muy corta edad uno empieza a coger un rol importante dentro de la casa. Fui la primera en aprender inglés, por ejemplo. Entonces yo acompañaba a mis papás a hacer el mercado, a pagar las facturas.
¿A dónde llegaron?
A Carolina del Norte. Primero a Statesville, que tiene algo menos de 30.000 habitantes, y después a Charlotte, que es una ciudad de unas 900.000 personas. Ahí terminé mi primaria e hice mi bachillerato.
Se graduó de Negocios Internacionales en la Universidad de Charlotte. Foto:Natalia Hoyos
¿Cómo es el círculo familiar?
Hoy, por ejemplo, los consumidores exigen y cuestionan por cosas que antes parecían secundarias
Mis papás y dos hermanas mayores. Tuve un hermano que murió hace unos 10 años. Soy la menor de una familia paisa superunida y siempre muy apegada a Colombia. Tanto, que mis papás acabaron devolviéndose y ahora viven en Medellín.
¿Y usted?
Vine un tiempo a estudiar después de haberme graduado del colegio e ingresé a Negocios Internacionales en Eafit, pero luego me regresé a Estados Unidos. Acabé mi carrera en la UNCC, que es la Universidad de Charlotte, en Negocios Internacionales con énfasis en Finanzas. Trabajé un tiempo corto y me regresé a Colombia. En ese momento hice unas consultorías en temas de comunicaciones que me conectaron con una empresa que ya había conocido en Estados Unidos. Al cabo de un tiempo, conocí a quien hoy es mi exesposo, me casé y nos vinimos a vivir a Bogotá.
¿Qué pasó después?
Entré en una firma de consultoría en comunicaciones y, después, pasé a la industria farmacéutica, a Laboratorios Baxter. Allí estuve casi siete años, en lo que se conoce como asuntos de gobierno y comunicaciones de la industria farmacéutica. Arranqué con responsabilidades en Colombia y posteriormente tuve a cargo varios países en mi área. Y de repente, recibí una llamada de Coca-Cola.
¿Los conocía?
Para nada. Después supe que la compañía tiene un equipo de reclutamiento de talento muy grande que está mirando gente todo el tiempo. Me acuerdo que estaba con un asesor que yo tenía para temas del sector salud y cuando contesté el teléfono, alguien me dijo que se comunicaba directamente de Coca-Cola donde se había abierto una posición para manejar el tema de asuntos de gobierno y sostenibilidad para una región que podía supervisarse desde Colombia, pero que incluía 31 países. Me dijo que si yo quería participar en el proceso de selección. Dije que bueno, sin pensarlo mucho. Estaba feliz en la industria farmacéutica, la gente con la que trabajaba era espectacular, pero Coca-Cola es Coca-Cola: una empresa irada, que todo el mundo conoce y que genera como ese efecto aspiracional.
¿Y qué sucedió?
Pues que acabé siendo escogida y entré en mayo del 2013. Desde entonces he rotado mucho. De hecho, este de ahora es mi quinto cargo. Comencé entonces en asuntos de gobierno y sostenibilidad para la región centro, luego pasé a la vicepresidencia de esa misma región. Dos años larguitos después, con todo lo que hace la compañía de desarrollo de talento, me preguntaron que si quería aprender más del negocio y respondí que sí y que estaba dispuesta a estudiar y a entender todo. Ese proceso incluyó a varios mentores extraordinarios como quien había sido presidente de Coca-Cola en México. Entré entonces a manejar el negocio, y de pronto llegó la pandemia que fue toda una experiencia, no solo por lo que nos pasó colectivamente, sino por los retos que surgieron. Mi área en particular tuvo que ver en ese momento con todo menos con bebidas carbonatadas y, en medio de la emergencia sanitaria, la compañía hizo un proceso de reestructuración a nivel mundial.
Regresó a Colombia para trabajar y eventualmente llegó a la industria farmacéutica. Pero hace 10 años recibió una sorpresiva oferta de Coca-Cola Foto:Natalia Hoyos
No fue un tema de recorte de personal, sino de cambio conceptual. Pasamos de ser una compañía de procesos a trabajar en células, algo que nosotros llamamos el Network. En ese tránsito, se reorganizó toda la región y en el 2020 fue nombrado un presidente para toda América Latina. Se trata de Henrique Braun, un brasileño, que hoy ocupa el cargo de presidente internacional, que fue anunciado a finales de noviembre. En su momento, él me llamó y me dijo que si quería seguir en el negocio. Perfecto, dije, aunque aclaró que me invitaba a acompañarlo otra vez en el tema al cual había llegado originalmente. En concreto, a manejar gobierno, comunicaciones, sostenibilidad, para América Latina y a liderar con él el proceso de transformación. El desafío era gigante y lo acepté. Creía y creo que esta ha sido una experiencia única al vivir un proceso de transformación así. Ahora, después de dos años y un mes, viene este nuevo reto, que me lleva a vivir fuera de Colombia porque siempre tuve sede en Bogotá.
¿Cuáles cree que son sus fortalezas?
Me he hecho la misma pregunta y también se las hice a las personas que me invitaron a esta nueva responsabilidad. Podría decir que hay dos cosas que son importantes: uno, siempre, dentro de la compañía en los años que llevo, me he destacado por hacer equipos de alto desempeño. Y cuando digo esto puede sonar a lugar común porque todo el mundo usa la expresión. Pero es que a nosotros mes a mes nos miden como jefes y nosotros medimos a nuestra gente. Cada año se hacen encuestas más amplias y de manera repetida el clima organizacional de mi área es de los mejores del mundo dentro de Coca-Cola. He pasado por muchos cargos y siempre ha sido así. Lo otro es que aprendo rápido. Pero lo más fundamental es la capacidad de armar equipo y desarrollar el talento de quienes lo integran.
¿Y eso se logra con estímulos o con disciplina?
Uno tiene que aprender a manejar muy bien su mano derecha como también su mano izquierda. Sin lugar a duda, uso más la derecha, que consiste en que uno debe saber encontrar las fortalezas de cada persona. Nadie, comenzado por uno, es bueno en todo. Cada cual posee fortalezas y debilidades. Pienso que algo que me dio la vida es como esa habilidad y esa finura para decir que esta persona es muy buena en esto y me apalanco más en sus fortalezas que en sus debilidades. Entonces he tenido la capacidad de mover el talento y aprovecharlo donde los que componen mi equipo son mejores. También, claro, he debido tomar decisiones duras cuando hay que tomarlas, algo que me ha tocado hacer muchas veces.
Despedir gente, recortar presupuestos…
Todo eso. A veces, cuando hay decisiones duras de la organización en el sentido de que hay que hacer esto, o así no se va a hacer, vamos a reorganizar así, no queda de otra. Pero insisto en que lo importante es ubicar a la gente donde se sienta exitosa. Porque el éxito es colectivo y cuando las personas sienten que están aportando a un bien superior, comienzan a desarrollar mucho más su potencial. Hay un elemento más que debo mencionar y es la capacidad de ver tanto el árbol como el bosque. Puede ser que por mucho tiempo hayamos sido una compañía muy arrogante, pues se tiende a pensar que es Coca-Cola, ¡por favor! Mi rol siempre ha sido traer el punto de vista de afuera y señalar que no nos van a tender siempre el tapete rojo para que entremos. Hoy, por ejemplo, los consumidores exigen y cuestionan por cosas que antes parecían secundarias. Hay que ser, yo digo, intelectualmente humildes para reconocer dónde no se está bien, qué hay que hacer para estar mejor. Entonces, llegar con esa honestidad intelectual a mis jefes, a los de más arriba, a mi equipo, a la gente que trabaja a mi alrededor, me ha servido mucho, porque implica puntos de vista distintos, hacer cosas disruptivas. Ser capaces de contar, desde diferentes ángulos, con una ventaja competitiva, y eso es mejor que centrarse en tratar de ser el mejor siguiendo la línea de siempre.
¿Qué significa pasar de tener responsabilidades a nivel regional o hemisférico a obligaciones globales en una multinacional que está en tantos lugares?
Cada vez que uno se mete en algo desconocido da sustico. Aparece la sensación de mariposas en el estómago junto con la pregunta de “¿en qué me estoy metiendo?”. Aun así, he tenido la fortuna de participar en proyectos de otras partes del mundo. Pero no es lo mismo, sobre todo porque ahora es una responsabilidad de aprender y eso es parte de mis primeros 90 días fuertes. Hay que aprender. Hay que entender que lo que es relevante culturalmente para un país en América Latina no es lo mismo para África, para Asia, para Europa, donde hoy se viven realidades de distinta índole, conflictos sociales, conflictos económicos alrededor del mundo donde Coca-Cola tiene operación.
¿Para tener éxito hay que trabajar 16 horas diarias?
Cero. Yo no trabajo 16 horas diarias. Si acaso me ha tocado pero solo cuando hay crisis.
Ni los fines de semana…
No, a no ser que haya algo realmente anormal. Por lo contrario, uno es más productivo cuando es más organizado y disciplinado. Mi rutina usual consiste en que me levanto, las niñas se levantan, hago ejercicio con mi novio, luego nos arreglamos, desayunamos y me siento a trabajar. Arranco entre ocho y nueve de la mañana y estoy cerrando computador a las seis o siete de la noche, máximo. Hay cosas que para mí no son negociables, a no ser que sea algo así extraordinario, porque pienso que uno debe tener tiempo de valor en cada cosa. Mi tiempo de valor en el trabajo, mi tiempo de valor con mi familia y así. Por ejemplo, trato de que al día no tenga más de seis reuniones y dejar unos espacios bloqueados en mi agenda. Mi asistente los llama “focus time” y ese tiempo lo uso para responder correos, hacer llamadas, revisar documentos, pensar. Si no me organizo pues, claro, me enloquezco y hago trabajar en exceso a los demás, cuyo tiempo respeto. Si tengo que mandar un correo o algo lo pongo para que el correo se vaya en horario laboral.
vicepresidenta y líder del área de comunicaciones integradas de la compañía.
Anteriormente, Zuluaga se desempeñaba como VP de Comunicaciones, Asuntos Públicos y Sostenibilidad para Latinoamérica, pero con la reestructuración del equipo asume un nuevo rol. Foto:Natalia Hoyos
Estricta. No sé, les puede preguntar a mis hijas.[risas]. Mucho más estricta que en la oficina, absolutamente. Llevo separada hace muchos años y tengo una responsabilidad. Y si bien el papá es un superpapá, viven conmigo, entonces a mí es a la que le toca apretar las riendas. En mi casa lo que se sirve, se come. No hay menús adicionales y hay horas de irse a dormir: entre semana a las ocho para la chiquita y a las nueve para la grande. En eso ellas mismas ya caminan solitas. Mis hijas se ríen porque dicen “¡no, mi mamá no sabe contar!” Porque yo les digo, “uno… tres”, y ellas ya están corriendo.
¿Es difícil con tanto viaje?
En el cargo que acabo de dejar viajé mucho por América Latina. Es posible que en lo que viene sean menos aviones que antes; aunque ahora serán mayores distancias y en otras zonas horarias. Además, estaré con el presidente de la compañía en más de una ocasión. No me inquieta porque vengo de un ritmo de ese estilo y tengo una rutina y una logística armada. Mis hijas han crecido con esto y entienden.
¿Cómo se ve Colombia desde una multinacional?
Hay un potencial tan grande que ni siquiera nosotros nos lo creemos. Tal vez por eso nos damos tan duro. Pienso que nosotros mismos a veces somos los malos embajadores de este país. Cuando voy afuera y encuentro a alguien que conoce o ha visitado este país se le iluminan los ojos. A veces parece que la gente de afuera valora mucho más lo que nosotros tenemos. Somos demasiado autocríticos, obviamente sin dejar realidades a un lado. Pero el haber estado a lo largo y ancho de la región me da otra perspectiva, pues puedo comparar, poner nuestros retos en contexto y ver las enormes fortalezas que tenemos.
¿Precisamente, cuál es el principal punto a favor del trabajador colombiano y cuál es la principal debilidad?
Los colombianos se inventan lo que sea, hacen lo que sea, salen con cosas maravillosas con muy pocos recursos. Eso muestra que hay una gran recursividad, resiliencia y creatividad a la hora de buscar salidas. Nuestra gran debilidad es que a veces nos sentimos muy víctimas y seguimos siendo víctimas, sobre todo del pasado.
¿Una especie de complejo de inferioridad?
Sí, junto con esa victimización de ‘aquí no se puede’. Creo que mi ejemplo demuestra claramente que no es así. No nací en la capital, ni tampoco fui a las mejores universidades, pero siempre me preocupé por estudiar y aprender. Entonces, a veces nos derrotamos antes del partido.
¿Va con frecuencia el Eje Cafetero?
Total. Allá vive mi hermana, todos mis tíos, mis grandes amigos. No hace mucho estuve con mi novio en el pueblo durante un fin de semana. Fuimos al parque principal de Quimbaya a tomarnos un cafecito con los amigos. Me recarga, me reenergiza ir por esos lados y yo le tengo un cariño tan grande.
¿Toma aguardiente además de Coca-Cola?
¡Claro! [Risas] Absolutamente. Tomo aguardiente, me gusta montar a caballo, las vacas, me encanta el campo.
¿Y la comida?
Cocino frijoles y sancocho, que me quedan muy buenos. En mi casa se come comida colombiana sin falta y a mis hijas las he acostumbrado a eso. Les he mostrado dónde estudié, dónde viví, dónde crecí. Quiero que ellas tengan los pies sobre la tierra porque uno no se puede meter en una burbuja.
Con esa frecuencia de cambios cada dos años, ¿dónde se ve en dos, cuatro o seis años?
¡Dios mío! Ya hay una broma interna en el trabajo sobre qué voy a hacer en dos años. Por el momento estoy en el aquí y en el ahora.
¿Qué responde cuando le hablan de temas nutricionales?
Pienso que es válida la percepción de la gente, pues nosotros hacemos productos que tienen azúcar, aunque también otros que no. Debemos respetar las preferencias del consumidor y evolucionar, algo que hacemos de manera constante. Nuestra labor es esa, sobre todo, proveer opciones para que la gente escoja. Lo otro es que nada en exceso es bueno y por eso siempre hacemos un llamado a la moderación.
Coca-Cola siempre ha sido identificada como un símbolo de Estados Unidos, pero al mismo tiempo es una marca internacional. ¿Cómo es el ambiente laboral?
Ángela María Zuluaga, vicepresidente del área de comunicaciones integradas de la multinacional, Coca-Cola. Foto:El Tiempo / cortesía
Absolutamente diverso. Además, como queda demostrado en mi caso y en tantos más, no hay techo de cristal, pues no hay que ser norteamericano, o de ciertos países, para llegar a los niveles más altos. Tanto la diversidad como la inclusión están en el corazón nuestro. Cuando miramos talento y queremos talento, buscamos por todo el mundo. Ahora que estoy contratando personas, recibimos hojas de vida de cualquier parte y lo comunicamos ya sea a nuestras oficinas o a nuestros socios embotelladores y a nivel externo. No nos importa de dónde vengan nuestros profesionales. Nos importa es el talento y el potencial de aprovecharlo. Al mismo tiempo que somos una compañía global, sabemos que operamos localmente y que las preferencias de los consumidores o las maneras de hacer las cosas son distintas. Esa es una de las muchas razones por las que me entusiasma tanto trabajar donde trabajo y enfrentarme a este nuevo reto.
Finalmente, ¿ya le contaron la fórmula de la Coca-Cola?
[Risas] Yo sé qué tiene una Coca-Cola, lo que no me sé es la fórmula precisa. Como tantos que han ido, he tomado la foto en donde está la fórmula en Atlanta, pero esa la conocen muy, muy poquitas personas.
La edición #126 de la Revista Bocas está en circulación desde el domingo 26 de marzo de 2023. Foto:Revista BOCAS
Esta entrevista fue realizada por Ricardo Ávila Pinto