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Las vidas de Domingo Torres antes del café
Esta es la historia del caucano que conquistó los más altos reconocimientos como productor de café.
Domingo Torres junto a su esposa Saray Sepúlveda, en su finca El Roble, en Ragonvalia, N. de Santander. Foto: Cortesía Saray Torres S.
Toda esta hazaña comenzó el 12 de diciembre de 1979, cuando Domingo Torres Angulo, de tan solo 16 años, vivió un anticipo del juicio final.
Ese día pescaba con su tío en aguas del Pacífico colombiano, no muy lejos de Guapi, su pueblo natal, cuando una ola de tres metros apareció en el horizonte y hundió la chalupa, sumergiendo a sus dos tripulantes.
La fuerza de las olas los despojó de sus ropas, dejándolos “ ‘biringuitos’, como Dios nos trajo al mundo”, cuenta Torres. Tras varios intentos de mantenerse a flote, la masa de agua los hundía. “De esta, no nos salvamos”, se decían.
Sin renunciar todavía a la vida, rotaron sus brazos con furia hasta llegar a nado a la playa. En la distancia, un estruendo de palos en los manglares parecía estar avisándoles que el fin del mundo estaba cerca.
Si ese no fue precisamente el fin del mundo, sí fue uno de los terremotos y maremotos más fuertes del siglo XX en Colombia, con gran impacto en Tumaco, Guapi (Cauca) y San Juan de la Costa (Nariño). Alcanzó 8.1 en la escala de Richter, seguido de tres ondas expansivas. Murieron 454 personas y otras mil quedaron malheridas.
A partir de ese momento, el joven Torres inició un largo camino de penurias por la vida.
El menor de 25 hermanos, nació en Guapi, en 1963, donde logró cursar estudios primarios básicos, suficientes para firmar su nombre y leer de corrido. Al llegar a la adolescencia se dedicó a la pesca artesanal, labor que, en diciembre de 1979, lo tuvo en brazos de la muerte.
Cumplidos los 17 años se marchó de Guapi, rumbo a los ingenios del Valle del Cauca, donde se empleó como cortador de caña. Después de cinco años de duras faenas, recibió y aceptó una oferta de trabajo por seis meses en los cañaduzales de Venezuela.
Al cumplir el periodo acordado, se quedó como indocumentado, y, claro, fue puesto varias veces preso hasta cuando pidió que lo deportaran.
Minero, ganadero y cafetero
En 1987, con 24 años, regresó a Colombia y se radicó en Cúcuta, donde sobrevivió como vendedor de ropa, papa y yuca. Al cabo de dar vueltas, encontró empleo en la minería y a ello se dedicó durante once años.
Con apoyo de su esposa, ahorró lo suficiente para comprar una ‘tierrita’. La elegida fue la finca El Roble, en el municipio de Ragonvalia, a 72 kilómetros al sur de la capital nortesantandereana. No sabía nada de labores de campo y le tocó aprender a punta de reveses.
Primero intentó con la ganadería, pero fracasó. Al verlo abatido por el desenlace, Saray Sepúlveda, su esposa, lo animaba a diario diciéndole, “vamos pa’ lante, Domingo, vamos pa’ lante”. Se le ocurrió entonces plantar café, sin contar con los conocimientos mínimos para semejante emprendimiento.
Esta es la edición que ganó este año el ‘Concurso nacional de calidad de café: Colombia, tierra de diversidad’. Foto:Amor perfecto
Buscó y encontró apoyo en el Comité Departamental de Cafeteros de Norte de Santander, aunque sus vecinos, cada vez que pasaba por el camino, le gritaban: “Oiga, Domingo, usted está loco; ¡este negro está loco! No somos una tierra de café y ya lo veremos a usted echando charapo (machete) como nosotros”.
Torres hizo caso omiso de estas peroratas y se dedicó a remover centenares de piedras y helechos para darles espacio a 10.000 árboles de la variedad Castillo. Cuando su cafetal empezó a florecer y a dar los primeros frutos, los vecinos bajaron el tono de sus críticas y no tardaron en imitarlo.
Hoy Ragonvalia es una nueva zona cafetera en Norte de Santander, gracias a la terquedad de Torres.
Más pronto que tarde aprendió que el café tradicional colombiano se vende por un valor menor que el percibido por los cafés exóticos y especiales.
Viajó a Chinácota, a 32 kilómetros de Ragonvilia, para asistir a una charla sobre Geisha, variedad de la especie arábiga, cuyo potencial de venta promete precios elevados.
Después de comprarla y plantarla, los vecinos volvieron al ataque, esta vez secundados por autoridades municipales y extensionistas de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC). ¿La razón? La Geisha es susceptible a la roya (un tipo de hongo que afecta a los cafetales) y no está protegida por la FNC. En síntesis, es una amenaza.
Pero Torres no dio marcha atrás y respondió con amabilidad y firmeza: “Gracias por advertirme, pero la finquita es mía y sacaré este proyecto adelante”.
En realidad, Torres había aprendido que, por encima de 1.800 metros, la incidencia de la roya es de apenas un dos por ciento, mientras que en zonas más bajas puede llegar a un cien por ciento. Como su cultivo de Geisha se encuentra a 1.920 metros, la posibilidad de contagio, aunque latente, es porcentualmente menor.
El Geisha, toda una lotería
Cuando cosechó los primeros granos, su impulso inmediato fue enviarlos a un laboratorio especializado en Chinchiná, Caldas. La respuesta, a vuelta de correo, fue reveladora y contundente: “Las cerezas están prematuras, pero su café es excepcional”.
Domingo Torres llevó el café a Ragonvalia, Norte de Santander. Foto:Cortesía Saray Torres S.
Esta conclusión lo animó a inscribirse, en 2021, en la sexta edición del ‘Concurso Nacional de Calidad Colombia, Tierra de Diversidad’, convocado por la FNC. No solo obtuvo el primer puesto entre 26 finalistas, sino el mayor precio en la subasta por su lote ganador: 41 dólares la libra (114.814 pesos).
En la séptima edición del concurso, en octubre de este año, volvió a ocupar la primera posición en el podio, recibiendo, además, el mayor precio histórico en la subasta: 78 dólares la libra (374.000 pesos). Fue un triunfo por partida doble, porque un lote lo adquirió la tostadora colombiana Amor Perfecto y el otro, un comprador chino.
¿Qué viene ahora en las múltiples vidas de este sobreviviente de sunamis y penurias?
Seguir con mi trabajo para traerles resultados a nuestro departamento de Santander, a nuestro municipio de Ragonvalia y a Colombia.
¿Y qué mensaje tiene para quienes no creyeron en usted?
Tengo para ellos expresiones de gratitud por reconocer que estaban equivocados.