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'Calentao’, ‘changua’ o ‘perico’, palabras protagonistas de un libro

El Instituto Cervantes invitó a 21 escritores hispanoamericanos a reflexionar sobre nuestra lengua.

Dos autores colombianos, Laura Restrepo y Daniel Samper Pizano, forman parte de los 21 escritores que aparecen en el libro.

Dos autores colombianos, Laura Restrepo y Daniel Samper Pizano, forman parte de los 21 escritores que aparecen en el libro. Foto: iStock

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“Tenemos la fortuna de ser muchísimos millones de hispanohablantes y atravesamos menos obstáculos para entendernos entre nosotros que la pequeña comunidad de hablantes de una lengua tan influyente como es el alemán”. De esta manera resume el escritor peruano Fernando Iwasaki el espíritu del libro Lo uno y lo diverso, del Instituto Cervantes.
Se trata de un volumen que reúne textos de 21 autores de Hispanoamérica sobre la flexibilidad de nuestra lengua, sobre “la riqueza del idioma español”, como reza el subtítulo: Gioconda Belli, Gonzalo Celorio, Álex Grijelmo, Fernando Iwasaki, Carme Riera y Sergio Ramírez hacen parte de la lista. Los colombianos que participan son Laura Restrepo y Daniel Samper Pizano.
Iwasaki lo explica con cifras. El 13 por ciento de los 7.800 millones de habitantes del planeta habla chino. El 5 por ciento, español. Sin embargo, somos mucho más unidos entre nosotros los que venimos de España y América Latina que los chinos, porque ellos tienen múltiples dialectos. O, como señaló en la presentación del libro Juan Villoro, otro de los autores, “el gran enigma de este idioma múltiple y variado es que estamos condenados a entendernos”.
Dentro de la unidad existen numerosas variaciones. Palabras que tienen diferentes significados en diversos territorios, expresiones que solo se conocen en otros, formas en desuso en algunos lugares que forman parte del habla cotidiana de ciertas regiones… De acuerdo con la escritora Marta Sanz, que colabora en el libro, en este “se habla de lengua, entonación, acentos, peticiones indirectas, pragmática, momentos en los que sientes que has sido objeto de una descortesía…”.
Hay, por ejemplo, un texto sobre ‘bollo’, de la filóloga cubana María Antonieta Andión; una disertación sobre la palabra ‘hueva’, de la escritora chilena Carla Guelfenbein, y otra sobre ‘huevo’, de Iwasaki; y referencias a las polillas y pollas con las diferentes acepciones que tienen entre los casi 500 millones de hispanohablantes en el mundo.

Con acento colombiano

“Lo mejor del idioma no es la pureza ni la congelación de las palabras en diccionarios. Lo realmente estupendo del idioma es su ductilidad”, le dice Restrepo a EL TIEMPO. “La agilidad y el espíritu entrometido y curioso con que se mezcla y refunde con otras lenguas y otras formas de hablar, y se hace mestizo y espurio y novedoso, al mismo tiempo de aquí y de allá, arcaico y actual. Como quien dice, el Che Guevara hablando en cubano. O también otro argentino, Julio Cortázar, pronunciando el español con una extraña ere sa”.
“¿Y qué de nosotros, los bogotanos?”, pregunta ella misma. “Al respecto, lo mejor será contar una anécdota vivida. Hace unos años, en un bar de Sevilla, conversaba yo con un par de amigos, cuando de repente noté que entre los desconocidos presentes se despertaba un cierto interés en mi persona. Me miraban, sonreían, hacían comentarios entre ellos: estaba clarísimo que hablaban de mí. ¿Pero será posible –me pregunté– que la pálida y enclenque fama de mis novelas haya llegado hasta acá? Por raro que parezca, así es –me confirmé a mí misma–, debo ser una escritora conocida y reconocida hasta en Sevilla”. Restrepo narra que se hallaba perdida en esas especulaciones cuando se le acercó una de las personas desconocidas. “Me tomó del brazo y me dijo: ‘Estamos encantados escuchándote, ¡hablas como a Betty la Fea!’”. Su conclusión es que “también es estupendo el español cuando los bogotanos lo hablamos como Betty la Fea”.
Laura Restrepo comenta la irrupción del narcotráfico en la sociedad y su influencia en el idioma. El dinero recibió nuevos nombres: billullo, billete, villegas, verdes, lucas...
En su texto de Lo uno y lo diverso, Restrepo emprende un recorrido por el tiempo y por Colombia, a través de palabras propias: habla de los desayunos con calentao, changua o huevo perico; mogolla chicharrona; tinto y jugo de lulo. También del chambergo (sombrero), los chagualos (zapatos) y el flux (traje masculino de tres piezas). Se refiere a Anselma, la cocinera de su casa, que se expresaba “en un castellano bajado directamente del Siglo de Oro”: la oscurana de la alacena (lugar fresco y seco donde guardaba los alimentos), alberca (lavaplatos), palangana (platón), almáciga (semillero). “Decía –cuenta Restrepo– trujo y abajar; jondear por tirar, jartar por comer, aguamanil en vez de lavamanos. Al policía lo llamaba alguacil. Aguaite tantico por espere un poco. Tantica sal por una pizca de sal. Y oritica mismo voy, por no se haga ilusiones, voy cuando yo quiera y pueda”.
La escritora también comenta la irrupción del narcotráfico en la sociedad y su influencia en el idioma. El dinero, al que antes llamábamos la plata, recibió nuevos nombres: billullo, billete, villegas, verdes, ficho, azules, lucas, guaca, marmaja, liga, barras, pepas, morados. Y con el sicariato llegaron términos como el parlache (jerga de los barrios populares de Medellín), Medallo, sicaresca, parce, parche, partner.
Por otra parte, reivindica la tradición colombiana de llamar mi negro o mi negra al ser querido. “No digo que entre nosotros no haya racismo y que este no sea horrendo y ruin, como en todos lados”, señala. “Pero creer que insultas a alguien al hacer referencia a su raza, no es más que racismo vergonzante y encubierto”. Por eso defiende que se diga ‘mi negro lindo’ y no ‘mi lindo afroamericano’, así como ‘mi reina mora’ y no ‘mi reina procedente del Medio Oriente’.

Mira usted

Samper Pizano, por su parte, se refiere en su texto a los tratamientos pronominales en Colombia: tú, vos, sumercé, usted (familiar, cercano) y Usted (respetuoso, distante). En él cuenta que el vos y el sumercé han sufrido algunas trabas y, sin embargo, han sobrevivido, a diferencia de lo que ha sucedido en otros países hispanoparlantes, como España.
“La evolución de una lengua es una novela de aventuras en la que los cambios son frecuentes y obedecen a razones variadas, interesantes y a veces desconcertantes”, le explica Samper Pizano a EL TIEMPO. “Lo más variable es el vocabulario y lo más estable es la estructura gramatical. Los tratamientos pronominales no son una excepción: la forma como se referían unos a otros nuestros tatarabuelos es distinta a la que empleamos nosotros, pero esas modificaciones no solo se dan en el tiempo, sino también en el espacio: cada sociedad cambia a su manera y por circunstancias distintas”.
Bogotá, “como crisol de lenguas y acentos inmigrantes dentro de la propia Colombia”, desarrolló el uso de varios tratamientos pronominales en herencias españolas y creaciones nacionales.
En el libro, se habla de lengua, entonación, acentos, peticiones indirectas, pragmática, momentos en los que sientes que has sido objeto de una descortesía…
Cuando se refiere al tuteo, explica que su uso extendido es reciente. “Es producto de una nueva cultura, más informal y con menos barreras”, explica. “No siempre se trata de un cambio impulsado de manera espontánea por la gente, sino, en ocasiones, impuesto por razones comerciales o presiones de grupos”. En este sentido, señala que en no pocos almacenes los vendedores son obligados a tutear para parecer más cercanos al cliente.
“Muchas veces no consiguen más proximidad, sino irritar a personas que se criaron con pautas de mayor distancia y respeto”, afirma. “Creo que a los bogotanos de generaciones anteriores al último tercio del siglo XX nos incomoda el tuteo en general, y en particular el tuteo de personas que no conocemos”, agrega.
Sobre el uso de vosotros como tratamiento cercano en la segunda persona del plural en España, a diferencia de ustedes, Samper explica que “empezó a perderse en Andalucía, donde aún se oye decir ustedes vosotros” y que “la abolición del tuteo en plural se convirtió en característica común de toda Hispanoamérica, aunque algunas conjugaciones aún muestran una cicatriz del vosotros”. Por eso explica que en Valledupar y La Guajira es común oír decir, por ejemplo, “¿ustedes vai a ir?”, que constituye una huella del “vais”.
Samper enumera como señales de identidad del español latinoamericano “la zeta pronunciada como ese, la abolición del vosotros y el voseo”. Y concluye que “la novela de la lengua es caprichosa y fascinante”.

Cacao

En la novela de la lengua hay acentos diferentes, expresiones desconocidas en unos sitios y trilladas en otros, palabras que cambian de significado según el lugar. Hay viajes rocambolescos como el del término ‘chévere’, que, según explica Iwasaki, llegó a España en el siglo XVI a través de un tutor de Carlos V, Monsieur De Chievres, que irrumpió con ropa elegante de colores alegres en una sociedad donde imperaban los tonos oscuros. El término viajó a América Latina y se olvidó en España, a donde volvió siglos después de boca de las telenovelas.
La palabra papa, en cambio, llegó a España desde el inglés. Impulsada por su parecido con batata, se impuso la patata.
El término cacao, según Iwasaki, “es nuestra bandera”. “Cacao se dice cacao en todas las lenguas”, agrega: en ruso, en finés, en coreano…
Reflexiones que atraviesan océanos, fronteras y cordilleras en torno al idioma que hablamos en una veintena de comunidades son las que invitan a los lectores de Lo uno y lo diverso a detenerse en el vehículo que nos permite comunicarnos.
“Las personas que se aproximen a él van a tener la hermosa oportunidad de reflexionar sobre algo que nos parece tan natural como es la propia lengua”, aseguró la escritora Marta Sanz en la presentación de este libro, editado por Espasa, que tuvo lugar en la sede del Instituto Cervantes en Madrid.
En el mismo acto, el director de este organismo, Luis García Montero, aclaró que “unidad no significa homologación” y que “la diversidad es una riqueza”. “Lo que asegura la unidad y el respeto a la diversidad es la cultura”, agregó, y “la cultura es un valor fundamental”.
JUANITA SAMPER OSPINA
Corresponsal EL TIEMPO
Madrid, España

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