Ojeando las estanterías de las librerías llama la atención los precios que están alcanzando los libros. Una novela, por ejemplo, de una importante escritora italiana, editada por una editorial española de culto —que es importada— pude alcanzar los 89.000 o los 120.000 pesos, lo que equivale a un vino de alta gama español, francés, argentino o chileno, de venta en los supermercados.
Para ilustrar este fenómeno de la industria editorial, que también están viviendo la mayoría de sectores, podemos pensar en la caída inercial de una culebra hecha a partir de fichas de dominó. La pandemia generó una escasez de materias primas que se unió a la famosa crisis de contenedores, que desembocó luego en la espiral inflacionaria mundial y en los abruptos movimientos de tasa de cambio de algunos países.
EL TIEMPO consultó con algunos de los protagonistas de la industria editorial nacional, que explican mejor las razones de esta difícil coyuntura y lo que han hecho para que los lectores colombianos no salgan perjudicados.
Emiro Aristizábal, presidente ejecutivo de la Cámara Colombiana del Libro (CCL), gremio que agrupa a casi el 90 por ciento de esa industria, explica que el precio del libro se resintió por la escasez de los insumos para fabricarlos (en especial el papel y las tintas), unido a la inflación y la fuerte devaluación del peso colombiano.
“En los últimos dos años, los precios del papel prácticamente se duplicaron. Y esto se debe a que durante la pandemia se cerraron varios molinos y la oferta mundial de papel para impresión cayó”, anota el directivo.
Para Carlos Lugo, director general en Colombia del grupo Penguin Random House (PRH), que contiene sellos como Alfaguara, Plaza & Janés o Salamandra, ese aumento del papel pudo ser mayor. “Solo por hablar de una las materias primas, como lo es el papel, podríamos decir que su incremento durante los dos últimos años ronda fácilmente el 80 por ciento”, anota.
A su turno, Luz Stella Macías, directora del Grupo Penta Distribuidores, que representa sellos como Anagrama, Acantilado o Galaxia Gutenberg, entre otros, la falta de pulpa para fabricar papel fue un golpe muy fuerte a nivel mundial.
“En Finlandia, por ejemplo, se dejó de producir pulpa durante dos años. En Canadá también pararon. Esto también influyó en que las calidades de los papeles hayan caído y Colombia fue uno de los países que tuvieron más problemas en obtener papel”, comenta Macías.
Para enfrentar esta crisis del papel, las editoriales acudieron a varias estrategias. Algunas debieron subir precios, otras optaron por disminuir el gramaje del papel o racionalizar sus tirajes. Incluso, en los días posteriores a la pandemia, se llegó a posponer lanzamientos de novedades de gran tiraje.
En este enrarecido ambiente económico mundial, que parece salido de una de las famosas leyes populares de Murphy, donde confluyeron al tiempo tantos factores negativos, hay que sumar el alza de otros costos.
“Los costos operativos (arriendos, servicios públicos, salarios, etc.) de los talleres de impresión de las editoriales, o de las librerías, son mucho más altos de los que manejaban hace un año”, anota, a su turno, Misael Blanco, gerente de Intermedio Editores.
No olvidemos que el precio del libro, además de los factores anteriores, también se define por el valor agregado de todas las personas que intervienen en la cadena productiva: empezando por los derechos del autor y el trabajo de editores, correctores, traductores, diseñadores y todo un equipo comercial y istrativo que lo respalda, como cualquier producto.
Enfrentando la tormenta
Los precios no han subido en la proporción en que han subido los costos. Los editores e importadores han absorbido parte de este aumento de costos
Sin embargo, a pesar del duro golpe que recibió la industria editorial en sus costos en los últimos años, editores, libreros, impresores y demás protagonistas de la cadena productiva unieron esfuerzos para evitar un mayor aumento del precio.
“Los precios no han subido en la proporción en que han subido los costos. Los editores e importadores han absorbido parte de este aumento de costos. Prueba de ello es que en un sondeo que hicimos en la Cámara Colombiana del Libro vimos que el aumento de precio de los libros el año pasado fue aproximadamente del 13 por ciento, mientras que los costos de impresión superaron esa cifra”, comenta Emiro Aristizábal.
Un punto de vista que complementa Juan José Daza, director regional de Buscalibre para Latinoamérica. “Con la situación que estamos pasando, el valor de los libros podría haber incrementado alrededor de un 30 por ciento, pero el esfuerzo que han hecho las editoriales y en general los diferentes actores para optimizar la operación ha permitido que el lector tan solo perciba un incremento de alrededor del 10 por ciento. Es evidente que se está haciendo un trabajo positivo en este sentido para no trasladar esos costos al consumidor final”, anota.
“¿Qué nos ha tocado hacer a los editores?”, se pregunta la cabeza de PRH. “En nuestro caso particular, en febrero de 2022, nos vimos obligados a realizar un incremento promedio de un 11 por ciento (por debajo de la inflación del año), aproximadamente”, explica.
Y, como si fuera poco, a esta coyuntura se le sumó, como explica el gerente de Intermedio, el golpe de la devaluación del peso colombiano.
Al respecto, Juan José Daza, de Buscalibre, se dio a la tarea de hacer un ejercicio para ilustrar la manera como este factor impacta las importaciones.
“Actualmente, vemos en países como Chile y Brasil que su moneda en el mes de enero de 2023 se ha fortalecido casi un 8 por ciento, mientras que Colombia no logra llegar ni a un 4,5 por ciento. México, por ejemplo, ha logrado llevar su moneda a como estaba en 2018 y 2019 (antes de pandemia), mientras que el peso colombiano en ese mismo periodo de tiempo se ha devaluado un 50 por ciento”, anota Daza.
Luz Stella Macías, del Grupo Penta, explica que la tasa cambiaria resulta muy perjudicial, por ejemplo, para ediciones de libros de autores prestigiosos pero no masivos, que son importadas en una pequeña cantidad para suplir la demanda del mercado, pero no son rentables para ser impresas en el país.
Una de las fórmulas que ellos están aplicando para absorber el golpe cambiario ha sido la impresión de ciertos libros extranjeros en el país. “Entonces la solución ha sido imprimir a nivel local con materiales costosos (papel y tinta) para ahorrar los fletes de transporte. Hoy por hoy nuestra mezcla de producto importado y local ha cambiado. El año pasado pasamos de tener una importación del 85 por ciento a bajar al 60 por ciento y pasar a una producción local del 40 por ciento, luego de llegar a acuerdos con las editoriales extranjeras. El apoyo de las editoriales es fundamental para traer libros de calidad a las librerías”, explica Macías.
Luego de este panorama complejo, que afecta a la mayoría de las industrias nacionales, el esfuerzo del gremio editorial para que el precio de los libros en Colombia no haya subido tanto es un hecho que vale la pena resaltar.
“Lo que menos quiere hacer un editor es subir los precios porque sabe que eso pude afectar su demanda."
“Lo que menos quiere hacer un editor es subir los precios porque sabe que eso pude afectar su demanda, pero desafortunadamente en un ambiente como el que tenemos, de aumento de precios internacionales del papel, devaluación e inflación interna, se han tenido que hacer algunos ajustes”, explica el presidente de la Cámara del Libro.
“Somos conscientes de la situación, y por eso, en general, la industria editorial en Colombia ha sido muy cauta en el manejo de los incrementos de precio de los libros, los cuales no han sido ajenos al alza general que hemos estado viendo en todos los productos y servicios, incluidos los de la canasta familiar”, complementa Carlos Lugo, de PRH.
Misael Blanco, de Intermedio, se muestra optimista frente al futuro, en la medida en que el mercado mundial de materias primas y de contenedores regrese a su cause normal.
“Conozco y vivo a diario los enormes esfuerzos que hace cada uno de los actores del sector para no trasladar todos estos costos al precio del libro y esperamos que muchos de estos factores vayan disminuyendo, y se estabilicen otros, para que los precios puedan nuevamente mantenerse razonables en beneficio del lector, quien es nuestra mayor preocupación”, dice.
CARLOS RESTREPO
REDACCIÓN CULTURA EL TIEMPO
Más noticias