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Niebla y Aracataca, dos tesoros gastronómicos en museos de Bogotá
Sus propuestas culinarias resaltan la cocina del país desde una perspectiva innovadora.
El restaurante Aracataca, en el Museo del Oro. Foto: Daniel Sereno
En el vibrante escenario cultural de Bogotá, la riqueza gastronómica se entrelaza con el patrimonio en dos de sus museos más emblemáticos. Aracataca, ubicado dentro del Museo del Oro, y Niebla, en el ala norte del Museo Nacional, representan no solo una exquisita fusión de sabores, sino también propuestas innovadoras que capturan la esencia culinaria de Colombia desde una visión moderna y que pretende sorprender a sus visitantes.
En apenas un año, ambos restaurantes han cautivado a locales y visitantes –en buena parte extranjeros– con propuestas culinarias frescas y audaces, consolidándose como dos destinos imperdibles para los amantes de la gastronomía en la capital colombiana.
Nueva joya en el del Oro
En pleno corazón de Bogotá, en uno de los lugares más visitados de la capital, desde diciembre del 2022 funciona Aracataca. Su nombre hace alusión al pequeño municipio del Magdalena que sería desconocido por el resto del país si no fuera el lugar donde nació el nobel de literatura Gabriel García Márquez. Y al igual que la tierra que inspiró Macondo, Aracataca (el restaurante) es una joya escondida en medio del Museo del Oro.
La propuesta gastronómica es obra de los hermanos Tatiana y Brandon Maidens, quienes a partir de su experiencia familiar en el restaurante italiano Bellini y el mediterráneo Marcha (que también está ubicado en un museo, la Casa de la Moneda), ofrecen a locales y extranjeros “una exquisita experiencia de indulgencia”, como ellos mismos la definen.
El menú ofrece una selección de platillos con productos colombianos que van más allá de los platos típicos tradicionales. Desde su arribo al Museo del Oro, el menú de Aracataca fue pensado para mezclar recetas colombianas de tradición, y de varias regiones del país, con técnicas de alta cocina.
La experiencia está diseñada para sorprender, dice Tatiana, quien añade que la intención detrás de Aracataca es que “las personas conecten con lo colombiano y también con lo desconocido”, que cuando el plato llegue a la mesa digan “esto no lo había visto”.
El restaurante Aracataca, en el Museo del Oro, ofrece servicio de desayuno, almuerzo, coctelería y cafetería. Foto:Daniel Serrano
A partir de bocados como carimañolas de queso con cilantro cimarrón hasta un arroz cremoso con langostinos que lleva queso Paipa, la carta de Aracataca ofrece una serie de platos tradicionales pero distintos, que incluyen productos propios de diversas regiones al tiempo que permiten un viaje de descubrimiento por la gastronomía del país.
Entre las posibilidades, destaca como plato fuerte el pescado en hoja de plátano (que siempre es fresco y varía cada semana), acompañado por arroz con coco y vegetales salteados con polvo ahumado. En las entradas, una opción interesante es el ceviche de pescado blanco, sazonado con gulupa y ají ojo de pez. Y en los postres brilla el enyucado: un bizcocho de yuca complementado con helado de arequipe y ganache de chocolate al 85 por ciento.
“Aracataca es una pequeña isla que está dentro del museo, y cuando la gente llega se transporta a otro lugar”, asegura Tatiana. Y tiene razón. El ambiente del restaurante lleva a sus visitantes desde el frío bogotano hasta la calidez de una playa en el caribe. El mimbre y el yute en las sillas, lámparas y ventiladores evocan un ‘salón’ cartagenero, la sensación íntima la brindan las pocas mesas y los tonos tierra en la decoración.
Su bar está compuesto por una barra que bien podría estar en un hotel playero de la costa Atlántica y ofrece coctelería de autor con bebidas como el viche Macondo, hecho con viche Monte Manglar traído desde el Pacífico colombiano, o el hechizo, que lleva ron La Hechicera.
Otra opción para quienes visiten el Museo del Oro o decidan probar la experiencia es apostarles a las bebidas calientes, ya sean los cafés de alta calidad o los tés producidos en el Amazonas.
Aracataca abre de martes a domingo. Se llega por la entrada principal del museo, sin necesidad de comprar la boleta de ingreso. Los costos de sus platos oscilan entre los 30.000 y los 60.000 pesos colombianos.
En el costado norte del Museo Nacional, custodiado por los imponentes muros de ladrillo que caracterizan la arquitectura del museo, Niebla les ofrece a sus visitantes una experiencia de ‘bistró andino’, donde las montañas de la cordillera de los Andes son el personaje principal.
Niebla hace una selección juiciosa, a través de su menú, de los alimentos que ancestralmente han permeado los pueblos que habitan en las montañas de Colombia, pero con un punto de vista contemporáneo.
Los tubérculos, el maíz, y productos característicos como las habas, los cubios, el chilacuán o el balú brillan en el menú de este restaurante que parte del concepto de que los platos deben girar en torno al protagonismo de los ingredientes y su impacto cultural.
Chicharrones ahumados con ají de tomate, criollita y limón mandarino. Foto:Cortesía Niebla
Niebla, que nació de los mismos creadores del restaurante Salvo Patria y abrió sus puertas en enero del año pasado, se precia de su relación cercana con los pequeños productores que los abastecen. Motivo por el cual tienen un menú cambiante, que se actualiza según la temporada.
Su chef, David Arrieta, explica que la carta está diseñada para que una mesa, ya sea grande o pequeña, comparta varios platos y viva una experiencia que resalte “el calor, la familia y el valor de la generosidad” que caracterizan a la región andina.
El concepto de ‘bistró andino’ está inspirado en el bistró francés del siglo XX, un restaurante en el que el menú cambiaba cada día de acuerdo a los ingredientes que le ofrecía la plaza más cercana.
Siguiendo esa pauta, la idea de Niebla, dice Arrieta, es lograr que en algún punto todos los productos de la carta provengan de la misma finca.
Arrieta resalta que el visitante local se sorprende mucho por la interpretación de “comida colombiana” que hacen en Niebla, y que muchas veces clientes de las generaciones mayores se emocionan al reconocer entre los platillos comida que hizo parte de su infancia o juventud. Para los extranjeros, la experiencia sobresale por la explicación detallada de cada producto, el equipo del restaurante suele conservar ingredientes crudos para poder mostrarles a los comensales parte de su oferta en estado natural.
Niebla, como su nombre sugiere, pretende llevar a sus visitantes hacia un bosque andino. Mucho del mobiliario es recuperado y reciclado, en concordancia con esa filosofía de sostenibilidad de todo el restaurante.
Una imagen de los cerros bogotanos cubre de pared a pared una de sus esquinas; la madera, la alfombra y la luz cálida hacen del lugar un espacio ideal para concluir una visita al Museo Nacional o refugiarse del ajetreo bogotano.
Entre la oferta gastronómica, resaltan de las entradas los chicharrones ahumados con ají de tomate y el repollo rostizado. Para el plato fuerte, uno de los grandes éxitos es la cazuela de cordero especiado, y en materia de postre, el quimbolito de maíz y cacao.
El restaurante abre sus puertas de martes a domingo entre 10 a. m. y 6 p. m. El precio de los platos oscila entre los 20.000 y los 60.000 pesos colombianos. Además, ofrece de martes a viernes la opción de “almuerzo de la semana” por 24.000 pesos.