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García Márquez, 'el novelista en castellano más importante después de Cervantes'
Estas son las tres razones que llevan a hacer esa afirmación. Escribe Juan Carlos Botero.
García Márquez reunía la iración de muchos de sus colegas más laureados. Foto: Archivo EL TIEMPO
García Márquez es el novelista en castellano más importante después de Cervantes. No lo digo yo. Así lo señaló Pablo Neruda varias veces, y así lo repetía el profesor de Harvard Juan Marichal cada vez que podía.
Las razones, entre otras, son tres: el impacto cultural de su obra, la singularidad histórica del autor y su riqueza estilística.
El impacto cultural
En nuestra era, ningún novelista en español ha tenido un efecto mundial como García Márquez. Esto va más allá del número de traducciones o de libros vendidos. Es un asunto de influencia cultural, pues es probable que la imagen de América Latina, en el resto del mundo, esté marcada en gran parte por la obra del novelista. Y algo así no había pasado hacía siglos.
Un dato lo confirma: no es común que un premio Nobel de Literatura señale a un novelista en castellano como uno de sus maestros de cabecera. Con García Márquez pasa al revés: es difícil encontrar a un Nobel que no se haya declarado discípulo o irador del colombiano. Autores de culturas tan disímiles como el peruano Mario Vargas Llosa (2010), el chino Mo Yan (2012) y el turco Orhan Pamuk (2006) han itido su deuda con García Márquez. Hasta la británica Doris Lessing (2007) afirmó que lo mejor del Nobel fue que Gabo la llamó para felicitarla. Es el novelista en español más irado por sus colegas más laureados; aquel cuya aprobación es más universal, el que más ha trascendido fronteras.
García Márquez hizo universal el realismo mágico. Foto:Archivo EL TIEMPO
Desde el siglo XVII la escritura de grandes novelas ha sido constante en otros idiomas, pero en castellano los vacíos son abismales. Después de Cervantes, el primer novelista de importancia en español fue Benito Pérez Galdós, quien nació en 1843, el mismo año que Henry James. Para entonces, Jane Austen y Walter Scott habían muerto. Stendhal también. A Balzac le faltaban siete años de vida; Flaubert ya escribía; igual Tolstoi y Dostoievski. Y Victor Hugo, Dumas, Dickens y Melville ya publicaban. El castellano tenía novelistas, pero eran plumas menores. Incluso en el siglo XVIII, cuando solo Inglaterra produjo a Daniel Defoe, Jonathan Swift, Henry Fielding y Laurence Sterne, no surgió un novelista en español comparable a esas figuras. Y cuando el siguiente novelista de valor en español, Leopoldo Alas, Clarín, publica La Regenta en 1885, Tolstoi ya había escrito Guerra y paz 16 años antes, y Dostoievski, Crimen y castigo 19 años antes.
En Colombia el vacío es aún mayor. Nuestra primera gran novela, María, de Jorge Isaacs, se publica en 1867, diez años después de Madame Bovary, de Flaubert. Y cuando José Eustasio Rivera publica la segunda, La vorágine, en 1924, ese año morían Kafka y Conrad; Faulkner ya escribía, Virginia Woolf publicaba La señora Dalloway y Thomas Mann, La montaña mágica. Dos años antes, incluso, Proust había muerto, Hemingway vivía en París y Joyce había renovado el género con Ulises.
O sea, después de Cervantes se extiende un vacío de siglos, y la novela en español solo recupera su vigor a fines del siglo XIX, con Galdós y Clarín. Pero para que surjan novelistas de talla mundial, que venzan las fronteras de la lengua y reanimen el género en otras culturas, eso será en el siglo XX con el boom latinoamericano. Y allí García Márquez ocupa un lugar estelar.
La riqueza estilística
Un buen novelista describe y recrea la realidad. Pero hay unos pocos que además ofrecen una imagen tan genial y persuasiva que definen la realidad para el mundo
Otro aspecto loable de este autor poco se resalta: su riqueza estilística. García Márquez es famoso por333 (Carpentier lo llamó “lo real maravilloso” en 1949), el recurso literario en donde lo mítico, lo fantástico y lo cotidiano se trenzan con el arte de un orfebre. Y los libros que él escribió en ese estilo son obras maestras, pero son una fracción de su vasta producción literaria. Los cinco libros que él redactó antes de Los funerales de la Mama Grande (su primer texto de realismo mágico, 1962) los escribió en otros estilos. Y todo lo que escribió después de El otoño del patriarca lo hizo en otro estilo. En todos iramos la imaginación de García Márquez y la musicalidad de su prosa, pero son, sin duda, estilos distintos.
Un buen novelista describe y recrea la realidad. Pero hay unos pocos que además ofrecen una imagen tan genial y persuasiva que definen la realidad para el mundo, y su nombre basta para resumir ese trozo de la vida. Dante, Cervantes, Shakespeare, Dickens, Kafka y Rulfo son ejemplos claros. Y otro es Gabo. Sus libros captaron la esencia del continente, y tanto que al andar por América Latina no vemos el mundo real, sino su visión original, y entonces decimos: esto es Macondo.
Eso no lo había hecho otro novelista en español desde Cervantes.