Las noticias de las últimas semanas han sido copiosas, tanto a nivel internacional como nacional. En el primer caso, tal vez la más importante en materia económica fue el acuerdo de Estados Unidos y China de reducir los altísimos aranceles que se estaban aplicando mutuamente. Poco antes, Estados Unidos y el Reino Unido habían llegado también a un acuerdo y varios otros países están en negociación para ver cómo moderan los altos aranceles decretados originalmente el 2 de abril.
El problema básico es que son solo acuerdos temporales. El acuerdo con China, al igual que la suspensión el 9 de abril de los altos aranceles inicialmente decretados por Estados Unidos, solo estarán vigentes por 90 días. Existe una amplia incertidumbre de qué viene después, incluyendo la multiplicidad de regímenes con distintos países por parte de Estados Unidos, que es claramente contrario a los principios de la Organización Mundial de Comercio.
El elemento fundamental de la coyuntura económica mundial actual es entonces la incertidumbre en materia comercial y otros temas económicos. Como lo han dicho algunos analistas, la única certidumbre es la incertidumbre. En este contexto, habrá respuestas lógicas, como las que ya se vieron en el primer trimestre del año en Estados Unidos: grandes compras de productos importados por parte de los consumidores, así como por muchas empresas para mantenerlos como inventarios.
Obviamente, esa incertidumbre afecta las decisiones de inversión. En efecto, ninguna empresa va a realizar inversiones en Estados Unidos para aumentar la producción de manufacturas que hoy en día se importan desde China o desde México, entre otros orígenes, si no hay claridad sobre cuáles serán las reglas de juego finales. Por eso, el objetivo principal del presidente Trump de fomentar la industria manufacturera de Estados Unidos no se hará realidad antes de que haya claridad sobre los aranceles definitivos.
Una pregunta clave es cómo deben actuar los países latinoamericanos en este contexto. Sin duda, fuimos privilegiados en las decisiones del 2 de abril, ya que al grueso de nuestros países solo se les aplicó el arancel básico del 10 %. México quedó exento de las alzas, pero afectado por el arancel del 25 % a la industria automotriz.
En este contexto, una de las decisiones lógicas es diversificar nuestro comercio y fortalecer las relaciones económicas con otros socios internacionales. Por eso, las que tenemos con China deben ser objeto de atención creciente, así como con la Unión Europa, con los países latinoamericanos y con el mundo entero. Por eso tiene sentido el encuentro reciente de la Celac con China, así como el que van a tener con la Unión Europea en noviembre y otros que deben programarse.
Una de las decisiones lógicas es diversificar nuestro comercio y fortalecer las relaciones económicas con otros socios internacionales
En el caso de China, la relación ofrece enormes oportunidades de comercio, así como de inversión y tecnología. Sin embargo, aunque muchos países latinoamericanos hacen parte de la Ruta de la Seda, el momento para hacerlo en el caso de Colombia no fue el más oportuno, dadas las tensas relaciones con Estados Unidos. La respuesta de dicho país ya se vio: no apoyarán los préstamos del BID a inversiones que involucren empresas chinas, entre ellas el metro de Bogotá. Pueden venir nuevas respuestas negativas.
Curiosamente, el tema más importante de la relación de Colombia con China es aumentar y diversificar significativamente nuestras exportaciones, ya que le exportamos poco más de 2.000 millones de dólares y solo unos pocos productos básicos, pero importamos de ellos casi 16.000 millones. No es claro que este tema haya quedado en el centro de la agenda de las relaciones bilaterales, como tampoco para América Latina en su conjunto el de la superación de una relación comercial en la cual exportamos productos primarios, pero importamos masivamente manufacturas. No veo que este tema de las relaciones comerciales de China con América Latina se haya incluso discutido.
JOSÉ ANTONIO OCAMPO