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Vapeadores y cigarrillos electrónicos: un riesgo para la salud de los jóvenes

El creciente consumo de estos dispositivos revive la pregunta sobre los problemas que pueden traer.

La falta de normas claras para los vapeadores ha hecho que se vuelva común su uso en espacios cerrados en los que el humo de tabaco está prohibido.

La falta de normas claras para los vapeadores ha hecho que se vuelva común su uso en espacios cerrados en los que el humo de tabaco está prohibido. Foto: iStock

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El uso de los cigarrillos electrónicos y vapeadores (CEV) se ha extendido rápidamente por Colombia en los últimos años entre la población adolescente y juvenil. En el III Estudio Epidemiológico Andino, se estimó una cifra de 16, 6 por ciento de consumo entre estudiantes universitarios; en la Encuesta Nacional de Tabaquismo en Jóvenes, la cifra fue del 15,4 por ciento, y en la Encuesta Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas del 2019, de 6,7 por ciento para personas entre 12 y 17 años.
Los datos disponibles muestran que mientras en 2016 los CEV produjeron en Colombia seis millones de dólares —cuatro veces más que en 2013, según Sánchez, 2019—, esa cifra pasó a 80 millones en 2021. La proyección para 2026 son 1.670 millones.
Esto sin considerar las cifras no contabilizadas debidas al contrabando por el que muy probablemente se comercializarán cantidades cuantiosas de dispositivos e insumos en el país.
Recientemente, Blanca Llorente, directora de investigación de la Fundación Anáas, habló de la posibilidad de imponer un impuesto del 150 por ciento a los CEV para reducir el consumo de niños y adolescentes.
Además, la Superintendencia de Industria y Comercio abrió investigación a empresas que comercializan estos dispositivos por falta de claridad en la información ofrecida a los consumidores.
Por su parte, el Congreso de la República ha fracasado en cinco proyectos de reglamentación de estos artefactos. Se puede pensar que el lobby de la industria ha tenido que ver con este resultado adverso a la protección de la infancia y la adolescencia (ver recuadro).

¿Qué son los CEV?

La nicotina no está relacionada con el cáncer. El humo de la combustión del tabaco, que contiene mucho alquitrán, es el que puede producir cáncer
Estos dispositivos tienen presentaciones y nombres muy variados y liberan un aerosol que contiene cuatro elementos principales: propilenglicol, glicerol (glicerina), nicotina y agentes saborizantes.
Los dispositivos incluyen una batería para su activación, una fuente de calor que calienta un líquido llamado e-liquid o e-juice para convertirlo en un aerosol, también llamado erróneamente ‘vapor’. Un cartucho o depósito contiene el líquido y una boquilla o abertura se usa para inhalar el aerosol.
La mayoría de los CEV contienen nicotina, un alcaloide que produce una seria dependencia y que aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, respiratorias y gastrointestinales. Es importante mencionar que la nicotina no está relacionada con el cáncer. El humo de la combustión del tabaco, que contiene mucho alquitrán, es el que puede producir cáncer.
Los CEV, en cambio, contienen sustancias químicas que son empleadas en los líquidos que pueden ser perjudiciales para la salud, sumado al hecho de que muchos s agregan otras sustancias como marihuana.
La inhalación de propilenglicol a altas temperaturas produce irritación de ojos, garganta y afectación de las vías respiratorias. Por otra parte, la absorción de glicerina puede causar neumonía lipoide y otras formas de presentación de enfermedad pulmonar intersticial. Asimismo, contienen partículas muy pequeñas que aumentan el riesgo de enfermedad coronaria, cáncer de pulmón y asma.

Principales consumidores

Detrás del aumento en el consumo de CEV hay una industria con estrategias de mercado que van dirigidas a la población joven y adolescente, coordinadas principalmente a través de redes sociales.
Lazard y colaboradores, junto con Noar y colaboradores, encontraron un aumento sostenido entre 2016 y 2019 de publicaciones en redes sociales —especialmente en Twitter—, que contienen mensajes favorables, mostrando los CEV como saludables, seguros y socialmente deseables.
Desde una perspectiva psicológica, el consumo de CEV entre adolescentes responde a diferentes factores de riesgo que están presentes durante este periodo de la vida, como la tendencia a buscar nuevas experiencias y sensaciones, influencia de los pares, agitación emocional, conducta impulsiva y un menor control inhibitorio.
En la primera parte de una investigación en curso, participaron 1707 estudiantes de secundaria de dos colegios de Bogotá, uno público y uno privado, con alumnos de grados sexto a once. El 52 por ciento eran hombres y el 47 por ciento, mujeres, con edades entre los 10 y los 19 años y una media de 13,7 años. Se les preguntó también por consumo de cigarrillo para poder contrastar la evolución de los dos fenómenos.
Además, en un tercer colegio, se realizaron tres grupos focales de 29 adolescentes en donde también se preguntó por el conocimiento acerca de los cigarrillos electrónicos, daños, prevalencias de consumo y formas de adquisición.
Este estudio mostró que el 18,6 por ciento de los jóvenes había consumido cigarrillo alguna vez en la vida, 14 por ciento en el último año y 8,1 por ciento en el último mes. Los resultados de esta misma población en 2016 reflejaron unas cifras diferentes: 24.1 , 14.6 y 8.1 por ciento, respectivamente.
Vapeador.

Vapeador. Foto:iStock

El 89 por ciento de los encuestados tenía conocimiento de los CEV, lo que significa que solo algunos de los más pequeños no sabían de qué se trataba. Contrariamente a lo esperado, no se observaron diferencias en el uso de CEV pero sí en el uso de cigarrillos ordinarios por tipo de colegio. La hipótesis era que habría más uso de esos dispositivos en los colegios privados, pues hay mayor disponibilidad de dinero.
Mientras que las mujeres superan a los hombres en el uso de una vez o menos al mes, los hombres las superan en el consumo semanal. La diferencia se hace mucho más grande en consumo semanal y se triplica en el consumo diario. Igual que en el caso del cigarrillo hay un aumento constante asociado con la edad y con el grado escolar, exceptuando el último año, cuando se observa una disminución.
Aun cuando una proporción importante del 63 por ciento es consciente de los riesgos de los CEV, más del 40 por ciento considera que son menos peligrosos que el tabaco ordinario, mientras que otro 30 por ciento cree que son igualmente dañinos. Solo el 17 por ciento piensa que son más peligrosos. El análisis de riesgo indica que quienes usan dispositivos electrónicos tienen hasta 17 veces más riesgo de haber usado tabaco.

Debemos hacer algo

El uso de CEV en Colombia es reciente entre los adolescentes y aumenta de una manera notable y rápida, de tal manera que las proyecciones muestran que se trata de un negocio multimillonario. Por tal razón se están haciendo grandes inversiones en publicidad, buena parte de ella manifiestamente falsa pues pretende que se trata de un producto inocuo sin efectos nocivos para la salud.
No cabe duda de que la población objetivo de la industria son los jóvenes, puesto que su uso se publicita a través de internet y las redes sociales. En 2018, apenas el 51 por ciento de los jóvenes había oído hablar de CEV, pero el estudio de la Corporación Nuevos Rumbos muestra que este porcentaje aumenta rápidamente.
Las razones para utilizar CEV son las mismas que en otros países: el gusto por el olor, por el sabor y la creencia de que son inocuos y de que ayudan a dejar el cigarrillo. En ese sentido, es llamativo que el 14 por ciento de los padres sabe que sus hijos vapean y el 10 por ciento está de acuerdo con dicho consumo. Esto es un síntoma de negligencia o ignorancia.
Este estudio es apenas un acercamiento a un fenómeno que aumenta a gran velocidad y que puede llegar a tener efectos muy significativos sobre la salud de los jóvenes. Por eso importa realizar más estudios en Bogotá y en otras ciudades en Colombia para tener una mejor visión y comparar los resultados con otros países. De esta manera, tendremos más pruebas que puedan ayudar a que se ejecuten leyes para su regulación.

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ALEJANDRA VILLAMIL-SÁNCHEZ (*), ORLANDO SCOPPETTA (**) Y AUGUSTO PÉREZ-GÓMEZ (***)
RAZÓN PÚBLICA (****)
(*) Psicóloga de la Universidad del Bosque, con especialización de Psicología Clínica, Candidata a Doctorado e investigadora adjunta del director en la Corporación Nuevos Rumbos.
(**) Consultor y asesor en investigación, evaluación y análisis de datos en asuntos de desarrollo social y de salud pública, Investigación, análisis de datos y validación de instrumentos.
(***) Psicólogo y Ph. D. de la Universidad de Lovaina, fundador y director de la Corporación Nuevos Rumbos.
(****) Razón Pública es un centro de pensamiento sin ánimo de lucro que pretende que los mejores analistas tengan más incidencia en la toma de decisiones en Colombia.

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