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Antes de Armero, otras tragedias marcadas por la erupción del Nevado del Ruiz

En 1595 y en 1845 se tiene registro de erupciones que causaron muertes en poblaciones cercanas.

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PERIODISTA DE CIENCIAActualizado:

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El volcán Nevado del Ruiz es un nombre que ha marcado la historia de los estudios sobre vulcanología en el país. Y no solo hablamos del antes y después que supuso la erupción de 1985 —y la consiguiente avalancha que arrasó con Armero, considerada como el segundo desastre volcánico más mortífero del siglo XX— para el monitoreo y estudio de estas estructuras geológicas en nuestro territorio.
Su actividad también ha quedado registrada en las evidencias escritas más antiguas que hasta el momento se conocen sobre volcanes en Colombia. Una historia que, lamentablemente, recoge más de una tragedia.
La figura del Ruiz aparece desde los primeros registros que se conocen sobre actividad volcánica en el país. Estos se remontan a una publicación hecha en 1553 en la que el conquistador y explorador español Pedro Cieza de León recoge descripciones sobre este pico. “Habla de que la sierra nevada, que es una cordillera grande de los Andes, está más o menos a siete leguas —unos 35 kilómetros—, cuenta que él se encuentra en un pueblo de la provincia Quimbaya y dice que en lo alto de esa sierra hay un volcán que cuando está despejado se ve que echa humo”, recuerda Ricardo Méndez, ingeniero y geólogo del Servicio Geológico Colombiano (SGC).
Y es que de seguro en aquella época, como hoy, la del volcán Nevado del Ruiz era una imagen que difícilmente pasa desapercibida: es uno de los picos más altos de la Cordillera Central de Colombia y parte de una cadena de siete volcanes alineados de norte a sur a lo largo de este sistema montañoso.
La publicación del cronista, que también dejó descripciones de la actividad del volcán Galeras, en cercanías a Pasto, recoge narraciones de su paso por lo que hoy conocemos como Pereira entre 1543 y 1547. Un periodo en el que se considera que la actividad del Ruiz narrada por el español puede estar relacionada con la primera erupción de este nevado que quedó documentada por el franciscano Fray Pedro Simón como el evento más antiguo de este tipo del que se conoce evidencia escrita en el país.
Así se vio el volcán Nevado del Ruiz en la mañana de este 25 de abril.

Así se vio el volcán Nevado del Ruiz en la mañana de este 25 de abril. Foto:Servicio Geológico Colombiano

“El 12 de marzo de 1595, domingo de San Lázaro, a dos o tres horas del levante, lo que querría decir algo como las ocho o nueve de la mañana, se oyen tres ruidos como de bombardeo, explosiones muy grandes”, recita casi de memoria Méndez sobre los textos que desde el SGC se han estudiado sobre el evento que habría causado la muerte de entre 60 y 100 personas pertenecientes a las comunidades indígenas que habitaban en lo que en ese momento se conoció como Tasajeras, en el mismo punto donde luego se estableció Armero, a 48 kilómetros del Nevado del Ruiz.
Se dice que ese día la ceniza caliente expulsada fue tanta que llegó a oscurecer por completo los alrededores del volcán, hasta a 50 kilómetros de la cumbre. Que los flujos de lodo y material volcánico con un fuerte olor a azufre también corrieron por los ríos Gualí y Lagunillas, que la tierra inundada se quemó y que los peces murieron con el paso de la avalancha, que se movió con la fuerza suficiente para transportar grandes rocas hasta por dos kilómetros. Por solo recoger algunas de las descripciones que recogen los libros enteros que se han escrito sobre el Nevado del Ruiz dentro y fuera de Colombia.

La segunda tragedia, en San Lorenzo

Estamos hablando de bloques de aproximadamente 30 o 40 metros cúbicos de material y de un evento donde hubo alrededor de 650 personas muertas.
Más de dos siglos después la historia se repetiría. En ese mismo lugar donde los mapas de amenaza marcan en rojo un alto riesgo de que lleguen los lahares —esas avalanchas de material piroclástico y hielo derretido del glaciar que bajan por los ríos y valles vecinos al Nevado del Ruiz— se había establecido de nuevo una población bajo el nombre de San Lorenzo, la misma que se vio afectada por una erupción el 19 de febrero de 1845, aunque de acuerdo con el geólogo Méndez, es un evento que también ha sido objeto de debate.
“Hay interpretaciones, como la que ha hecho el geólogo colombiano Armando Espinosa, de que eso no fue una erupción sino que fue un sismo, pero tenemos el documento oficial de un ingeniero de apellido Terry, donde menciona que en todo ese evento el volcán estaba echando humo”, explica Méndez, quien menciona que se han encontrado relatos en los que se dicen que este evento eruptivo fue tan grande que hasta San Lorenzo llegaron bloques de hielo del tamaño de una habitación.
13 de noviembre de 1985. Con casi un año de anticipación, geólogos habían advertido de las posibilidades de una tragedia en Armero. Una avalancha sepultó a unas 25.000 personas.

13 de noviembre de 1985. Con casi un año de anticipación, geólogos habían advertido de las posibilidades de una tragedia en Armero. Una avalancha sepultó a unas 25.000 personas. Foto:Archivo / EL TIEMPO

“Estamos hablando de bloques de aproximadamente 30 o 40 metros cúbicos de material y de un evento donde hubo alrededor de 650 personas muertas, de acuerdo con las descripciones hechas por el alcalde de San Lorenzo solicitando apoyo al Gobierno nacional para poder atender a la población afectada en ese momento por toda la destrucción”, relata el ingeniero del SGC.
En descripciones iniciales del evento registradas por un militar, político e historiador conocido como Joaquín Acosta, se establece que efectivamente ocurrió un terremoto en la mañana del 19 de febrero de 1845, fenómeno que fue seguido por grandes flujos de lodo que descendieron a lo largo del río Lagunillas, creando escenas de desastre similares a las que ya se habían visto siglos atrás.
Se calcula que 1.000 personas murieron a causa de las avalanchas de lodo en la llanura aluvial entre las estribaciones orientales y el río Magdalena”, se documenta en un libro publicado sobre la erupción del Nevado del Ruiz por el Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos. Un documento que en el recuento histórico sobre este volcán también cuenta que en 1845 “el área cubierta por los flujos de lodo se asemejaba a una playa desolada interrumpida sólo por algunos grupos aislados de árboles grandes y quebrados que resistieron el ímpetu de la masa de inundación”.
A partir de las descripciones hechas por Acosta sobre este evento, se cree que las avalanchas de lodo y material volcánico de esta erupción fueron tan voluminosos, sino es que más, que los ocasionados por la erupción del nevado en 1985.

Historia que no se debe olvidar

De acuerdo con María Luisa Monsalve, geóloga del Servicio Geológico Colombiano (SGC), aunque para conocer la afectación que puede tener un volcán en una erupción futura se estudia su registro geológico, que en este caso particular abarca alrededor de 10.000 años por tratarse de estructuras que se encuentran a grandes alturas y porque antes de ese tiempo se produjeron glaciaciones que han borrado parte del rastro de su actividad, el rastreo de cómo ha quedado consignado en los archivos históricos lo que los seres humanos que han pasado por este territorio han podido atestiguar, también aporta información valiosa.
Esta parte de la historia del volcán es mínima, comparada con el tiempo geológico. Se trata de solo 500 años que representan cerca del 5 por ciento de los miles de años que los investigadores de entidades como el SGC estudian para realizar evaluaciones para la gestión del riesgo y trazar los mapas de amenaza. A diferencia del documento que los técnicos tuvieron que construir en tiempo récord en los 80, que a falta de otros recursos de estudio y monitoreo que no existían en la época, debieron recurrir solo a la información histórica.
Sin embargo, los investigadores reconocen la importancia de no olvidar estos hechos para generar consciencia en la población que vive cerca al volcán. “El de 1985 no fue el primer desastre. Armero es catalogado como un desastre complejo de múltiples causas y una de ellas fue el olvido de la memoria histórica, porque en tres oportunidades ese mismo sitio geográfico fue afectado y podría seguir siendo ocurriendo si se reconstruye”, indica Gloria Patricia Cortés, geóloga del SGC.
Una erupción no debe ser entendida como sinónimo de desastre si actuamos, si hacemos gestión del riesgo.
Cortés recuerda que antes de la tragedia de Armero la gente que vivía en las cercanías del Nevado del Ruiz no se referían a él como un volcán, ni su historia se trataba de un tema que fuera incluido en las clases de los colegios. Hoy las personas tienen más consciencia sobre su vecino, que en el último mes los ha mantenido en vilo por cuenta de un aumento en su actividad que lo mantienen en nivel naranja, lo que significa que puede llegar a hacer erupción en cuestión de días o semanas.
Ante esta situación, la geóloga Cortes advierte que no hay que olvidar tampoco que la erupción de 1985 fue geológicamente menor, por lo que es muy importante atender a las recomendaciones de las autoridades para tomar las medidas necesarias para gestionar el riesgo de desastres, porque, como señala la experta “los desastres no están solo asociados a la magnitud de la erupción, sino a la inacción”.
Una erupción no debe ser entendida como sinónimo de desastre si actuamos, si hacemos gestión del riesgo”, asegura la experta, que frente a la población que hoy es reacia a abandonar el perímetro cercano al cráter del volcán menciona que no podemos caer tampoco en una memoria solo a corto plazo en la que solo se tenga de referencia lo que ocurrió hace 38 años como los posibles efectos de una erupción de este volcán, y asociar las partes bajas y cercanas a los ríos como las únicas zonas de riesgo, al no tener antecedentes de muertes en la parte alta.
“Es una zona de amenaza alta por la ocurrencia de fenómenos muy peligrosos, como son las corrientes de densidad piroclástica, que también se conocen como nubes ardientes. Hay comunidades que si permanecieran allá en caso de que hubiera una erupción grande, como las que conocemos en el registro geológico, tendrían tiempo de reaccionar”, señala la experta, quien invita a las comunidades cercanas al cráter Arenas a estar atentos a la información que proporcionan las autoridades y entidades como el SGG porque “el exceso de confianza puede ser muy peligroso”.
ALEJANDRA LÓPEZ PLAZAS
REDACCIÓN CIENCIA
@TiempodeCiencia

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