En la calle 18A sur entre carreras 16 y 17, parte del corazón del barrio Restrepo, en la localidad Antonio Nariño, varias casas tienen pegadas en sus ventanas un aviso con las palabras ‘Se vende’.
EL TIEMPO visitó la cuadra, a propósito de una queja que la lectora Alexandra Carvajal nos hizo llegar a través del Facebook Live, que se realiza los lunes, a la 1 de la tarde, y encontró que, tal como lo expresó ella, los bares se volvieron la pesadilla de las zonas residenciales.
Esa es, precisamente, la razón por la que varios vecinos del sector prefirieron poner en venta sus viviendas, cansados del exceso de volumen (ruido) y la inseguridad que, según ellos, han traído las tabernas.
Algunos ofrecen sus casas para adquirir otra en un lugar más alejado, más tranquilo, porque se hartaron de vivir prevenidos y preocupados después de las 6 de la tarde. “Es que antes de venir uno lo piensa dos veces. La inseguridad ha aumentado mucho”, señala Mercedes*, fundadora del sector, quien intentaba venderles su casa a un par de hombres.
Sobre las cinco de la tarde, estos establecimientos comerciales abren sus puertas al público y quienes viven en sus alrededores saben que la noche será larga o que al día siguiente correrán los rumores de algún herido.
“Todo cambió. Nosotros tenemos que pelear constantemente para que le bajen volumen”, comenta Mercedes con ira, pero esa no es la única edificación que han visitado compradores, a ella se le suman otras seis viviendas, solo en esa cuadra.
“Yo estoy cansada de la bulla y la inseguridad. Vivir aquí es estar en la zozobra. Cuando los hijos vienen del trabajo o de la universidad, uno debe ir a recogerlos por temor a que les pase algo”, agrega.
Rocío*, por otro lado, es una mujer extranjera que llegó al Restrepo hace aproximadamente 20 años. Vive a unas seis casas de Mercedes. Cuando arribó al sector traía a su esposo y a sus dos hijos. Al principio, de acuerdo con su relato, residir allí era maravilloso, pues muy cerca se encuentran los locales de ropa, zapatos y comida, todo al alcance.
Esta cuadra es como un tránsito hacia esos establecimientos, entonces las personas salen tomadas y se forman las peleas
Cuando ella llegó no existían las tabernas. “Era una zona residencial y uno podía encontrar lo que necesitaba muy cerca. Hasta los parques”, dice. Después llegaron los bares, y la preocupación les impidió a ella y a su familia llevar una vida normal. “Esta cuadra es como un tránsito hacia esos establecimientos, entonces las personas salen tomadas y se forman las peleas”, cuenta.
Además, explica que se volvió natural ver a los hombres golpeando a las mujeres y personas de diferentes edades consumiendo drogas sin ningún tipo de control.
Después de varias noches en vela por las riñas, decidió sacar a sus hijos del país para que no vivieran en un entorno tan agresivo.
Ella, a diferencia de los demás, no ha vendido su vivienda porque debe arreglar unos asuntos legales. Sin embargo, entre sus planes está migrar a otro sector.
“La mayoría de las casas están vendidas y sin personas habitándolas. Entonces, también aumenta la inseguridad porque la delincuencia se aprovecha de la soledad”, explica Rocío, mientras unos jóvenes consumen alucinógenos. “Incluso se sientan en mi puerta y me toca pedirles permiso para salir de mi casa, que ahora huele a marihuana todo el tiempo”, concluye.
Aunque Martha istra uno de los bares sobre la carrera 16, afirma que “no todos son problemáticos y solo hay que cumplir reglas como no exceder el volumen”, afirma.
Lo que se espera del nuevo POT
El impacto negativo de los bares en los barrios fue el tema que más inquietudes generó durante la etapa de presentación del POT que la istración hizo en las localidades. Como respuesta a esos reclamos, uno de los asuntos claves en el nuevo POT es que no se van a permitir bares en predios que colinden con áreas de actividad residencial ni dotacional. Es decir, si el lote tiene por los lados, o por detrás, o en frente áreas de actividad residencial, no se permitirán los bares.
Luego de las inquietudes ciudadanas, el Distrito endureció las obligaciones de los responsables de estos negocios para que no generen vibraciones, hagan control del ruido y humo, no invadan los espacios públicos, faciliten la movilidad de peatones y no causen problemas de basuras ni desorden. Los polígonos donde se autorizan, como la bahía de Los Mariachis en Santa Bárbara, Chicó, El Lago, Chapinero, Galerías, Venecia, Las Américas, Carvajal, Bosa, Restrepo y Modelia, deberán ajustarse a las nuevas restricciones.
BOGOTÁ