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Señales para reconocer si su hijo o hija es víctima de ‘bullying’

Una ONG señaló que, entre 2020 y 2021, en Colombia se registraron 8.981 casos de acoso escolar.

El menor fue víctima constante de 'bullying' por ser homosexual.

El menor fue víctima constante de 'bullying' por ser homosexual. Foto: Jaime Moreno / Archivo EL TIEMPO

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De acuerdo con un estudio de la ONG internacional Bullying Sin Fronteras, realizado entre enero del año 2020 y diciembre de 2021, en Colombia se registraron un total de 8.981 casos graves de ‘bullying’ en ese periodo.
Esta cifra ubica a Colombia como uno de los países con mayor cantidad de casos de acoso escolar en el mundo.
De hecho, para 2018 un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) había alertado que en el país el 32 por ciento de los estudiantes reportaron haber sido víctimas de bullying o acoso escolar por lo menos algunas veces al mes, en comparación con el 23 por ciento en promedio en todos los países que pertenecen a la Ocde.
Además, en el informe del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (Pisa), el 84 por ciento de los estudiantes colombianos (y 88 por ciento de los estudiantes en promedio en todos los países de la Ocde) estuvieron de acuerdo o en fuerte acuerdo con que es bueno ayudar a los estudiantes que no pueden defenderse por sí mismos.
Para disminuir los casos de acoso y 
matoneo, en el colegio El Pilar de Bucarmanga  se implementó el año pasado un mecanismo para que los estudiantes se acerquen a los coordinadores y cuenten sus problemas para hallar una solución.

Para disminuir los casos de acoso y matoneo, en el colegio El Pilar de Bucarmanga se implementó el año pasado un mecanismo para que los estudiantes se acerquen a los coordinadores y cuenten sus problemas para hallar una solución. Foto:JAIME MORENO

Para Irenes Salas, psicóloga y directora de la Especialización en Psicología Forense de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz, el retorno a las aulas, después de dos años de pandemia, ha dejado ver en los últimos días que los conflictos entre estudiantes se han incrementado, llegando a generar agresiones o situaciones de acoso escolar.
“Es frecuente ver cómo los niños, niñas o adolescentes son ofensores o víctimas, pero también espectadores silenciosos, cómplices o animadores, y por supuesto, defensores cuando hay situaciones que alteran la convivencia escolar”, señaló la especialista.
Existen diferencias entre la agresión escolar y el acoso escolar o bullying. Según el Ministerio de Educación, la primera se refiere a acciones realizadas tanto individual como colectivamente dentro de una entidad educativa, en la que se busca la afectación de otra persona que pertenece a la misma comunidad.
Estas acciones pueden ser físicas, verbales, gestuales, electrónicas, entre otras. En este sentido, cuando se habla de agresión escolar se pone de manifiesto que es un comportamiento que tiene como finalidad hacerle daño a un tercero, que puede presentarse aisladamente; este daño puede constituirse en un delito.
De otro lado, el acoso escolar o ‘bullying’ son conductas intencionales y metódicas dirigidas a integrantes de la comunidad académica, que buscan agredir, intimidar, humillar, ridiculizar, difamar y/o coaccionar a otros de la comunidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como un comportamiento agresivo cuya intención es causar daño físico y psicológico.
Los casos son cada vez más reiterativos, aseguran los denunciantes

Los casos son cada vez más reiterativos, aseguran los denunciantes Foto:Cortesía

Además, el acoso escolar tiene diferentes manifestaciones que pueden ser físicas, verbales, psicológicas, sexuales, interpersonales, sociales -como excluir a la persona del grupo- o mediadas en internet -ciberbullyin-. También puede ser indirecto -relacionado al robo o pérdida de pertenencias.
Según la Ley de convivencia escolar (Ley 1620 de 2013), hay tres tipos de faltas que deben ser objeto de atención cuando se presentan en una institución educativa. La primera de ellas corresponde a comportamientos que afectan la convivencia, por ejemplo, conflictos entre pares manejados inadecuadamente.
En segundo lugar, se encuentran la falta donde hay una mayor intensidad y frecuencia en las situaciones que se presentan, hay sistematicidad, son intencionales y metódicas, lo que hace que se encuentren en la categoría de acoso escolar, con la particularidad que las acciones generadas no llegan a ser delito.
Y, por último, se encuentran las más graves, donde se vulneran de manera tajante los derechos del otro, se presenta agresión y el comportamiento cumple con las características de ser delito.

Señales de alerta

Para la psicóloga Irenes Salas, es importante resaltar algunas características que deben alertar a acudientes, docentes, compañeros y directivos, de manera que puedan hacer una intervención temprana enfocada tanto para los acosadores como acosados, así como para los espectadores que pueden convertirse en acosadores o defensores de los acosados. Estos aspectos son:
  • Autoestima: los extremos se constituyen en factor de riesgo, es decir, si es baja o si es demasiado alta.
  • Habilidades sociales: déficit o exacerbación de habilidades sociales manejadas de forma inadecuada.
  • Estar en un entorno hostil, donde la violencia se vivencie con frecuencia.
  • El manejo y la aceptación de la diferencia.
  • Baja tolerancia a la frustración.
  • Cómo aprende a resolver conflictos.
  • Capacidad para reconocer sus emociones y las emociones de los demás.
  • La naturalización de la violencia en sus diferentes expresiones en el espacio de desarrollo (familia, comunidad, barrio).
  • El espacio físico de casa y de colegio, los entornos deteriorados pueden facilitar estos comportamientos.
  • Características comportamentales del niño, niña o adolescente, bien sea por sumisión o por mostrar constante oposición, sea manifiesta o encubierta.
En una situación de conflicto escolar, cualquier extremo de los comportamientos antes mencionados es un factor de riesgo para ser acosador o acosado, dependiendo del extremo que manifiesta, explicó Salas.
Igualmente, Andrés Patiño, docente e investigador de la Universidad Nacional, indicó que entre las señales de alarma están alteraciones en el sueño y en las conductas alimentarias.
“Son niños que no logran conciliar de manera fácil el sueño porque, por lo general, sus temores se reflejan en los sueños. Además, tienen una alteración alimenticia, pueden llegar a presentar dos tipos de conductas muy típicas: un aumento en la ingesta de alimentos (en donde se encuentra que el niño, por la ansiedad que le produce el enfrentar cierta situación, empieza a aumentar el consumo de alimentos), o por el contrario, la pérdida de peso porque no están llevando un proceso alimenticio de manera adecuada”, indicó el docente.
Según un estudio revelado el año pasado por la Ocde, en Colombia,  el 7,6 por ciento de los estudiantes aseguró estar expuesto diariamente a algún tipo de maltrato físico en su colegio.

Según un estudio revelado el año pasado por la Ocde, en Colombia, el 7,6 por ciento de los estudiantes aseguró estar expuesto diariamente a algún tipo de maltrato físico en su colegio. Foto:Archivo EL TIEMPO

Otra característica que puede evidenciar que un menor acosado es la afectación en su relacionamiento social.
“Encontramos niños que pueden llegar a ser demasiado agresivos y violentos porque su interacción social ya está marcada por patrones en donde siempre buscan defenderse, porque hay unos estímulos que les hacen daño y no saben cómo manejarlos. Sienten miedo a ser expuestos a una situación que los pueda dejar en ridículo”, explicó Patiño.
Para el investigador, también hay factores de riesgo que pueden influir en el bullying, como que los niños, niñas o adolescentes sean hijos de padres separados, que sus familias tengan una carga económica alta y que no se propicien espacios de escucha y comunicación en los hogares.
La psicóloga Salas añadió que las principales consecuencias del acoso escolar pueden ser físicas (si son víctimas de agresiones), pero también hay afectaciones emocionales como en la autoestima.
“Los niños que son víctimas de acoso o agresión, tienen bajonazos en su autoestima y en su autoconcepto, y eso los vuelve más vulnerables también a futuras agresiones. También vemos afectaciones en las habilidades sociales, como la presencia de una baja tolerancia a la frustración”, señaló la especialista.

El ciberbullying: otra consecuencia del confinamiento

De acuerdo con Salas, a través de las pantallas no es posible ver la reacción emocional, “lo cual nos impide ser empáticos con la persona que tenemos al frente”.
Para la psicóloga, el confinamiento por la pandemia generó otras presiones como la angustia, el miedo y la falta de recursos económicos.
Los niños que están retomando las actividades escolares en este momento han tenido un nivel de tolerancia a la frustración muy baja, una interacción social muy baja (...)
La cuarentena les puso límites a los niños y la posibilidad de practicar sus competencias sociales y emocionales como la empatía o la resolución de conflictos, señaló la especialista.
Para Patiño, lo que más se rezagó en los niños, niñas y adolescentes durante la pandemia fue la interacción social, la cual tuvo una reducción bastante significativa en donde el ambiente social que tenían se limitó dentro de la casa con el uso de dispositivos móviles.
“Los niños que están retomando las actividades escolares en este momento han tenido un nivel de tolerancia a la frustración muy baja, una interacción social muy baja y una resolución de conflictos muy precaria frente a lo que normalmente uno esperaría que tuvieran en su desarrollo”, agregó el investigador de la Universidad Nacional.
También se generó algo que se llama ciberdependencia, que es la necesidad de utilizar constantemente los dispositivos móviles. En niños, niñas y adolescentes, esta dependencia puede ser una señal de alerta de que esté siendo víctima de ciberacoso, porque revisan con frecuencia las redes sociales y las respuestas de su agresor, indicó Patiño.
Una de las estrategias para prevenir estas situaciones, de acuerdo con el docente, es que los padres se vinculen más a las actividades de sus hijos para generar una relación de confianza.
“Es vital entre los padres de los niños, niñas y jóvenes identificar cualquier cambio de conducta, ya sea en hábitos de sueño, en la ingesta de alimento o en las interacciones sociales que generen alguna alerta y permitan dar un acompañamiento”, concluyó el investigador.

Acciones para prevenir y denunciar el acoso escolar

Para Salas se debe realizar un trabajo de prevención, de atención y de contención que no depende ni recae de manera exclusiva en los colegios, con sus docentes y directivos, sino que debe involucrar a padres de familia y por supuesto a los organismos estatales.
“Tenemos que volver a reforzar las estrategias de comunicación entre adultos y jóvenes”, afirmó la especialista, quien también señaló la importancia de aprender a reconocer y manejar las emociones negativas -como la tristeza, rabia o frustración- para no expresarlas de forma agresiva o violenta.
Tenemos que volver a reforzar las estrategias de comunicación entre adultos y jóvenes: Irene Salas, psicóloga
El Ministerio de Educación estableció una ruta de atención para denunciar el acoso escolar y las agresiones sexuales, que está enmarcada en la Ley de convivencia escolar, que busca fortalecer las estrategias para prevenir la deserción escolar, la cual es causada en buena medida por la violencia escolar y el embarazo adolescente.
Por su parte, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) también cuenta con una ruta para identificar y reportar un caso de matoneo escolar, en la línea 141.
Igualmente, se puede reportar a través de la línea virtual www.teprotejo.org, el CAI Virtual de la Policía Nacional, o por medio del canal de denuncias ‘A Denunciar’ de la Fiscalía General de la Nación.
En Twitter: @JusticiaET

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